Todavía no me lo creo. Lo he leído, lo he releído y todavía no me lo creo. Toque de queda. ¿Sonará algún tipo de alarma, minutos antes de las once de la noche, advirtiendo al personal que tiene que volver a casa? ¿Patrullará las calles el ejército para asegurarse de su cumplimiento?
No sé si les pasó a ustedes, pero yo fui especialmente consciente de lo que supuso el confinamiento cuando empezó la desescalada y las salidas a la calle estaban tasadas. Cuando no se podía salir, lo asumimos y lo cumplimos. Nuestros mecanismos mentales nos defendieron y nos organizamos para vivir entre cuatro paredes de la mejor manera posible. La magnitud de lo que supusieron aquellas semanas llegó después, cuando únicamente estaba permitido salir a unas horas determinadas y solo se podían ocupar las terrazas de los bares.
Volvemos a estar en una situación muy parecida a aquella. Del reloj no marques las horas pasaremos a poner mil y una alarmas en el móvil que nos recuerden en qué momento vivimos. O quizá no. Quizá empecemos a hacerle caso a las autoridades sanitarias y, sin necesidad de confinamientos ni cierres perimetrales, optemos por quedarnos en casa de una maldita santa vez.
Granada venía marcando unas cifras de contagio muy preocupantes desde el verano, cuando acumulábamos la mitad de los brotes de Andalucía. Pero ha dado igual. Todos los que debían haber actuado antes han hecho oídos sordos. Era más fácil mirar a otro lado y esperar a que escampara. Hacer como que la vida seguía igual. El mejor ejemplo de dicha actitud lo tenemos en el propio alcalde de la capital: incluso cuando la UGR ya estaba cerrada por orden gubernamental, Salvador seguía proclamando que Granada era una ciudad segura.
Aquí ha habido dejación de funciones. Alguien debería investigar por qué no se han tomado según qué decisiones y si en este abandono ha influido la guerra abierta entre la comunidad de Madrid y el gobierno central.
Ayer se comunicó un dato estremecedor: 11 personas fallecidas por Covid en nuestra provincia. ¡En un solo día! A estas alturas, llevar la cuenta de los brotes, incluidos los de las residencias de mayores, es misión imposible. Estamos en el peor de los escenarios posibles.
Por supuesto, hay quien ve mal el toque de queda. No esperábamos menos en esta tierra de Don Tancredos, quieto parao todo el mundo, impasible el ademán.
Jesús Lens