Todo el que haya consultado con un abogado habrá oído lo de que más vale un mal acuerdo que un buen pleito; una de esas verdades que habría que esculpir en piedra, sobre todo en estos tiempos en que se empiezan a judicializar los deseos, las intenciones y hasta los pensamientos.
Pero todo buen abogado también sabe que llega un momento en que el pleito es necesario. Y por más que les pese a la Junta de Andalucía, al Ayuntamiento de Granada y al Ministerio de Cultura, el sainete del Legado de Lorca y de las cuentas de la Gran Capitana está abocado a dirimirse en los juzgados. Al menos, en primera instancia, tal y como señalo en mi columna de hoy de IDEAL.
Grosso modo, Laura García Lorca y su hombre de confianza, el ahora desaparecido Tomás Martín, tienen que justificar el destino de ocho millones de euros. Cuatro, por subvenciones recibidas de la Junta y del Ministerio. Y otros cuatro, de un crédito suscrito con la Caixa y que, al menos hasta hace poco tiempo, estaba completamente impagado.
Primera pregunta: ¿cómo permitieron los patronos de la Fundación Lorca que se les despistaran cuatro millones de euros, bajo su atenta mirada, escrutinio y control?
Segunda pregunta: ¿por qué se permite la Sobrinísima ciertos desplantes y tanta altanería? En las negociaciones para traer a Granada el famoso Legado, da toda la sensación de que Laura García Lorca y su equipo jurídico están chuleando a sus interlocutores, con peticiones tan extravagantes como la de gestionar el flamante Centro Lorca de la Romanilla. ¿Cómo? ¿Perdón? ¿Tenemos ocho millones de euros en el limbo y pretenden seguir gestionando?
Así las cosas, mi esperanza está puesta en los otros cuatro millones de euros. Los que dependen de La Caixa, una entidad financiera seria, discreta y comprometida con la cultura. Si la lógica impera, la institución catalana se integrará en el Patronato de la Fundación Lorca, con mucho voto, además de con voz. Y, por extensión, La Caixa también tendrá mucho que decir en el Consorcio del Centro Lorca.
Por todo ello, y aunque ahora mismo se imponga la vía judicial, el Lorca’s Affaire está abocado a resolverse en una transacción que salve la cara de todos. O eso, o vamos pensando en cambiarle la utilidad a la fastuosa cámara acorazada del Centro Lorca, incorporándole unas hermosas barras de acero… a prueba de lima y serrucho.
Jesús Lens