Cuando Pedro, al verme los ojos inyectados en sangre, me preguntó si había tenido festival la noche anterior, me acordé de lo que me comentó Susana al decirle que leería el libro durante el fin de semana: “A ver si te engancha, como a todos los que lo han leído hasta ahora”.
Al final, no lo empecé hasta el domingo por la noche. Tenía que acabar el principio de un trabajo pendiente, que me ha tenido ocupado varios días, y no fue hasta el final del fin de semana que pude tumbarme tranquilo a leer, después de ver a los Lakers tumbar a Oklahoma.
150 páginas nada más. ¡Y nada menos! Porque hasta que no llegué a la última, no apagué la luz, ya bien metido en la madrugada del lunes.
– ¿Festival? Sí. Pero literario – le dije a Pedro, sabiendo que él sugería, más bien, una velada de jazz, demasiado alargada y estirada.
¿Te has conectado alguna vez a un Chat?
¡Menuda pregunta! Pues claro. Todo el mundo se ha conectado a algún chat. De hecho, ¿qué es, si no, el Güasap?
Pues justo eso es el libro del que hablamos, “Qwerty Vintage”. Un chat. Tal cuál. Tan tal cuál que comienza con una Nota del Editor:
“Por expreso deseo del autor se ha optado por reproducir los diálogos tal y como fueron escritos y almacenados en su momento. Los numerosos errores tipográficos que el lector hallará en estas páginas son consecuencia exclusiva de la singular ortografía del texto original”.
¡Enhorabuena a la Editorial Algón por animarse a publicar un libro diferente, que se sale de los cánones y se lanza a fondo a una posmodernidad que es de rabiosa actualidad! (Además de tener una impresionante selección de ensayos, rigurosos y contemporáneos, imprescindibles para conocer la realidad en que nos movemos).
Qwerty y Vintage son, por supuesto, las dos personas que hablan a través del Chat.
¿Personas he escrito?
Interesante cuestión. Porque, detrás de esos nombres, efectivamente, hay dos personas. Pero, en el libro, o sea, durante la conversación; son dos personajes.
¿Cuánto hay de verdad y cuánto de mentira en lo que se cuentan, a lo largo del puñado de horas que se pasan conectados, casi de forma ininterrumpida, Qwerty y Vintage?
Esa es parte del interés de la narración.
Porque sí. Es una narración. Creo. O quizá no. ¿Será verdad que es la transcripción, literal, de un Chat?
¿Será Rafael Sarmentero, el autor de “Qwerty Vintage”, uno de los dos personajes del libro? En ese caso… ¿cuál? (Aquí, su Web y Blog, a través de los que podéis saber más cosas sobre Rafael)
O, quizá, alguien le ha pasado una conversación. O varias. Porque hay intensidad en el libro. Mucha. Y adrenalina. Y tensión. Y ternura. Y malos rollos. Y buenas vibraciones. Y, al final… ¡pedazo de sorpresa!
¿Cómo se le ocurriría la idea, a Rafael, para este libro tan especial, nuevo y revolucionario?
En realidad, entronca con un género que tiene mucha historia a sus espaldas: el epistolar, que dio obras maestras como “Las relaciones peligrosas” o la mismísima “Drácula”.
¿Qué es, en realidad, un Chat, sino un servicio epistolar instantáneo en el que cada interlocutor cuenta lo que quiere sin tener delante a la otra persona, de forma que no puede escrutar sus expresiones faciales, su lenguaje no verbal, para saber si miente o dice la verdad?
Y, está, claro, la cuestión de conocerse. En persona. De quedar.
Me gusta mucho una cosa que dice Qwerty: “Chatear no es más que un medio más para contactar con gente. No para conocer, sino para descubrir”.
¿Qué te parece? ¿Has conocido en persona a alguna persona a la que hayas conocido por Chat? ¿Y? ¿Cómo salió? ¿Te engañaron? ¿Engañaste? Y, antes de quedar, ¿tuviste miedo? Porque… ¿y si…?
Habrás notado que esta reseña está llena de preguntas. ¿Por qué? Pues porque el sábado que viene, día 2, a las 12 de la mañana, tendremos la ocasión de preguntar al autor del libro, Rafael Sarmentero, todo lo que queramos sobre él, ya que estaremos presentándolo en la Librería Picasso de Granada, sita en Obispo Hurtado.
Y como seré yo el que estará a su lado, presentándolo, tengo la potestad de hacerle todas las preguntas que se te ocurran, si no puedes venir a hacerlas tú, personalmente.
¿Hace?
Pues, o nos vemos, o nos leemos.
Jesús Lens