Yo no presto libros. Es un hecho. Lo sabéis. Nunca. O casi. En justa correspondencia, ni pido libros prestados ni suelo aceptarlos. Porque soy un desastre, tardo mucho en leerlos y, sobre todo, en devolverlos.
Además, como uno ya tiene sus gustos e intereses literarios más o menos definidos y una cantidad ingente de libros pendientes de leer; pues eso. Que no.
Sin embargo, en ocasiones, me dan sorpresas. Agradables. Y ponen en mis manos libros de los que no había oído hablar o que, en su momento, dejé escapar. Libros que se cuelan en mi vida lectora y que piden a voces ser leídos de inmediato, antes que otros.
Por ejemplo… ¡un Compacto de Anagrama!
Anagrama fue, durante años, mi editorial de cabecera y, en mi biblioteca personal, los libros amarillos y blancos de Kerouac, Auster, Wolfe o Capote tienen un lugar destacado.
Por eso flipé con “El bosque de los zorros”, escrito por un tipo llamado Arto Paasilinna, del que jamás había oído hablar.
Cuando leo libros, divido a sus personajes en dos categorías: aquellos con los que me Embarraría sin problemas y me hartaría de Alhambras Especiales; y aquellos otros con los que no me gustaría compartir ni el aroma de un precipitado café mañanero.
Oiva, Sulo y la nonagenaria Naska son de los primeros.
¡Qué tipazos!
¡Qué personajes, bigger than life, capaces de coger las riendas de sus destinos con sus propias manos y cambiar el curso de sus vidas, pasando de convenciones y de dictados sociales! Tipos libres, valientes y arrojados que terminan conviviendo en Laponia un sueño que solo en sueños era (im)posible.
Un refinado ladrón, un brutote militar alcohólico y una indómita nonagenaria, junto a un puñado de entrañables secundarios, protagonizan una novela libertaria cargada de humor, acción, tensión y, sobre todo, de ternura. De ternura por esas personas que desbordan los límites y deciden sacarle todo el jugo a eso que se ha dado en llamar… ¡la Vida!
Y la otra novela que he leído del tirón, prácticamente devorado, ha sido “El curioso incidente del perro a medianoche”, de Mark Haddon. Una novela que en su momento fue muy comentada, leída y reseñada, al estar protagonizada por un niño autista que, por tanto, tiene una visión absolutamente única y personal del mundo y de las personas que lo habitan.
A partir de la investigación que Christopher emprende, a sus quince años, para saber quién mató al perro de su vecina, la novela avanza entre conversaciones, descubrimientos, agobios, chillidos y angustias provocados por un mundo que le resulta tan hostil como desconocido. Una estupenda novela que navega entre la capacidad de sorpresa del niño y sus ansias de superación. Entre sus miedos y su indignación.
Y está, también, la ternura.
Y el amor. El amor por la verdad. El amor por la justicia. El amor por los números, el amor por el orden y el amor por las personas. Si es que puede haber diferencias.
El amor por las (buenas) historias. El amor por los personajes más interesantes. El amor por contar.
Dos novelas solo aparentemente muy diferentes entre sí, que me han acompañado durante a mi viaje a Persia.
Dos novelas que te hacen disfrutar y compartir la vida de esas personas inconformistas y valientes que no se conforman con las cartas que les han tocado de mano, en esa partida que es la Vida. Y que se revuelven, luchan y pelean por cambiarlas. Y, después, saben cómo jugarlas de la mejor manera posible, hasta conseguir lo que quieren, lo que desean y lo que se han propuesto.
Porque no hay límites, frenos ni barreras para las personas que saben lo que quieren y tienen el coraje de luchar por conseguirlo.
¡Así sí lee uno libros prestados, oiga!
En Twitter: @Jesus_Lens
A ver, los anteriores 7 de abril: 2008, 2009, 2010, 2011 y 2012.