La visita

Confesaré que, cuando vi de qué iba “La visita”, mentalmente la despaché con uno de esos “¡Bah, menuda chorrada!” que tantas veces pueden estar justificados… o no.

La visita póster

Como en el caso que nos ocupa.

Porque el hecho de que haya sido escrita, coproducida y dirigida por el otrora Chico de Oro, M. Night Shyamalan, tampoco era ya aliciente alguno, dados sus últimos y generosos patinazos artísticos en el cine.

Sin embargo, el hecho de que su serie de televisión, “Wayward pines” fuera –moderadamente- interesante, me animó a ir ver a una película de la que no esperaba mucho, la verdad sea dicha.

La visita

Primera y agradable sorpresa: encontrar una muy nutrida presencia de espectadores en la sala, el domingo por la tarde-noche. Jóvenes y menos jóvenes casi abarrotábamos la platea y, en cuanto terminaron los tráilers, los espectadores más ansiosos y nerviosos empezaron a pedir silencio. Se respiraba un ambiente de excitación. Había expectación, como en las grandes citas.

Comienza la película con esos dos hermanos que se aprestan a filmar un documental sobre la visita que van a hacer a unos abuelos lejanos y con los que nunca tuvieron contacto por culpa de un antiguo conflicto familiar que, ahora, ellos quieren contribuir a enterrar, cámara de vídeo en mano.

La visita abuelos

Y, con ellos, la primera sorpresa: molan. La chica jovencita y el niño preadolescente. Ambos. Y mira que eso es difícil, no teniendo más remedio que estar de acuerdo con Hitchcock a la hora de recelar de las películas con animales y niños en su interior.

(Sigue leyendo la reseña en mi espacio Lensanity)

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Cine de reestreno en Cinema 2000

Los cines comerciales, Neptuno en este caso; nos traen buenas noticias cuando, además de los estrenos correspondientes, nos animan con algunos reestrenos. Nos gustaría, también, VO Subtitulada y Cine de Autor, pero bienvenidos sean algunos reestrenos. De cine de terror. Aquí, toda la información de días y horarios.

Por ejemplo, vamos a poder ver estas dos películas.

Insidious

 

Expediente Warren

 

No las conozco. ¿Alguna idea, Frankie, Rash, Miguel Ángel Alejo y otros amantes de lo terrorífico?

 

Jesús Lens

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EL ÚLTIMO GRITO

Dedicado a esa buena gente que, sin embargo,

sabe apreciar el placer de una buena sangría 😉

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Hacía frío esa noche. Subíamos por la calle Reyes, que habíamos quedado con Paco, Adriana y los Muyiayos. Hablaba con mi Cuate Pepe sobre el reportaje en que había estado trabajando todo el día: uno de cine basado en películas que incluyeran algún “último” en su título, del último mohicano al último samurai, pasando por el último magnate y el último pistolero. (Y que publicamos AQUÍ)

– ¿Y “El último grito”? –pregunté yo.

Ya estábamos tomando unas Alhambras Especiales en “Los Manueles”. Y me miraron raro.

– ¿”El último grito”? ¿Y esa de quién es? No me suena…

– ¡Toma! ¡Ni a mí! Pero seguro que hay alguna peli que se llame “El último grito”. Si yo fuera cineasta y quisiera hacer una de miedo, la titularía “El último grito”.

Ya sabéis lo que pasa en los bares: bebes cerveza, charlas y la imaginación se dispara.

– Sería una peli de terror, en el mundo de la moda. La protagonista sería una modelo a la que, por haber engordado un pelín, le prohíben salir en el desfile más importante del año. Y a la pobre, entre las anorexias, las hambres y demás, se le va la pinza y se convierte en una asesina en serie.

Como vi que la cara de mis interlocutores mostraba una pizca de interés, seguí:

– La secuencia más impactante sería en plena pasarela, en el desfile más importante, con la música fashion y las modelos vestidas de ángeles de Victoria Secret. Nuestra heroína saldría, cuchillo en mano, haciendo una masacre de angelotes blancos, salpicando de sangre a todos los enrollaos, guays y petardos que suelen sentarse en las primeras filas de esos eventos.

Mi Cuate, que es uno de esos tipos que siempre te animan y te refuerzan, me instó a escribir la historia. Porque, la verdad, tendría su punto.

Al día siguiente, mientras corría, empecé a fantasear con la idea de escribir un tratamiento de la historia y un guión para, después, hacérselo llegar a algún director de esos impactante, a un Álex de la Iglesia, un Jaume Balagueró o un Santiago Segura. Ya me veía yo, convertido (otra vez, ya me entendéis) en un crack del cine.

En la ducha, sin embargo, una vez desactivado el efecto de las endorfinas, me desanimé. Pensé que me iba a pegar un curro de la leche y que, en el improbable caso de que “El último grito” llegara a manos de alguien serio de la industria del cine, poner en marcha el proyecto sería una quimera. Y, de fructificar la quimera, ¿qué sentido tendría?

A ver. De tú a tú: ¿pagarías 5 euros por ir al cine a ver “El último grito”? Lo mismo piensas que sí. Pero la realidad es que no. O sea, lo mismo la verías, pero fijo que te la descargarías y la verías gratis. En el ordenata. Y la película sería un fracaso en taquilla.

Así que… renuncio. Y mira que ya estaba pensando en sacarme un abono para la Pasarela Cibeles, para ir documentándome. Que el proceso de documentación es imprescindible, en estos casos.

Pero paso. Menudo follón, para acabar siendo pasto de las descargas. Casi prefiero que alguna otra persona se haga cargo de “El último grito”. Que, sinceramente, creo que tiene posibilidades. ¿O no?

En fin. Que ahí está la idea. ¡Y que es mía, ojo! No me la vayáis a robar… impunemente. Si alguien se echa adelante, hablamos de los royalties y mis derechos sobre la propiedad intelectual. Que, seguramente, tendré que compartir con Cervezas Alhambra, con mi Cuate y demás contertulios y con los responsables del mantenimiento del Camino de la Fuente de la Bicha por el que fui discurriendo la historia.

Bueno. Ya veremos cómo hacemos el reparto de beneficios, llegado el caso. Pero id apuntando en vuestras agendas… ¡”El último grito”! Un thriller de rompe y rasga sobre el mundo de la moda.

Ya veo las frases en los medios: “Una salvaje sátira sobre el mundo de la moda y las terribles consecuencia de la sociedad de la imagen en que vivimos”. Y otros sesudos análisis por el estilo. Ya veo, la portada del Fotogramas, con el blanco angelical teñido de rojo sangre…

¡Angelita! Toda teñida de sangre...

¡Ays!

¡Qué ilusión!

¿Cuando la estrenan?

Jesús el Navajas Lens.

ARRÁSTRAME AL INFIERNO

Hay películas para las que los conceptos «buena» o «mala» no aplican. ¿Es buena o es mala «Arrástrame al infierno»? No lo sé, la verdad. Pero reconozco que lo pasé pipa viéndola, con su desmesurada carga de hemoglobina, vísceras, ungüentos, sustos, repullos y asquerosidades varias.

 

El momento que, posiblemente, mejor define la última gamberrada/katxondada de Sam Raimi es ése en el que un yunque le cae en la cabeza a la vieja gitana, haciendo que los ojos se le salgan de las órbitas y se incrusten en la angelical carita de la protagonista. Asco, repulsión, risas y un cruel buen humor presiden todas esas sevicias que el director impone a los protagonistas de esta demencial historia.

 

Una historia, por cierto, que deberían proyectar en los cursos de formación de las entidades financieras de todo el mundo, sobre todo, cuando se hable de Responsabilidad Social Corporativa y otros conceptos semejantes.

 

Porque en el punto de partida de la historia se encuentra un banco cuyo director, para estimular la competencia entre sus empleados, les invita a tomar decisiones duras y difíciles que, perjudicando a los clientes, redunden en beneficio de la entidad. Como, por ejemplo, no refinanciar el pago de su hipoteca a una dulce, tierna y cariñosa ancianita que se ha retrasado en el pago por mor de una enfermedad.

 

Maldiciones gitanas, brujería, sortilegios, demonios desatados y misas negras serán el resultado final del abuso de un capitalismo voraz y desmedido que, está claro, cuando se le deja campar a sus anchas, termina por arrastrarnos a todos en una espiral destructiva, demencial y homicida.

 

Corta, contundente, directa y a la cabeza, «Arrástrame al infierno» es una de esas películas de lo que antes se llamaba serie B, destinadas a provocar una mezcla de atracción/repulsión en los espectadores. Raimi, como buen profesional y, además, como inmejorable aficionado al cine de terror, maneja a la perfección los ingredientes necesarios para conseguir la justa dosis de risas y de asco en una película modélica.

 

Desde luego, no es apta para estómagos delicados. Por eso, contará con el fervor de los buenos aficionados al cine de terror en su versión más gore y pasada de vueltas y, sin embargo, hará que los espectadores más tranquilos y pacíficos miren a la persona que los ha arrastrado a la sala con cara de pocos amigos, pidiendo explicaciones y mascullando frases del tipo: «¿cómo se te ha ocurrido traerme a ver este montón de basura?»

 

Desde luego, si te gustan las emociones fuertes y el terror más bromistamente desenfadado, pasar una hora y media de este tórrido verano viendo «Arrástrame al infierno» no es de las peores ideas que se puedan tener.

 

Valoración: 6.

 

Lo mejor: Su contundencia y lo claro y diáfano de su apuesta por esa especial mezcla de terror y humor.

 

Lo peor: Lo previsible de todo lo que pasa. Aunque, en realidad… ¿a quién le importa? 

Jesús Lens