El viernes por la tarde, en el salón de actos de la Sede Central de CajaGRANADA, me sentí como en casa. Y, en este caso, no porque trabaje allí y, a veces, pase tantas horas en el Cubo como en las barras de mis bares favoritos…
El pasado viernes me sentí en casa porque, escuchando el mano a mano entre Joaquín Sabina y Luis García Montero, (En el enlace, vídeo del acto) me transporté a ese espacio mítico que es Semana Negra, que dura 10 días, pero cuyos efectos se prolongan durante todo el año.
Llegué cansado, a esa tarde del viernes. La semana había sido dura, larga y, por momentos, demoledora. En el trabajo, y fuera, que me las tuve que ver, dos veces, con ese monstruo que es el Servicio de Recaudación.
El miércoles, con Jesús Conde y Manuel Villar, recuperamos el placer de hablar en público de libros, viajes y aventuras. Después, disfrutamos tomando esas imprescindibles cervezas, con los buenos amigos de siempre y con otros nuevos, de esos que te sorprenden y que, piensas, pueden estar llamados a jugar un papel importante en tu vida. Y seguimos charlando, contando, riendo, chafardeando…
El jueves nos asomamos al Gato Montés. Nos gusta, mucho, ese garito de Monachil. El trasnoche con el piano se alargó hasta la madrugada, pero aquella versión de “Alfonsina”, con la que me encuentro por segunda vez en pocas semanas, se merecía la vigilia. Y el mojito. Y la tristeza bossa novera.
Y llegamos al viernes. Y llegaron Sabina y Luis. Antes, habíamos reído con el desparpajo de Stewart, que escribirá igual que esquila ovejas, pero que es un gratísimo conversador. Y ese elogio de la melancolía y la soledad, del andar solos por los campos… impagable.
Lo mejor que tienen García Montero y Sabina es que, en sus actuaciones y a través de la alquimia de la palabra, consiguen convocar a personas que ya nos dejaron y a las que tanto queremos, como Ángel González, Alberti o nuestro Enrique Morente.
Con cada lectura, los poetas arrancaban sonoras y clamorosas ovaciones del público que abarrotaba el salón de actos de la Sede Central de CajaGRANADA. Un público que, mayoritariamente, asistía en ceremonioso silencio al declamar de los artistas. Se sucedían coplillas satíricas y humorísticas con otras más profundas, concienciadas y emocionantes. Como la de la Nube Negra que Montero le dedicó una vez a un Sabina sumido en una profunda depresión. Y sobre todo, me emocionan los versos de García Montero en que habla de esa cotidianeidad, tuya y mía, que tan poética puede ser.
Para los habitualmente no lectores de poesía, actos como éste son imprescindibles. Por eso, siempre, he reivindicado la magia de Semana Negra, una celebración de la palabra, con esas noches de tumultuosa poesía, en la Carpa del Encuentro.
Por eso, la tarde del viernes nos sentíamos como en casa, en Granada. Como si estuviéramos en julio y en Gijón.
Lo de Pereza y Prado, después, ya fue otra cosa…
Jesús nostalgiosamente casero Lens