Reconozco que no favorece en nada a mi visión de la cuarta entrega de la saga más Imposible de Tom Cruise el hecho de que fuera a verla justo después de disfrutar de “El topo”, una película que me gustó más que a un bromista el Día de los Inocentes.
Ya hablamos de ello al comentar la extraordinaria película interpretada por Gary Oldman así que nos ahorramos los detalles y arrancamos esta reseña comentando esa primera secuencia con que se abre “Misión Imposible IV”: una colorista visión de Budapest en la que hasta el agua del río que separa Buda de Pest tiene el color azul que se le presume al líquido elemento y que, desde luego, “El topo” no dejaba traslucir.
Porque la saga de “Misión imposible” es, como la de James Bond, un preciosista catálogo de publicidad de algunas de las ciudades que más petan en el circuito turístico… o de las que quieren petar y ponerse de moda.
Como Dubai, por ejemplo, que no es una ciudad, pero como si lo fuera, y que lo mismo convence a las chicas de “Sexo en Nueva York” para que vayan a celebrar una boda que atrae a Cruise y su troupe al edificio más alto del mundo, en un tour de force escalador que haría las delicias de las mismísimas águilas.
Otra de las ciudades-franquicia de esta película es Moscú, sin que les tiemble el pulso a sus productores a la hora de volar la mitad del Kremlin, en una espectacular secuencia, sin duda alguna.
Porque, digámoslo ya, “Misión imposible IV” es el más-difícil-todavía del cine de acción, elevado a la enésima potencia.
Por mucho que JJ Abrams se empeñe y aunque para esta entrega de la franquicia se hayan agenciado como director al responsable de peliculones de Pixar como “Ratatouille” o “Los increíbles”, siendo la primera vez que Brad Bird cambia la animación por la ¿realidad?, la verdad es que a nadie le importa la dimensión humana de los personajes o sus familiares en peligro y amenazados, sino como meros recursos para hacer avanzar la trama, encadenando explosiones con persecuciones y peleas con escaladas.
Si el bueno de Cruise se cree que alguien siente emoción o sufre algún tipo de pesar por sus problemas con su amada y amenazada esposa es que la Cienciología le ha hecho más daño del que cabría pensar.
Y quizá por eso, porque, en realidad, “Misión Imposible IV” es un cartoon, le sale tan bien la jugada al Brad Bird… menos cuando se pone serio y trascendente. ¡Acción, acción, acción! No queremos autoría ni desarrollo de los personajes. Sólo queremos disfrutar del virtuosismo técnico que se le presume a la serie.
Y la música, claro. Y el mensaje que se destruye en cinco segundos. Y el escáner de ojos (hasta que sea superado por el escáner de alguna otra parte de la anatomía humana que de más juego en pantalla).
A fin de cuentas, sagas como la de Misión Imposible son al cine lo que los récords mundiales al mundo del olimpismo: más alto, más rápido, más fuerte. Y, en versión geográfica, más lejos.
En pocas palabras: “Misión imposible IV” cumple lo que promete. Y en estos tiempos de crisis en los que las promesas duran lo que se tarda en ganar unas elecciones, es de agradecer. ¿O no?
Jesús Lens Espinosa de los Monteros.
PD.- ¿Qué blogueábamos las últimas 4 vísperas de Reyes? Veamos: 2008, 2009, 2010 y 2011.