El dato más preocupante de los muchos que incluye el último informe del Observatorio de las Librerías es que hay un pronunciado descenso del gasto de libros por persona al año: entre 2016 a 2017, cayó en torno al 14%.
A partir de esa dramática cifra, que las librerías españolas hayan tenido una caída en ventas del 3,3% en 2018 es lógico y normal, por duro y angustioso que nos parezca. El informe, como les digo, invita al pesimismo. Sobre todo porque el 45% de las librerías consultadas consideran que el 2020 será malo para el sector.
Con este diagnóstico, la Confederación Española de Gremios y Asociaciones de Librerías (CEGAL) solicita un pacto de estado por la lectura que apoye a las librerías y plantea dos retos para el futuro inmediato: innovación tecnológica en el sector y conversión de las librerías, también, en centro de dinamización cultural y de animación a la lectura. Dos retos perfectamente asumidos por varias librerías granadinas desde hace tiempo, por otra parte.
Me gusta la actitud positiva del gremio, que no se queda lamiéndose las heridas, por mucho que denuncien la competencia tirando a desleal de las grandes plataformas de venta on line.
Renovarse o morir. Acción, acción, acción. No dejar de moverse para seguir a flote. Vale, ¿pero hacia dónde? Hace escasas fechas se celebraba el Día de las Librerías, cuyo reclamo principal es el descuento en la compra de libros. Y acabamos de pasar por el Black Friday, otra fecha para reducir un tanto por ciento en las facturas. Sinceramente, no sé yo si ese es el camino. Al menos, en el caso de las librerías.
Que los Días de… acaben siendo sinónimo de reducción del margen en las ya de por sí magras cuentas de los libreros, es un contrasentido. Cada vez que cierra una librería de prestigio se nos llena la boca de pesadumbre y todo son latigazos y flagelos en las redes sociales. Si creemos, de verdad, en el papel esencial de las librerías como agentes culturales, hay que olvidarse de tanto DíaD y visitarlas de continuo, comprando allí nuestros libros.
Jesús Lens