El hombre sin rostro

Si yo te digo que “El hombre sin rostro” es un folletín, ¿tú qué piensas? Ojo, ten en cuenta, sobre todo si eres granaíno, que no es lo mismo un folletín que una folletá.

 El hombre sin rostro

Demos paso a la Wikipedia, antes de seguir avanzando: “un folletín es un género dramático de ficción caracterizado por su intenso ritmo de producción, el argumento poco verosímil y la simplicidad psicológica. Recurre a la temática amorosa, pero también al misterio y a lo escabroso. Propio de las novelas por entregas, se ha dado también en teatro, cine, historieta y televisión, siempre con características similares”.

Tras haber no ya leído, sino devorado las poco más de 220 páginas de la (pen)última novela del autor sevillano Luis Manuel Ruiz; creo que “El hombre sin rostro” encaja a la perfección en la definición de la Wikipedia. O casi a la perfección: ¡disiento sobre la supuesta simplicidad psicológica de los (buenos) folletines!

 El hombre sin rostro página Daniel Heredia

Pero sí es verdad que estamos ante una historia loca. Loquísima. Desmelenada. Protagonizada por Arce, un joven y voluntarioso periodista que en el resto de sus facetas como ser humano es un completo desastre; y por Salomón Fo, uno de esos locos, sabios y grandiosos científicos a los que a todos nos gustaría tener como amigo y residente… lo más lejos posible. No por nada, sino para evitar quedar a la altura del betún a la hora de hacer comparaciones. Y por tratar de mantener los nervios a raya, también.

¿Qué vincula al caótico redactor de El Planeta con el egregio Académico de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, en el Madrid de 1908?

Crímenes. Muertes. Asesinatos. Horripilantes. Sangrientos. Inverosímiles. Inexplicables. ¿Quién, cómo y por qué está matando a profesores y funcionarios de la España de comienzos de siglo… XX?

Menos mal que, para aportar lucidez, sentido común y racionalidad a la situación, tenemos a Irene. Fo. Efectivamente, hija del profesor. Una mujer de armas tomar que, además, tiene agallas. Y valor. Y desparpajo. E iniciativa. Y carné de conducir. Y coche. Una de esas mujeres que, en pantalla, solo podría haber sido interpretada por Katherine Hepburn.

 El hombre sin rostro periódico

Y es que no me cabe duda de que Howard Hawks se habría pirrado por una novela singular, divertidísima, libérrima y cachonda como pocas he leído en los últimos años.

Una novela de las que te mantiene una permanente sonrisa en la boca mientras la lees, que mira a Sherlock Holmes, a Drácula y a H.G. Wells. Pero que es muy, muy española. “Yo no soy muy de nostalgia… pero quería desinhibirme, hacer lo que me diera la gana, y al final me ha salido una cosa que tiene muchos elementos infantiles y contenidos de adolescente”, señala Luis Manuel Ruiz.

Es posible que con declaraciones como esa, el autor despache la posibilidad de que ciertos lectores muy cultos, sesudos, inteligentes, cultivados y elevados lean su novela.

¡Allá ellos! ¡Ellos se lo pierden!

Porque la novela es fantástica, además de fantasiosa. En todos los sentidos de la expresión. Así que, si tienes ganas de pasar un buen rato leyendo, pero un buen rato de verdad, no lo dudes: “El hombre sin rostro”, publicada -¡cómo no-! por esa imprescindible editorial, siempre a contracorriente, que es Salto de Página. ¡Otra muesca en su revólver!

 El hombre sin rostro hace temblar villanos

Y, por si fuera poco, Luis Manuel acaba de ganar el Premio Málaga de Novela con una obra titulada “Temblad villanos” que, solo por el título, me da a mí que me va a gustar…

Jesús Lens

Firma Twitter

Resacón 2: ¡Ahora en Tailandia!

Si no lo escribí, pensé hacerlo: a algunos supuestos genios que cambian los títulos originales de las películas y, en sus traducciones españolas, intentan hacerlos más atractivos al público, habría que lincharlos en la plaza pública.

En concreto, con las comedias, los creativos suelen dar rienda suelta a su portentosa imaginación y así nos encontramos con títulos como Superfumados, Superpirados o Resacón en Las Vegas, cuya mera enunciación hace temblar el misterio y desechar cualquier posibilidad de ir a ver la película. Por decoro. Por estética.

Con títulos así pasa como cuando eras joven y pedías preservativos en la farmacia o revistas para adultos en los kioscos: tenías que disimular. ¿Cómo le dices a un amigo que vaya contigo a ver una película que se llama “Resacón 2: ¡ahora en Tailandia!”? Es que pierdes toda credibilidad. Así, o utilizas subterfugios (- ¿y si vamos a ver una comedia que dicen que está bien y la crítica ha alabado bastante?) o te pones en plan pedante y utilizas el título original en inglés, “The Hangover Part II” o, directamente, haces como yo y te vas solo al cine, diciéndole a la taquillera que quieres una entrada para la sala 1.

Lo malo es que ella, en aras de la claridad expositiva, para evitar errores y reclamaciones, para que quede claro qué película quieres ver; abrirá el micrófono y le informará a toda la cola (y a la mitad de los visitantes al centro comercial Neptuno) de que el mangallón, cuarentón y con las sienes llenas de canas que tiene delante, efectivamente, va a ver “Resacón 2: ¡ahora en Tailandia!”

El caso es que el primer Resacón, como no me he cansado de repetir hasta la saciedad cada vez que el tema ha salido en alguna de esas imprescindibles, cinéfilas, refrescantes y necesarias charlas de barra de bar, era un peliculón como la copa de un pino, una loca comedia inteligente, divertida, cáustica, sorprendente y demoledora.

¿Y la secuela?

Pues, la verdad, me temo que ya no tanto.

Los protagonistas son los mismos, la coartada es idéntica, el planteamiento es semejante y el hecho de que la acción se traslade de Las Vegas a Tailandia sólo hace que el espectador disfrute de unas cuantas poderosas imágenes de un país al que algún día tendré que volver porque en nada se corresponde lo que veo, escucho y leo sobre el estado asiático con lo que recuerdo de mi visita al mismo.

La película, por supuesto, no aburre. Tiene buenos golpes y algunos gags muy divertidos. Va directa al grano, juega con el tiempo y hace pasar un rato de lo más entretenido. Pero ya no sorprende. Y el efecto sorpresa era uno de los puntazos que tenía el primero y original Resacón.

Valoración: 6

Lo mejor: el amanecer de los protagonistas en Bangkok y las expresiones de sus rostros, preguntándose: -¿qué ha pasado aquí?

Lo peor: el deja vú que invade todo el metraje.

 

Jesús Lens

 

PD.- Tal día como hoy, no estábamos corriendo los Sanfermines. Estábamos blogueando esto… Y haces dos años, esto otro.

CONOCERÁS AL HOMBRE DE TUS SUEÑOS

Reconozco que, para escribir el título de esta reseña, he tenido que consultar la cartelera del periódico. Y es que ayer, al pedir la entrada, le tuve que decir al siempre amable y sonriente taquillero de Multicines Centro:

– Una para la película de Woody Allen.

¡Qué difícil es, hoy en día, que el nombre de un autor, un cineasta o un artista arrastren a grandes multitudes a disfrutar de su obra, sólo por ser de quién es! Conseguir esa personalísima marca de fábrica debería ser el objetivo de cualquier artista con algo que decir, con ideas, con voz propia. Y cuando hablamos de personalidad, ideas y voz propia, el paradigma es Woody Allen, un tipo que lleva tres décadas filmando una película por año, sí o también.

Al comentar la película, le decía a una amiga que “Conocerás al hombre de tus sueños” toca varios de los temas sobre los que habíamos estado conversando últimamente. Puede parecer una cuestión baladí -pero no lo es- que una película hable de esos temas que nos interesan al común de los mortales. Y, sobre todo, que lo haga conectando con el espectador, de una forma ágil, divertida y naturalista, sin enfangarse en grandes rollos pseudo-trascendentales que aburren más que la negociación de los Presupuestos Generales del Estado.

Allen ha llegado a un punto de madurez y genialidad tan grandes que, a través de las historias más aparentemente intrascendentes, pone el dedo en la llaga de lo que nos pasa. De lo que nos pasa a ti, a mí y al vecino del tercero. Al amigo del bar, a su mujer y al jefe de ésta. Porque, aunque nos creamos únicos e irrepetibles, todos seguimos unos patrones de comportamiento muy parecidos, una forma de hacer las cosas que centenares, miles de personas han repetido anteriormente y, en el futuro, seguirán repitiendo.

A través de un reparto coral, cuyas interpretaciones han sido masacradas por un doblaje infecto, Allen nos habla del pavor por el paso del tiempo, del terror al tempus fugit, del horror a hacernos mayores y envejecer. Del miedo a ver cómo la vida se nos escapa, cómo desperdiciamos las oportunidades, cómo dejamos de hacer todo lo que hemos querido hacer y nunca nos atrevimos.

Por eso, un caballero de la tercera edad se convierte en vigoréxico y se monta un pisito de soltero, un cuarentón espía a su vecina por la ventana y una profesional liberal se enamora de su jefe.

Intentando beberse la vida hasta el último sorbo, cada uno de los protagonistas irá tomando determinadas decisiones que, en un final de película absolutamente colosal, abierto e indeterminado, nos demuestra que el Ruido y la Furia shakesperianos, efectivamente, no son para tanto y que son los ilusos, soñadores y locos infantiloides los que aciertan en sus decisiones. ¿O no?

Valoración: 8

Lo mejor: el final. Un final que, amargando como una medicina, te deja una enorme sonrisa en el rostro.

Lo peor: el patético doblaje. Con ejemplos como ésta, cada vez dan más ganas de no ir al cine y esperar en casa al pase de las películas por televisión, DVD, streaming o lo que sea.

UP IN THE AIR

Hay películas que, desde su arranque, sabes que van a ser especiales. «Up in the air» es una de ellas. Cuando ves a esa pobre gente siendo despedida y, acto seguida, descubres la inocente cara de George Clooney, en su papel de «despedidor» frío y sin escrúpulos, tienes claro que algo gordo, muy gordo, se está gestando tras la pantalla.

 

Y, después, cuando el prodigioso guión te describe la forma de vivir -«el año pasado tuve que viajar 325 días y pasé 40 asquerosos días en casa» – y la filosofía vital del atractivo protagonista, que desgrana en una conferencia magistral en la que usa una mochila para despreciar todo lo que nos encadena en esta vida y alabar las ventajas de una vida nómada, libre y sin ataduras; ya tienes plena conciencia de, efectivamente, encontrarte ante una de las películas del año, por mucho que aún estemos al principio del 2010.

 

A estas alturas, ya sabemos todos que detrás de «Up in the air» está Jason Reitman, el papaíto de «Juno», una de las películas más frescas y recomendables de los últimos años. En este caso cambiamos de escenario y, de unos paisajes sencillos y reconocibles, pasamos a esos «no-lugares» que definió Marc Augé (el concepto «no-lugar» se refiere a los lugares de transitoriedad que no tienen suficiente importancia para ser considerados como «lugares». Ejemplos de un no-lugar serían una autopista, una habitación de hotel, un aeropuerto o un supermercado).

 

Pero la esencia sigue siendo la misma: un guión portentoso que disecciona el alma humana y las relaciones de pareja con una ternura, un humor y una sensibilidad impropios de los tiempos que corren.

 

Cada diálogo, cada gesto, cada conversación, cada detalle están cargados de sentido, de forma que la historia, aparentemente banal y repetida hasta la saciedad en decenas de películas anteriores, no deja de sorprender y emocionar con cada giro de los acontecimientos.

 

¡Ay, esta «Up in the air», el juego que nos habría dado a Frankie y a mí en nuestro libro de cine y viajes!

 

Y es que la película, los personajes y sus relaciones están impregnados de mucha de la filosofía que había en nuestro libro, adaptando al mundo laboral del siglo XXI buena parte de los anhelos de tantos y tantos nómadas que pueblan la historia del cine.

 

En fin. Que si no la habéis visto, antes de volver a Pandora (todos estamos volviendo al planeta de los Navy, una y otra vez), pillad una entrada para «Up in the air» y aprestaos a disfrutar de una de las mejores comedias de los últimos años.

 

Y pongamos una vela y hagamos rogatorias para que la vida de Jason Reitman (cuyo Twitter es de lo más entretenido:  http://twitter.com/JasonReitman ) sea larga y gozosa, permitiéndole seguir escribiendo y filmando como hasta ahora.

 

Jason, ¡no tardes en volver!
Jason, ¡no tardes en volver!

Valoración: Un 10, ¡qué demonios!

 

Lo mejor: La sensibilidad y el humor con que se toca un tema tan desagradable como el del paro y los despidos.

 

Lo peor: El tiempo de espera hasta lo nuevo de Reitman.

 

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.

EL RELATO DEL ZODÍACO

Tal y como propusimos en ESTA entrada, aprovechamos la Noche de Reyes para regalarnos cuentos, relatos, microrrelatos y ficción, basados en el horóscopo del día 31 de diciembre. Kaperusita ha dejado el suyo en los Comentarios y AQUÍ tenéis el de Gregorio.  

 

¡Salud y Felicidad!

 

31 de diciembre de 2009.

 

Horóscopo de IDEAL. Leído mientras tomaba café, por la mañana: Géminis. «Plena normalidad en su corazón. Cuenta con una habilidad especial para aumentar sus ingresos. El trabajo en equipo le enriquecerá. La salud, muy buena.»

 

 

Salió cuando el 2010 cumplía exactamente diez minutos de prematura vida. Había quedado en recogerla, en su casa, a las doce y media y calculó que con veinte minutos iba sobrado. Que ella le había insistido en que no llegara tarde. La vuelta sería más lenta, claro. Volverían paseando, bromeando y riendo. Eso ya le daba lo mismo. Lo que quería era estar con ella. Y brindar por el nuevo año, con el Moet Chandon que había metido en el congelador del frigorífico, para que estuviera bien frío al regresar a casa. No. Nada de cotillones, pubs o copas hasta el amanecer. Aquella Nochevieja iba a ser decididamente diferente a otras. La resaca del día uno sería muy distinta a la del 2009, que le tuvo baldado por completo, en Beirut, tras una noche de Chivas, tequilas y desenfreno etílico.

 

No podía evitarlo. Ni quería. Su corazón galopaba desbocado mientras avanzaba por las calles de Granada, escuchando los petardos que los chavales hacían explotar por doquier.

 

  • ¿Me dices la hora?

 

No le había visto aparecer. Estaban en mitad de las calles del Zaidín, las más oscuras y menos transitadas. Las que más rápidamente le llevarían hasta la casa de ella.

 

  • Serán las doce y veinte.
  • La vin, compae, ¿qué pasa contigo? ¿Es que no puedes mirar la hora y decírmela exactamente?

 

Era un tipo condenadamente grande. Se le había plantado justo delante y le estaba echando encima un fétido aliento cargado de alcohol. Y, lo que era peor, le estaba haciendo perder un tiempo precioso.

 

  • ¿Y el móvil? ¿Es que no tienes móvil?

 

No. No había cogido el móvil. Con las prisas se lo había dejado en casa. Y, lo que era peor…

 

  • Pareces un poco agarrado, ¿no? Joder. Ni la hora me quieres dar… Y yo que había pensado que me ibas a prestar diez o quince euritos, para celebrar la Nochevieja, que estoy más tieso que el prestigio de ZP…

 

… lo que era peor: tampoco había cogido la cartera. Total, si iba a ser ir y volver, ¿para qué la necesitaba?

 

  • Pues te vas a reír, pero es que también me he dejado la cartera en casa.
  • Vaya. Pues tenemos un problema, tú y yo. Y un problema no es algo para tomarse a risa, ¿no crees?
  • Ah, pero ¿tenemos un problema? No me había dado cuenta…
  • ¡Coño! Es Nochevieja, estamos en la calle, tú y yo, juntos. Queremos tomarnos unas copas y no tenemos guita. ¿No te parece que sí, que es un problema bastante gordo?

 

Pues sí. No terminaba de faltarle la razón a aquella bola de sebo. Tenían un problema. Y el problema era que, como llegara tarde, iba a empezar el año con una bronca. Porque si había algo que ella no aguantaba era la impuntualidad. Y entonces pensó que lo mejor sería…

 

  • Sé lo que estás pensando.
  • ¿Cómo?
  • Que sé lo que estás pensando. Estás pensando que, como tengo un leve problema de sobrepeso estos días, por culpa de los atracones navideños mayormente, nada te impide echar a correr y terminar, súbitamente, con lo que yo había pensado que era el comienzo de una hermosa amistad.

 

Se quedó mudo, claro.

 

  • Pero no te recomiendo que lo hagas. Tu no sabes quién soy yo ¿verdad? Claro. Como llevas poco tiempo viviendo en el Zaidín y, de hecho, estás poco integrado en el barrio, no me conoces. Pero yo a ti sí. Sé quién eres, sé dónde trabajas y sé dónde vives.

 

Sí. Le creyó.

 

Si alguien le dice, esa mañana, que iba a sentirse acojonado por un gordo que le suelta una frasecita como ésa, sacada de un mal chiste de barrio, le da la risa.

 

  • Vale. ¿Por qué no hacemos una cosa? Como pareces saber, vivo aquí cerca. Déjame que suba a casa, cojo la cartera y te doy esos euros para unas copas.
  • No. Veo que no me entiendes. Lo de darme unos euros habría servido antes, pero al calor de nuestra recién nacida amistad… no. Estaría feo eso de pegarle un palo a un amigo al que acabo de conocer. Vamos a hace una cosa. Seguimos andando los dos por estas calles y, a la primera persona que nos encontremos, te las ingenias para sacarle veinte euros. ¿Cómo lo ves?

 

¡Pues cómo lo iba a ver! ¡Como un puro disparate!

 

  • Mira, amigo, que yo creo que va a ser más fácil que suba a casa y te dé cien euros…

 

Pero no. La cara de su obeso amigo le decía que no. Que no había trato. Y, de repente, vio cómo aparecía un asomo de sonrisa en su cara de sapo glotón. Miró hacia dónde señalaban sus ojos y la vio.

 

  • Ahí la tienes. ¡Vaya suerte has tenido! No creo que te cueste mucho trabajo sacarle veinte euros a ese bombón, ¿verdad?

 

Cara de Sapo siguió sonriendo cuando vio que el pobre incauto, con paso titubeante, se acercaba a la víctima. Le vio hablar con ella y lo curioso fue que, tras un breve intercambio de palabras, la chica dejó atrás al muchacho y se dirigió directamente hacia el orondo provocador de problemas para hacerle la siguiente proposición:

 

  • Dame ahora mismo 20 euros y llama a un taxi, que tengo frío y ya llego tarde.
  • ¿Cómo dice usted?
  • Ya me has oído. Vamos, vamos. Que me des 20 euros y me llames un taxi.
  • ¿Está usted de broma, señorita?
  • Señora.
  • Perdón. Señora. Insisto: ¿está usted de cachondeo?
  • A ver, Cara de Sapo. Mírame fijamente y dime si te parezco estar para muchas bromas.
  • Yo creo que no sabe usted con quién está hablando…
  • Perdona. El que no sabe con quién estás hablando eres tú. ¿A que no?
  • Pues no tengo el gusto…
  • Señora de Benegas (*). Inspector de la policía nacional recién trasladado de Córdoba a Granada para reforzar este comienzo de año y al que, por su insolente carácter y proverbial mala leche, le han obligado a hacer la guardia de esta noche, por lo que me he tenido que comer las Uvas de la Suerte en una comisaría añosa y cutrosa, rodeada de maderos a los que no conozco de nada. ¿Entiendes que esté de mala leche y te parece razón suficiente para darme esos 20 euros y pedirme el taxi?

 

Lo que terminó de descuadrar a Cara de Sapo fue que, cuando llegó el taxi, en el mismo entraron tanto la autodenominada señora de Benegas… como el destartalado y desvencijado objeto de su cordial y amistosa broma de año nuevo…

 

  • Pero, ¿qué le has dicho? En serio. Tú estás loca. Pero, ¿cómo se te ocurre? Pero, pero… en serio, ¿qué le has dicho al animal ése para que, en vez de pulirte todo lo que llevaras en el bolso, haya sido él quién te diera 20 euros?

 

Y es que, ella, demasiado acostumbrada a su falta de puntualidad, en vez de quedarse en casa esperando a que apareciera y enfadándose por cada minuto de tardanza, decidió ir a su encuentro, siguiendo el camino que siempre recorrían para ir de la casa del uno a la del otro. Aunque no solía salir sola por la noche, y menos por aquellas calles, pensó que la Nochevieja era un día en que todo el mundo está de fiesta y que, al menos tan temprano, sería difícil tener un mal encuentro.

 

  • Pues le dije que era la esposa de un policía recién incorporado a la Jefatura, y que estaba de muy mala leche porque a mi marido le habían cargado la primera guardia del año. Ya sabes que, cuánto más grande e increíble es una mentira, más fácil resulta de creer, jajajaja.
  • Jajajajaja. Eres increíble. Ahora que, por nuestra propia salud, mejor será que mañana busquemos al Cara de Sapo para devolverle sus veinte euros.
  • Mejor será, sí. Y si le invitamos a una copa, mejor que mejor. Que en Navidad hay que cuidar a los «amigos», ¿no?

 

Riéndose a mandíbula batiente, regresaron a casa y, olvidando el champán en el congelador, disfrutaron del año recién nacido en la más excitante de las intimidades, no dando tregua a un corazón que llevaba latiendo violentamente desde que el año echara a andar. Lo deseablemente normal, por otra parte. 

 

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.

 

(*) Benegas es un poli cordobés del que hablamos hace unos meses y al que hacemos un pequeño, pero sentido homenaje en este cuento. Pero que nadie se alarme, que Benegas sigue en Córdoba. Tranquilos todos.