Aunque haga semanas que se encendieron las luces navideñas y, a estas alturas de diciembre, ya hay quien ha acabado con las reservas familiares de mantecados y polvorones, la Navidad comienza mañana, con el sorteo de la Lotería.
La última semana del año siempre es frenética, entre el cierre del ejercicio, el cansancio acumulado y la tensión añadida por las comidas, cenas, viajes y celebraciones. En la misma línea, el cambio de año nos encuentra reventados, con las pilas gastadas y las neuronas a medio gas.
Vamos a hacer un alto en el camino, estas Navidades. Al igual que hicimos en agosto, nos alejamos de la actualidad diaria y tomamos distancia, dejando descansar esta columna. Pero no van a tener ustedes la suerte de perderme de vista, ni siquiera en estas fechas tan señaladas.
Desde mañana y hasta el 6 de enero vamos a hacer una bienhumorada serie sobre grandes clásicos de la Navidad.
—¿Tú? ¿Precisamente tú? No será por el espíritu navideño que habitualmente derrochas…
Al que así me interpela yo le llamo el Lench. Y lo defino como la versión Grinch de Jesús Lens. O sea, mi otro yo, el más gruñón, crítico y protestón con estas fiestas. Un Lench al que conviene mantener a raya, para que no nos amargue la Navidad.
Todavía no sé muy bien de qué escribiré durante las dos próximas semanas. Mañana, de la Lotería, claro. Y también tengo preparado mi Cuento de Navidad, un clásico de entre los clásicos.
Trataré de echarle humor al tema de las comiloncias o de los propósitos de año nuevo e iremos a enterrar el viejo a un lugar muy especial. Repasaremos algunos clásicos del cine navideño de toda la vida y trataremos de movernos por ahí, a ver qué encontramos por el entorno cercano.
Lo que me gusta de estas fechas es lo mismo que, a veces, tanto me irrita: la suspensión de la realidad. Para disfrutarlas, hay que dejarse llevar, armarse de paciencia y, en muchos casos, mirar para otro lado. Si no, todo se desmorona.
Espero conseguir arrancarles alguna que otra sonrisa con una serie navideña en la que no habrá políticos, broncas, ni negociaciones para el gobierno de Andalucía. Por no haber no habrá ni Toma, que ya es el colmo de la mala follá, empezar el año entre broncas y polémicas.
Jesús Lens