Por una vez, el título de esta columna no es un sueño, un deseo o una súplica. Es una afirmación. La constatación de una feliz realidad. Porque, a fin de año, Granada contará con un nuevo puñado de salas de cine. Será en el Nevada, donde Kinépolis va a inaugurar ocho nuevas pantallas. Y de ello hablo hoy en mi columna de IDEAL.
La noticia ha sido acogida con alegría y alborozo por los muchos y buenos aficionados al séptimo arte, pero también hay algunas críticas, quejas y lamentaciones. Las resumiré en tres: que Kinépolis es caro, que el Nevada está lejos y que los cines estarán en un centro comercial, lo que incita a hacer compras y al consumismo.
Liquidemos las dos primeras cuestiones de una atacada, recordando que Multicines Centro estaba en el corazón de la capital, que sus entradas eran baratas y asequibles… y que tuvo que cerrar porque no iba ni Dios. ¿Y qué me dicen de las salas de abajo del céntrico Neptuno, que se convirtieron en un gimnasio? ¡Qué hartura, el lloro constante y la queja permanente! Me encantaría saber cuántos de los que protestan en las Redes por el precio de la entrada y la lejanía de Kinépolis van habitualmente al Madrigal, por ejemplo.
Y luego está el gran crimen. El pecado original. Ese delito de lesa humanidad que es llevar los cines a un centro comercial. Bien sabemos las consecuencias de esa infamia: tentar al inocente, débil y desvalido cinéfilo para que, antes o después de la película… compre.
¡Herejía! ¡Anatema! ¡Horror! ¿Qué hemos hecho, oh Señor, para que esta terrible amenaza se cierna sobre nosotros? ¡Aparta de mí ese cáliz!
Me supera la infantilización creciente de esta sociedad quejumbrosa. Por ejemplo, el argumento sobre lo caro del cine basado en la ecuación Entrada de cine + Palomitas + Refrescos + Parking = 20 euros. ¡Cómo si alguien nos pusiera una pistola en la cabeza para que, al ver una película, tuviéramos que comprar chucherías!
Sí. A mí también me gustaban los cines en el centro de las ciudades. Y en el Zaidín, mejor todavía. Pero ya no los hay. Básicamente, porque dejó de ir la gente. Y al cierre de los cines de verano de los Vergeles nos remitimos: antes de echar definitivamente el candado, ya habían reducido sesiones por falta de público.
Bienvenidas sean, pues, esas nuevas ocho salas de cine.
Jesús Lens