EL ROSTRO MÁS AMARGO DEL CÓMIC

Dedicado a Rash,

mi camello tebeístico.

Y a Frankie,

el también padre de nuestra (literaria) criatura en ciernes

 

 

Hoy publicamos esta doble página en IDEAL. Créanme, impreso, luce muuuucho mejor. Si pueden, no duden en comprar el periódico.

 

Desde que, en 1992, la novela gráfica «Maus» fuese galardonada con el Premio Pulizter, es un lugar común defender la seriedad de los tebeos, como si el galardón concedido a Art Spiegelmal por su recreación del Holocausto judío le hubiese terminado de conferir al llamado Noveno Arte su auténtica carta de naturaleza como disciplina artística adulta y apta para mayores.

 

Sin embargo, una visita a los templos egipcios de Luxor o a los museos en que se conservan los códices mayas acredita que el arte secuencial viene acompañando al ser humano desde que el hombre es hombre. Antes que la palabra fue la imagen y, por eso, históricamente ha sido habitual que las comunidades contaran sus avatares a través de historias secuenciadas en imágenes.

 

De ahí que, por ejemplo, la reciente publicación en España por parte de Panini de «11-M: la novela gráfica», con guión de Antoni Guiral y Pepe Gálvez y dibujo de Joan Mundet, no sea sino un hito más en la historia milenaria de la humanidad, narrada a través de imágenes. El álbum, que cuenta con un prólogo de Pilar Manjón, recrea los atentados de 2004 en Madrid a la vez que trata de rendir homenaje a las víctimas de la infame masacre. El punto de partida de esta novela gráfica es la sentencia dictada por el Tribunal, queriendo huir sus autores de cualquier polémica acerca de unos atentados que aún siguen ocupando las portadas de algún periódico. Pero, además, sus autores quisieron aportar algo más que la mera traslación de la sentencia a imágenes, por lo que crean a tres personajes ficticios que sirven para dramatizar la obra.

 

En el origen de este álbum se encuentra otro de similares características que, en EE.UU., fue un sorprendente best seller de muy largo recorrido: «El informe 11-S», una novela gráfica de Sid Jacobson y Ernie Colón, que en España también fue publicado por Panini y en cuya portada reza la siguiente leyenda: «El 11 de septiembre de 2001 fue un día de asombro y dolor sin precedentes en la historia. ¿Cómo ocurrió? ¿Cómo evitar que se repita semejante tragedia? Los diez miembros de la comisión recibieron el mandato de hallar las respuestas y efectuar las recomendaciones pertinentes. El 22 de julio de 2004 hicieron público su informe…»

 

Un cómic que contó con el aval tanto del presidente como del vicepresidente de la Comisión del 11-S, quienes escribieron un sentido prólogo para el mismo, en que señalaban: «nos complace… elogiar a los magníficos autores de esta novela gráfica por su fidelidad a las conclusiones, las recomendaciones, el espíritu y el tono general del informe propiamente dicho. Esta adaptación transmite buena parte de la información contenida en dicho informe.»

 

Paradójicamente, el 11-S devolvió al premiado Art Spiegelman al mundo de los cómics. En la presentación de su monumental «Sin la sombra de las torres», publicado por Norma Editorial, señala lo siguiente: «aquella mañana prometí volver a dedicarme a tiempo completo a los cómics, a pesar de que éstos pueden suponer un trabajo tan intenso que uno ha de asumir que vivirá eternamente para poder hacerlos… Había pasado gran parte de la década anterior al cambio de milenio intentando evitar hacer cómics, pero durante un tiempo desde 2002 hasta septiembre de 2003 me consagré a lo que se convirtió en una serie de diez páginas de gran tamaño sobre el 11 de septiembre y sus repercusiones».

 

El resultado, una abigarrada consecución de imágenes caóticas y sólo aparentemente sin sentido, repletas de mensajes, explosiones, dudas e interrogantes. Y una leyenda, tan enigmática como cierta: «Justo después del 11-S, mientras que esperaban a que algún otro terrorista dejara caer cualquier cosa, muchos encontraron consuelo en la poesía. Otros lo hicieron en los cómics de periódicos antiguos.»

 

Es muy llamativa esta alusión a los tebeos como vía para exorcizar demonios y vencer miedos. Exactamente lo que hace Ari Folman en la película de animación «Vals con Bashir», posteriormente convertida en un interesante y clarividente cómic, editado por Salamandra.

 

La historia parte de los sueños y la amnesia de los integrantes de un batallón de israelíes que participaron en la guerra del Líbano de 1982. El protagonista tiene sueños extraños y, por la noche, se le vienen imágenes sueltas a la cabeza. Sabe que estuvo en aquella guerra, pero no recuerda nada del frente ni de las batallas. Hasta que comienza a hablar con algunos de los compañeros de su pelotón. Y, como si de un puzzle se tratara, las piezas empiezan a encajar, hasta llegar al dramático desenlace en que se cuenta la brutal masacre de Sabra y Chatila, un genocidio ejecutado contra los palestinos refugiados en Beirut por parte de las Falanges libanesas cristianas, ante la pasividad de las tropas israelíes.

 

La aparición de «Vals con Bashir» provocó una enorme polvareda, al remover turbios asuntos de un pasado sangriento en que estuvo directamente implicado Ariel Sharon. Y es que, sea por acción o sea por omisión, la corresponsabilidad de los crímenes de guerra puede tener alcances inusitados.

 

Otro de los frentes bélicos que mantiene abierto Israel, el conflicto con Palestina, fue tratado a través de las viñetas por Joe Sacco, periodista, guionista y dibujante nacido en Malta, pero que actualmente reside en EE.UU. «Palestina: en la franja de Gaza» es un diario de viajes en que se cuenta la primera intifada de los seguidores de Arafat contra los israelíes, vivida en primera persona por un Sacco que se pasó dos meses de comienzos de los años noventa en la zona, hablando con distintas personas y dejando testimonio de los anhelos, las frustraciones y los sufrimientos del pueblo palestino.    

 

En otro de los conflictos de Oriente Medio están basados los cuatro álbumes de «Persépolis», de la artista iraní Marjane Satrapi. Dibujada con un trazo deliberadamente naif, lo que hace contrastar la inocencia de las imágenes con la dureza de los contenidos, la novela gráfica de Satrapi cuenta la llegada al poder de Persia de los fieles al Ayatolah Jomeini y las contradicciones que la imposición de una teocracia supuso en una sociedad que abjuraba de la tiranía impuesta por el Sha, pero que se encontró con el involucionismo integrista de los barbudos. Y, de inmediato, la guerra contra el Irak de Saddam Hussein.

 

Y todo ello contemplado desde la óptica de una niña que se convierte en adolescente y, después, se marcha a estudiar a Austria. Una niña que no entiende nada de lo que ocurre en su país. No entiende las contradicciones de sus padres, progresistas, que se alegran por la caída del Sha, pero detestan el rumbo que la Revolución impone a unos ciudadanos que cada vez tienen menos derechos y que terminan convertidos en esclavos de un sistema teocrático en el que, desde entonces, Estado y Religión han caminado de la mano, como las recientes elecciones iraníes han vuelto a demostrar.

 

El mismo Joe Sacco ha tratado en viñetas, de forma amplia y prolija, otro de los conflictos bélicos más recientes: la guerra de los Balcanes. Tanto en «Gorazde: zona protegida» como en «El mediador», Sacco utiliza las mejores técnicas periodísticas para hacer un acercamiento lo más objetivo y riguroso posible a una de las guerras más salvajes y crueles del siglo XX.

 

En «Gorazde: zona protegida», el autor cuenta su experiencia en un pequeño pueblo de Bosnia en que residió durante el conflicto, a través de las conversaciones que mantuvo con sus habitantes. «El mediador», por su parte, subtitulado como «Una historia de Sarajevo», narra la vida de un ex-soldado que se dedica a guiar a los periodistas por la ciudad sitiada. A través de numerosos saltos en el tiempo, Sacco aprovecha para desgranar la historia de algunos de los más conocidos líderes de las milicias bosnias, demostrando que la línea que separa a los héroes de los canallas es muy liviana.     

 

Además de estos dos trabajos de carácter eminentemente periodístico, Sacco ha trabajado en otras historias que, reunidas en un tomo titulado «El final de la guerra», son más narrativas, incorporando elementos de ficción, humor negro y una ácida y corrosiva visión del ser humano, siempre con el conflicto de los Balcanes en el horizonte.

 

Y, para terminar, nos tenemos que hacer eco del anuncio de un sorprendente lanzamiento en formato de cómic, previsto para otoño: la versión en viñetas del Génesis bíblico, interpretado por el gran Robert Crumb y al que ha dedicado cuatro largos años de intenso trabajo. El legendario dibujante underground promete no dejar indiferente a nadie en una obra que ya se publicita con esta sugerente leyenda: «El primer libro de la Biblia, explícitamente dibujado. ¡No se ha dejado nada fuera!».

 

Efectivamente. Manteniéndose radicalmente fiel al material original, Crumb publica una historia repleta de incestos, asesinatos, adulterios y todos esos escabrosos detalles que han colaborado a que el Génesis sea una lectura apasionante para todos los públicos, y no sólo para los creyentes.

 

Como hemos podido ver, el mundo de los tebeos tiene una amplísima y generosa oferta de títulos que, a través del arte secuencial, nos hablan de algunos de los asuntos más serios y actuales que afectan a nuestro mundo. La combinación de imágenes impactantes y textos precisos hace que las viñetas se conviertan en un medio idóneo para contarnos, de forma muy visual, esas historias que nos interesan, nos conmueven y, en ocasiones, nos conmocionan.

 

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.

BIENVENIDOS, MR. OBAMA & MR. BATMAN

Arden los Foros con las más malévolas interpretaciones a costa de esta viñeta de Ricardo, en El Mundo.

 

¿Se ha transmutado la España de ZP en un cruce entre el «Bienvenido Mr. Marshall» de Berlanga y las dotes orales de aquella Mónica de grato recuerdo?

 

Por cierto, que no es San Barack Hussein el único americano que viene a salvarnos de los terrores del siglo XXI.

 

Miren quién viene a proteger las góticas torres de la Sagrada Familia…

 

Directamente, desde Gotham City, tenemos a «Batman en Barcelona», con portada de Jim Lee y ejecución de Mark Waid y Diego Olmos.

 

¡USA al rescate!

 

Jesús Lens, admirador de los Superhéroes.

WATCHMEN. LA PELÍCULA

Han sido muchos, muchos años de angustiosa espera. Muchas dudas, inquietudes y zozobras. Porque, cuando se anuncia que uno de tus libros favoritos va a ser llevado al cine, te asaltan sentimientos contradictorios. ¿Quién? ¿Cómo? ¿Cuándo?

 

Aún recuerdo, en aquel aula de Derecho, la estupefacción que nos asaltó a Jorge y a mí cuando leímos en el periódico (entonces no había Internet y de estas cosas también te enterabas por la prensa) que Tom Hanks iba a encarnar a nada menos que el Amo del Universo, Sherman McCoy, en la adaptación cinematográfica de «La hoguera de las vanidades», que filmaría Brian de Palma.

 

Entonces, Hanks todavía no había desembarcado en Normandía, no había corrido miles de kilómetros como Forrest Gump ni había desentrañado el Código Da Vinci. Era un melifluo e insignificante actorcillo, protagonista de comedias estúpidas y sin gracia. ¡Qué indignación! ¡Que enfado!… y qué falta de visión de futuro, la verdad.

 

Por eso, cada noticia sobre la adaptación cinematográfica de una de las piedras angulares de mi canon libresco, «Watchmen», era acogida con la misma carga de excitación y de temor reverencial. Han sido muchos nombres los barajados a lo largo de estos años para poner en imágenes esa obra maestra de Alan Moore y Dave Gibbons.

 

En su momento, la adaptación de otro tebeo de Moore, «V de vendetta», ya me dejó un excelente sabor de boca. Sí. Los tebeos, por densos y complejos que sean, se pueden adaptar bien al cine, cuando hay talento a la hora de escribir el guión y de situarse tras la cámara.

 

La controvertida, discutida y tan alabada como denostada «300», de Zack Snyder, nos hizo pensar, por fin, que esta vez sí. Que «Yes, he can». Porque el elegido para afrontar uno de los retos fílmicos más importantes de este arranque del siglo XXI fue el director de la adaptación al cine de la epopeya espartana de las Termópilas, dibujada por Frank Miller y Lynn Varley.

 

Y fueron llegando noticias. E imágenes. Y aquel primer trailer, espectacular, en Alta Definición. Y empezamos a soñar. Porque tenía muy buena pinta. Excelente. Y después, este segundo trailer. Y una fecha: 03.06.09. Que no era el 3 de junio, sino el 6 de marzo. O sea: ayer.

 

Nos juntamos una buena y variopinta tropa para ver «Watchmen». Unos hemos leído el tebeo. Varias veces. Y lo adoramos. Otros llegaban limpios de polvo y paja al cine. Tres horas después, tomando unas populosas y nutridas Alhambras Especiales en el bar del O2, el veredicto era (casi) unánime: ¡Sí!

 

¡»Watchmen» es, también, una grandiosa película!

 

No me atrevería a decir que es una obra maestra. O quizá sí. Cuando la vuelva a ver. Más tranquilamente. Es, por supuesto, la más fiel adaptación del tebeo que imaginarse pueda. Los personajes, la estética, el espíritu… todo está ahí, por mucho que Alan Moore, para variar, haya renegado de la adaptación cinematográfica.

 

Y no es una película fácil, que conste. A algunos les pareció algo indigesta la mística del Dr. Manhattan y hay quién considera que el culebrón sobre la paternidad de Espectro de Seda II era algo redundante. En algunos momentos puede bajar el ritmo y la parte de la Antártida puede llegar a hacerse algo larga.

 

Personalmente, nada de ello me pareció así. Todo encaja como un puzzle e incluso el protagonismo final de uno de los personajes más aparentemente inanes de la historia está perfectamente tomado del giro final, brutal e inesperado, del tebeo.

 

Así que, a la espera de vuestros comentarios y del necesario debate que espero se genere sobre una de las grandes películas del año, diré que de «Watchmen», como del cerdo, me gusta todo. Hasta sus andares. El cásting, perfecto. El diseño de producción, impecable. La presentación de la historia y de los personajes, a través de una canción mítica como el «The times they`re changing» de Bob Dylan, sensacional.

 

Y, por supuesto, Rorschach.

 

Me manda Frankie un mensaje:

 

«Qué grande es Rorschach…

 

BÚHO NOCTURNO: Deberías abrigarte más.

RORSCHACH: (Subiéndose el cuello de la chaqueta): Estoy bien así.

 

Como diría Enrique V. Vegas… «No se puede molar más»

 

Y tanto.

 

Terminamos con otra impagable frase de ese enjuto, duro e insobornable pelirrojo, cuando le meten en la cárcel y los presos amenazan con torturarle y matarle, por ser el justiciero que les enchironó en su día: «Todavía no os habéis enterado. Yo no estoy encerrado con vosotros. Sois vosotros los que estáis encerrados conmigo».

 

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.

 

¿Who watch the Watchmen?      

CARLOS GIMÉNEZ

Fue en mi primera Semana Negra. Le conocí en la caseta de Negra y Criminal, de la mano de Paco Camarasa. Entonces no había leído nada de él y me intenté justificar diciendo algo así como que a mí me gustaban más los libros que los tebeos.

 

  • – Es que los tebeos son libros – me dijo Giménez, dejándome mudo de vergüenza.

 

Reparen es que he dicho que esta salida de pata de banco la perpetré en mi primera Semana Negra. Es decir, que todavía estaba por desbastar, pulir y educar. Entonces aún creía en categorías, etiquetas, géneros y diferentes gradaciones literarias.

 

Vamos, que era un idiota.

 

Gracias al magisterio del Jefe Taibo, Justo Vasco, Cristina Macía y el resto de la manada negra, vi la luz y, desde entonces, lo único que distingo es entre buena y mala literatura, teniendo en cuenta que la buena es la que a mí me gusta, me divierte y me apasiona mientras que la mala es la que me aburre, me hastía y me cansa.

 

Años después de aquel desdichado encuentro, me hice con una edición muy especial de la más conocida obra de Carlos Giménez: «Todo Paracuellos» que, con prólogo de Juan Marsé, fue editado por Random House Mondadori.

 

Paracuellos.

 

Un nombre con resonancias.

 

Recuerdo que Gonzalo, colega de mi amigo Briones y un adicto a los tebeos, hablaba maravillas del Paracuellos.

 

Y no es para menos.

 

Aunque debo confesar que, a mitad del tercer álbum, tuve que interrumpir su lectura. Porque, por las noches, los niños del Auxilio Social creados por Giménez se me aparecían en sueños. Y no es ninguna exageración o recurso literario. Lo juro. Me pasaba las noches viviendo las aventuras de esos chavalitos pelones, con orejas de soplillo, ojos soñadores, pecas en la cara, tirillas por piernas bajo sus pantalones cortos.

 

¡Qué duro, todo lo que cuenta Paracuellos! Los sueños rotos, las decepciones, las lágrimas, las frustraciones y la violencia de unas vidas muy difíciles, en la España de los años 50. Vidas cotidianas de unos niños para los que un tebeo del Cachorro o una pelota de fútbol hecha con trapos eran tesoros de valor incalculable.

 

Y, después, los mayores. Los adolescentes que, en los Hogares del Auxilio Social imponían una férrea dictadura y, por supuesto, los maestros tiránicos, que aplicaban algunos castigos a los niños que ni el más rebuscado de los torturadores…

 

Pero todo ello contado con una ternura y con una capacidad de empatía por parte de Carlos Giménez que, como antes dije, conseguía encastrar a sus diminutos personajes en mis sueños.

 

Hace unas semanas se ha constituido una Plataforma para que a Carlos Giménez le sea concedido el Premio Príncipe de Asturias de las Artes.

 

Por supuesto, me sumo a dicha iniciativa.

 

Y os invito a todos a que, a través del mail encuentros@semananegra.org hagáis lo mismo. Los niños de Paracuellos bien que se lo merecen.

 

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.