ADN con historias

Les contaba hace unos días que tuvimos una larga conversación con Patrick Radden Keafe, periodista de investigación de The New Yorker, en la que salió a relucir eso tan complicado del proceso creativo. El periodista norteamericano no cree en salir a buscar historias. Las historias le llegan a través de lecturas y conversaciones. De referencias a personajes aparentemente secundarios. De personas que te hablan de otras personas. 

Sobre todo insistió, eso sí, en la importancia de contarlas bien. “Llevamos en los genes absorber información si viene en forma de relatos. Nos gustan los mitos y las leyendas. Soy un gran creyente en el poder de la narración, en seducirte contándote una historia. Si la narrativa me seduce, no dudaré en acompañarte”. 

Eso vale tanto para la ficción como para la no ficción, el género que trabaja Radden Keafe. Como periodista de investigación, hay historias para las que necesita un puñado de páginas más o menos largo en The New Yorker y otras que le piden, casi que le exigen y le demandan formatos mucho más extensos. Como su famosa ‘No digas nada’, sobre los ‘troubles’ en Irlanda o la recién publicada ‘Cabeza de serpiente’, ambas publicadas por Reservoir Books.  

Su pasión por narrar bien le viene de crío. “Crecí con una madre y un padre que me contaban historias y lo tengo incrustado”. De ahí que el formato tampoco le importe. Artículos, libros, podcasts, documentales… Mientras la historia fluya…

Ahora que tanto hablamos de la IA generativa… ¿cómo se las apañaría para encontrar y contar esas buenas historias de las que habla Patrick? En los bares, como que no… ¿Cómo detectar que detrás de un nombre que aparece en los márgenes de una noticia puede haber escondida una bomba de relojería? ¿Y cómo completaría una investigación que fuera más allá de buscar, copiar y pegar lo que hay en internet? Dando por hecho que sepa discriminar los datos ciertos y los hechos contrastados de la morralla sin fundamento, por supuesto. ¿Cómo se ganaría la confianza de las fuentes y trabajaría con ellas?

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Pienso que, cuanta más confusión, ruido y furia hay ahí fuera, más importante que nunca será contar con buenos buscadores, elaboradores y contadores de historias. Y, de momento, el factor humano seguirá desempeñando un papel esencial en todo ello.

Jesús Lens

Los empleos del futuro

El viernes merendaba unas ciruelas enfrente de un jazmín. Estaba a gusto y relajado. Había barrido el patio y no quedó una sola florecilla blanca en el suelo. Como me he dejado una barba efímera —por dejadez y abandono, no de las modernas y juveniles— empecé a mesarme el mentón. Y a pensar. En esta columna. 

¿Hace cuánto escuché por primera vez eso de que la mayoría de las profesiones de dentro de veinte años aún no se han inventado? Lo mismo hace veinte años, ya. Y aunque las cosas han cambiado una barbaridad, quizá no haya sido para tanto. 

Lo que me hace feliz no es tan diferente antes y ahora. Comer fruta al frescor del Poniente, por ejemplo. Una cerveza fría y un espeto de sardinas recién salido de las brasas. Leer el periódico tomando café y una novela sentado en el rebalaje. Nadar en las aguas abiertas del Mediterráneo. Ver el cielo incendiarse en colores a la caída de la tarde mientras mientras doy una vuelta…

Si tuviera que apostar por las profesiones del futuro, dadas mis nulas dotes de Nostradamus, miraría cuáles son nuestras necesidades básicas y qué nos da placer. Y tiraría por ahí. Además de comer y beber, de vestir y estar sanos, será necesario que nos cuenten historias. Cuentos y relatos. Cambiarán los formatos, las técnicas y los procesos, pero esa necesidad siempre nos acompañará. 

Necesitamos cosas bellas a nuestro alrededor para darle sentido a lo que hacemos. Sensaciones y experiencias que alimenten nuestros sentidos. Vivirlas en primera, segunda o tercera persona.

En esas estaba cuando vi el suelo lleno de florecitas blancas, otra vez. Y una alerta en el móvil. Lo de Rusia y el gas. Entonces eché de menos tener una buena barba, a lo Dostoievski, para mesármela con auténtica preocupación. 

Jesús Lens