El discurso del Rey

Había que decirlo y lo ha dicho, alto claro. Que nuestros representantes políticos e institucionales no conviertan España en un país de unos contra otros, ya que debe ser un país un país de todos y para todos. Estoy de acuerdo y muy de acuerdo con dicha aseveración, pronunciada por Felipe VI en la apertura de las Cortes.

El Rey reclamó que la legislatura sirva para recuperar la confianza de los ciudadanos en sus instituciones y, además de desear suerte a Pedro Sánchez en su mandato —recordemos el célebre “ha sido rápido, el dolor viene después”— señaló a los legisladores que ha llegado la hora de la palabra, del argumento y de la razón. De guardarse el respeto recíproco que nos merecemos los españoles.

Hay un grupo de diputados a quienes todo ello les ha resbalado, ya que no estaban en el hemiciclo para escucharlo: los independentistas. Una pena, la verdad. Porque la sensatez del discurso del rey me parece imprescindible, aportando unas gotas de serenidad a este ambiente tan crispado que deberían ser más que bienvenidas.

Que el rey no les representa, dicen. ¡Cómo si a los andaluces nos representaran los insolidarios diputados nacionalistas catalanes que nos tildan de vagos impenitentes y de lastre para su economía, por ejemplo! Este es el sistema constitucional mayoritariamente votado por los españoles y del que dimana el ordenamiento jurídico por el que nos regimos. El que nos ha dado estabilidad y seguridad en los últimos cuarenta años. Que será mejorable, por supuesto, pero que a mí me da mucha más confianza que las iluminadas veleidades políticas de tanto listo que anda por ahí suelto. Y escapado.

Simpatizo mucho más con la contradicción intrínseca de los representantes de Unidas Podemos, cuyos ministros han aplaudido el discurso del rey, a pesar de ser mayoritariamente republicanos, mientras que sus diputados electos han permanecido con las manos en los bolsillos. Sin jalear las palabras del monarca, pero escuchándolas en respetuoso silencio. Como los diputados del PNV.

Respeto. Diálogo constructivo. Voluntad de mirar hacia delante. Recuperar el crédito en la clase política, ahora que es una de nuestras máximas preocupaciones. Verdades a recordar, las diga su porquero o el mismísimo Agamenón.

Jesús Lens

CON 2011

La columna de hoy de IDEAL, la hemos hecho raruna y distinta. A ver si os gusta.

Para su última columna del año, titulada “(Des)propósitos”, Juan José Millás utilizó única y exclusivamente 121 palabras que comenzaban por “des”, empezando por “desteorizarme” para acabar con un prometedor “deslumbrarme”. Millás consiguió un juego literario, un tour de force lingüístico tan ingenioso como clarividente: hay que tener una autoconciencia muy desarrollada, meditada y lúcida para saber lo que queremos dejar de ser en nuestra vida.

Tras leer los deseos de cien granadinos de referencia en el IDEAL del domingo, andaba yo pensando en los retos granadinos para el 2011 cuando, por arte de birlibirloque, empezaron a surgirme palabras que comenzaba por “con”. La primera, “conciencia”. O cobramos conciencia de que esto nunca volverá a ser lo que fue o seguiremos cometiendo errores de bulto, en todos los frentes y ámbitos de nuestra vida personal y profesional. Cuando pase esta crisis, que terminará pasando, nada será igual. Ni parecido, seguramente. ¿Lo contemplan nuestros munícipes, los que están y aspiran a estar? ¿Tenemos un proyecto de ciudad del futuro? A la ciudad metropolitana, me refiero.

Pachamama, danos consciencia

El concepto. Lo importante es el concepto.

“Confianza”. Una de las palabras de moda. Confianza en nosotros mismos y en nuestras capacidades. Confianza para emprender nuevos retos y poner en marcha ideas y proyectos. Y convencimiento. De que lo conseguiremos. De que sí se puede. Yes, we can. Conversación. Concertación. Consenso. Contraste. Contrato. Concesión. Confluencia. Conciliación. Concordia. Concurrencia. Constancia. Contacto. Contribución. Consideración. Congruencia. Conjunción. Convergencia. Si queremos poner a Granada en vanguardia, hay que desterrar el proverbial caínismo de nuestra tierra y exigir de nuestros representantes grandes acuerdos de máximos que desenquisten decenas de asuntos pendientes, mareados hasta lo indecible en consejerías y concejalías de todas las filiaciones políticas.

A un futuro brillante, optimista y prometedor no se llega: se conquista. Además de exigirlo, hay que pelearlo. Para conseguirlo, hay que trabajarlo. Hay que dejar atrás el conservadurismo, la confusión, la confrontación, el conformismo, las contradicciones, las convulsiones, los contubernios, los contenciosos, las confabulaciones y los conatos de conflictividad que contaminan y contagian hasta las mejores intenciones, condenándonos al ostracismo. Hay que tener una concepción valiente, emprendedora e innovadora de nuestra vida. Todos contamos. El conjunto de la ciudadanía. Cambiemos la vida contemplativa por la vida constructiva. Menos pelear a la contra y más consolidar y cohesionar al conjunto de la sociedad.

Cohesión

En conclusión y concretando: el concurso de todos será requisito imprescindible para la consecución de la sociedad del conocimiento que nos conduzca a un futuro confortable y que confirme la construcción de una Granada para la convivencia, integradora, contemporánea, moderna y atractiva.

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.