Vaya por delante que no me gustan los diminutivos. Cómo será la cosa que ni siquiera ahora que lo ha admitido la RAE me veo usando el socorrido ‘finde’. Para mí, un fin de semana es algo demasiado serio e importante como para despacharlo de forma frívola. Así las cosas, se me ha hecho raro escribir ‘Consti’ en el titular de esta columna, pero yo, por un juego de palabras, mato.
Entre mis pasiones bibliófilas no se encuentra la busca y captura de primeras ediciones. Sin embargo, hace unos años, en la Feria del Libro Antiguo y de Ocasión sentí una enorme emoción al tener en mis manos una primera edición de la Constitución de Cádiz de 1812. No era precisamente barata. Dudé. Me debatí interiormente con la misma ferocidad que un atormentado personaje de Dostoievski… y terminé por devolvérsela al librero, marchándome de Puerta Real con los hombros encogidos y las manos en los bolsillos.
Tiempo después, en Cádiz, entregado a una larga y completa visita temática a los espacios relacionados con la Pepa, me maldije mucho y bien por mi prudente tacañería. Habría sido toda una experiencia leer aquel magno documento frente al soberbio Monumento a las Cortes, paseando por la Alameda o en el recogimiento inmersivo que proporciona el oratorio de San Felipe Neri donde se debatió el articulado del texto constitucional. (Aquí conté aquel viajecillo tan chuli)
Uno de los efectos colaterales de la Cosa ha sido que este año infausto hablemos más que nunca de nuestra Constitución. La actualmente vigente. La del 78. Qué es y qué no es constitucional forma parte del debate cotidiano, desde los límites del estado de alarma a los confinamientos perimetrales, pasando por el lenguaje vehicular y la organización del poder judicial; amén de las pertinaces tensiones nacionalistas.
Desde mis años de carrera, empapándome de derecho constitucional, nunca había tenido tan presente el texto básico y esencial por el que se rige nuestro ordenamiento jurídico. Con el frío que hace y confinados en nuestros municipios, no estará de más dedicarle un rato de lectura y reflexión a la Constitución del 78. Para unos, ha envejecido mal, como ciertas películas. Para otros, ya nació coja. Manca, incluso. Los hay, en fin, que lo consideran un texto traicionero.
Es muy posible que necesite una mano de chapa y pintura en algunos aspectos, pero con sus defectos, la Consti nos ha deparado 42 años bastante aceptables. ¡Que conste!
Jesús Lens