Comercios de nuevo cuño

Si alguien me hubiera dicho hace unos años que en 2021 iría a la inauguración de un supermercado, habría puesto los ojos en blanco, imaginándome el marronazo. Si ese mismo alguien hubiera insistido en que lo haría motu propio, que disfrutaría del evento y lo pasaría en grande; pensaría que estaba fumado.

Y, sin embargo, así fue. El pasado jueves estuve en la puesta de largo de Elemen, un supermercado que también es tienda gourmet y gastrobar, situado en el Albaicín. Aunque les hablaré más extensamente de todo ello en otra ocasión, quiero destacar la importancia del pequeño comercio en nuestro entorno.

Coincidí con Eduardo Castillo, el concejal del ramo, y tuvimos ocasión de intercambiar pareceres. Tiene claro que el comercio de cercanía es esencial para el tejido productivo de Granada, máxime si vende producto hecho, producido y generado en nuestra tierra.

Hablando con él, pensaba en el desastre que está siendo el Brexit para los ingleses, tan dependientes del comercio exterior para una actividad básica como es comer. Al menos, comer algo más que el socorrido fish & chips.

Mimar el producto de cercanía no es una catetada, como algunos podrían pensar. Tampoco hay que obsesionarse con el kilómetro cero, pero cuidar a nuestros agricultores, pescadores y ganaderos es un ejercicio de responsabilidad individual que no debemos menospreciar.

Será que hemos pasado al nivel 0 de amenaza pandémica y estoy particularmente optimista, pero ¿no da gusto pasear por las calles de nuestra ciudad y ver el mimo con que se cuidan los escaparates y expositores de cada vez más tiendas? Hay fruterías tan bellas que parecen auténticas galerías de arte.

Además de serlo (buenas, cómodas y competitivas), hay que parecerlo (interesantes, disfrutonas y atractivas). Para enfrentarse al empuje del comercio online y al monstruo del logo sonriente, hay que conseguir que el paseante sienta el impulso irrefrenable de entrar en las tiendas de a pie de calle, atraído por su producto.

Si un supermercado de barrio consigue que hacer la compra sea algo parecido a esa ‘experiencia’ que no se les cae de la boca a los teóricos del marketing, es que la cosa va bien. Porque Elemen es una pasada de comercio. No le falta un perejil, tiene las últimas tecnologías y productos para todos los gustos y los bolsillos. En una palabra, es alucinante. Al Albaicín le va a dar mucha vida. En todos los sentidos. Y buena falta que le hace.

Jesús Lens

La librería del barrio

Aunque todavía queda verano por delante, ya hay familias que preparan la vuelta al cole y encargan y reservan libros, libretas, cuadernos, carpetas y demás material escolar. Es momento, pues, para reivindicar el papel esencial que desempeñan esas librerías-papelerías de barrio en nuestra vida y que en las semanas previas al inicio de las clases hacen su particular, merecido y necesario agosto.

Lo más fácil y cómodo, por supuesto, es encargarlo todo a plataformas digitales o, en algunos casos, incluso al propio centro escolar: los hay que aprovechan para hacer caja con los libros y el material escolar del alumnado. También se ahorran algunos euros… a priori. Porque en la práctica, lo barato sale caro.

La papelería-librería de barrio es la que, cuando pasa el arreón del principio de curso, sigue abierta para ese menudeo que tan práctico nos resulta, desde los lápices, bolígrafos y rotuladores a los libros de lectura recomendada por los profesores o las fotocopias e impresiones de urgencia. ¡Qué cómodo es, entonces, tener una librería cerca del cole, del instituto o de casa! Sobre todo porque adaptan su horario para estar abiertas según las necesidades de sus clientela.

Ahora bien, si la parte mollar del negocio se la damos a esos amos del universo que, con sus beneficios, se embarcan en cuestionables viajes espaciales, es posible que, cuando vayamos en busca de la papelería una tarde de noviembre, nos la encontremos cerrada. Pero cerrada, cerrada. Cerrada del todo. ¡Con la falta que me hacía justo ahora! Dándole la vuelta al cuentito de Monterroso, cuando despertó, la librería no seguía allí: la habían cambiado por una tienda de estética donde ponerse las uñas de porcelana o por una peluquería cuqui para el cuidado de la barba. Porque, de momento, ni las uñas ni las barbas te las arreglan los Bezos del mundo. Aunque todo es cuestión de tiempo.

Comprar ahora el material escolar en las librerías-papelerías de barrio es una inversión que redunda en beneficio de todos. La experiencia y el conocimiento del librero ayudan a atinar con nuestras elecciones y a no hacernos perder el tiempo —y el dinero— con compras inútiles. Una buena recomendación literaria al año ya tiene más valor que el ahorro de un puñado de euros por la compra a través de las plataformas digitales.

Palau, en el Zaidín, me ha salvado la vida más de una vez.

 

Además, potenciar el comercio de cercanía también sirve para revalorizar nuestros barrios, que las tiendas abiertas aportan luz, alegría, confianza y seguridad.

Jesús Lens

De lo micro a lo macro

Hoy es un día clave. Otro más. Hoy se celebra el Consejo de Ministros del que deben salir las medidas económicas y financieras que contribuyan a mitigar los daños de la brutal crisis que se avecina. A evitar la ruina de miles de negocios, comercios, autónomos y pequeñas y medianas empresas.

En ese sentido, qué importante es que sigamos apoyando al pequeño comercio. Que compremos en las tiendas de barrio estos días. El pan, la carne, el pescado… Hay vida más allá de las grandes cadenas de alimentación. Y qué bueno ese llamamiento a que, cuando todo esto pase, sigamos invirtiendo en revitalizar la economía de nuestro entorno, en la medida de nuestras posibilidades. Comprar en las papelerías, eléctricas y ferreterías del otro lado de la calle; en los comercios de toda la vida. Tomar cañas, vinos y cafés en los bares de ahí abajo.

Aunque sigue habiendo quien no asume la gravedad de lo que estamos viviendo y trata de hacer la guerra por su cuenta, una inmensa mayoría de ciudadanos estamos siendo escrupulosamente responsables y concienzudos en nuestro día a día.

Tenemos que asumir que esto va a durar más de los quince días originalmente previstos. Lo estamos viendo en Italia, el espejo en que debemos mirarnos. Por esa misma razón, solo conseguiremos revertir el explosivo índice de contagios cuando el mayor número posible de ciudadanos nos quedemos en casa. China ha demostrado que es posible.

Ayer, el whatsapp y las redes sociales ardían de indignación con las actividades laborales de nuestro entorno que seguían funcionando de forma inaceptable e innecesariamente presencialista. Por desgracia, el egoísmo de unos pocos va a conllevar que las calles de nuestras ciudades y pueblos empiecen a presentar un aspecto militarizado dentro de poco, si los índices de contagio siguen disparados.

Microrresponsabilidad. Responsabilidad individual. Pero también hay que exigírsela a los de arriba. Apelar a la macrorresponsabilidad de nuestros gobernantes. Ojalá que el gobierno y la oposición, hoy, estén a la altura de las circunstancias. Es mucho lo que nos jugamos todos, más allá de partidismos e ideologías.

Jesús Lens