Si los vaticinios que hace la Federación Provincial de Comercio llegaran a cumplirse y la apertura del Centro Nevada conllevara la destrucción de 17.000 puestos de trabajo, estaríamos hablando de una tragedia de una magnitud insoportable. (Leed aquí la información)
Permítanme que me muestre escéptico con respecto a tan funestas previsiones. Y es que, cada vez que se produce en la sociedad un cambio disruptivo siempre nos ponemos en lo peor, apocalípticos perdidos. Pero sí es cierto que la apertura de ese nuevo Leviatán va a cambiar las cosas. Como en su momento lo hicieron el modelo de El Corte Inglés, Carrefour o Mercadona, sin ir más lejos. Y de todo ello hablo en mi columna de hoy de IDEAL.
Les guste más o les guste menos a los pequeños comerciantes, lo del Nevada es la plasmación práctica del cuento del Monterroso: una mañana, cuando despertemos, el dinosaurio estará ahí. Con las fauces abiertas y con hambre. Con mucha hambre.
Decir que los pequeños comercios tendrán que reinventarse es una tautología, que el sector lleva en ello toda su vida. Especialmente, desde el estallido de la Crisis. Por supuesto, hay pequeños comerciantes más abiertos al cambio y otros más reacios, que meterlos a todos en el mismo saco es un ejercicio de futilidad gratuita sin mucho sentido.
Pero ¿y qué pasa con la responsabilidad social de los clientes? No hay nada más triste que una calle con la mayoría de sus locales comerciales vacíos, cerrados, sucios y abandonados. Y, más allá de la estética y de lo puramente emocional, vivir en un entorno comercial pobre empeora la calidad de vida de las familias y le resta valor patrimonial a viviendas e inmuebles.
Los argumentos a favor y en contra de comprar y consumir en centros comerciales o en tiendas de barrio son conocidos por todos y los hemos utilizado una y mil veces. Pero la próxima apertura del Nevada es una buena excusa para reflexionar sobre la importancia del pequeño comercio en nuestra vida cotidiana.
Importancia cuantitativa (puestos de trabajo, cotizaciones a la seguridad social, impuestos, generación de riqueza…) y cualitativa, como elemento vertebrador de la comunidad.
Es cierto que es más cómodo y más sencillo centralizar las compras o hacerlas por Internet. Y más barato. Pero al salir o volver hoy de su casa, échenle un vistazo al barrio y piensen en cómo sería con la mitad de sus tiendas cerradas y los locales vacíos.
Jesús Lens