Correr… y contarlo

Dedicado a Murakami.

 

Y a los cientos de corredores populares

que nos estamos apuntando,

ya,

a la XXVI Edición del Gran Premio de Fondo

de la Diputación de Granada.

.

Leíamos este fin de semana un desgraciado artículo en el que su autor despotricaba contra lo que él considera una moda pasajera: que quiénes corremos, al terminar nuestra dosis de ejercicio, lo contemos.

Ya empieza con mal pie un artículo que arranca jactándose de no haber leído un libro, en este caso, “De qué hablo cuando hablo de correr”, de Murakami. (Yo sí lo he leído. Y lo recomiendo) Y después, el humor, la sátira, la exageración y la crítica hacia todos los que cuentan cómo se untan el gel, se atan las zapatillas, estiran, calientan, etcétera. El señor Drake se queja de que… ¡hasta cuentan cuando no corren! De hecho, se llega a cuestionar si todos los que escriben de correr, corren en realidad.

 Murakami correr

Según el autor, toda esta palabrería barata y compartida es un ejercicio ocioso: para quienes no son aficionados al atletismo, correr un kilómetro es una hazaña y, por tanto, ni entienden ni les interesan nuestros ritmos, progresiones, lesiones, aceleraciones, tiradas, entrenamientos o competiciones.

Y, para los que saben del tema, al mostrarnos ufanos por haber cumplimentado 10 kilómetros en 50 minutos, lo único que hacemos es el ridículo, al demostrar y proclamar que no somos más que unos miserables pisa-parques y unos fracasados atléticos. Unos quiero y no puedo.

El señor Drake termina su artículo dándonos un consejo: “corran, señores, corran mucho que es bueno para muchas cosas y además es barato… pero por favor dejen las redes sociales para disciplinas que se le den un poco mejor y de las que realmente puedan presumir”.

Murakami corriendo camino de Maratón
Murakami corriendo camino de Maratón

Y ahí es donde el artículo termina de pinchar en hueso, levantar ampollas y herir sensibilidades. Al menos, la mía. Y mira que está insensibilizada…

¿Por qué cuento yo mis recorridos, sucedidos y vivencias, corriendo; habiendo llegado al extremo de dar vida a ese Señor G, el Garmin, que me marca los ritmos, los recorridos, los kilómetros, los desniveles y las pulsaciones?

Por dos razones.

La primera, por orgullo.

La segunda, por satisfacción.

Y no me refiero al orgullo y satisfacción que embarga a su Majestad, en el ejercicio de su cargo, en Nochebuena.

Me refiero a sentimientos auténticos, de los de verdad.

Orgullo, porque cada vez que salgo de casa, con mis zapatillas, al trote cochinero; estoy venciendo la molicie, la indolencia y mi innata predisposición a la pereza, al tumbing y a la internacionalmente conocida (y extendida) afición masculina al Egg’s rasking.

¿Y no lo voy a contar?

Murakami estirando
Murakami estirando

Pues claro que sí. ¡Faltaría más! Porque es motivo de orgullo y porque, al leerlo, hay que gente que se pica. Y que, en vez de comer ajos, hace de tripas corazón y se echa a los caminos. Las Redes potencian el efecto arrastre y la imitación de comportamientos. Así que, si hay un grupo de aficionados al running que, en vez de animar a la gente a comprar, consumir o gastar; animan a hacer deporte… ¡bienvenido sea!

Muy al contrario de la peregrina teoría que plantea Mr. Drake, ojalá cada vez más gente contara las cosas intrascendentes, pero buenas, sanas y productivas que hace. Cosas sencillas, en las que no somos expertos, pero en las que volcamos nuestra mejor voluntad, nuestro tiempo y nuestro esfuerzo.

Para recomendar un libro, una película o un disco; no hay que ser un reputado crítico. Y cada hora invertida en leer, en escuchar música o en ver cine; es una hora arrancada a la monotonía de una existencia vacua, vacía, sosa y aburrida.

¡Me gusta saber lo que leen mis contactos del Facebook! ¡Me gusta saber lo que ven mis Seguidos en el Twitter! Me gusta saber que mi amigo Lucas, aunque se haya pasado todo el partido sentado en el banquillo y no haya rascado bola, el lunes volverá a entrenar con su equipo de Regional, en un campo de hierba artificial que, hasta hace nada, era de tierra.

Murakami fortaleciendo
Murakami fortaleciendo

Y por eso, es motivo de satisfacción. Me satisface correr. Y contarlo. Porque creo que es bueno. Correr. Y contarlo. Porque creo que si más gente contara las cosas sencillas que hace y que le reportan bienestar, alegría, tranquilidad y sabiduría; mejor nos iría a todos. Porque creo en la ejemplaridad en los comportamientos.

Porque leer es mejor que no leer. Y hacer deporte, mejor que no hacerlo. E ir al cine, mejor que no ir. Y, si lo hacemos, hay que contarlo. Para que sirva de ejemplo, de estímulo, de acicate.

¿Hago el ridículo contando que he corrido a seis minutos el kilómetro?

Sinceramente, creo que no.

¡No nos callarán!
¡No nos callarán!

A mí, vergüenza me dan, me darían otras cosas y otros comportamientos. Como algunos de las que ocupan las portadas de los periódicos, por ejemplo. Eso sí es para sacar los colores.

Si más gente practicara, disfrutara y contara de las cosas simples de la vida y nos hiciera partícipes de sus gustos y aficiones más sencillos y poco ambiciosos, mejor nos iría a todos.

Jesús Lens. De afición, Pisaparques. Y a mucha honra.

Ciclos vitales

Así es. De ayer a hoy. De antes de ayer a, esperemos, mañana. Y pasado mañana. No sé cuántos kilómetros habré hecho con las Brooks de la izquierda. Ni sé cuántos seré capaz de hacer con las de la derecha. Lo importante, en cualquier caso, es correr.

Lo de los colores de los cordones y la posición de cada zapatilla es una mera coincidencia. Que conste. ¡Malpensados!

Jesús Lens, siguiendo al trote.

 

Ahora, a ver el 25 de noviembre de 2008, 2009, 2010 y 2011

Media Maratón de Granada 2012: a ½ km. por año cumplido

Mi distancia favorita, corriendo, es la Media Maratón. Lo he dicho muchas veces y ahora mismo, nada más terminar la trigésima edición de la Maratón de Granada, doliéndome todos los músculos del cuerpo, lo reitero y me reafirmo: I love the 1/2s!

Este año, además de ser Olímpico, se da la curiosidad de que he cumplido los 42 tacos. Dado que una Media Maratón son 21 kilómetros (y casi un centenar de metros) salgo a medio kilómetro por año cumplido. Unos soplan velas y se hartan de tarta. Otros, nos soplamos decenas de kilómetros y nos hartamos de Alhambras Especiales. ¡Cada loco con su tema!

Ayer leíamos en la prensa que hoy podría ser un infierno para los atletas. Había un 85% de probabilidades de lluvia durante la carrera y un pronóstico muy ventoso. Nada de eso se cumplió.

El cielo de Granada, a las 8 de la mañana. ¡La Amenaza Fantasma!

Y me fastidia.

¡Vaya si me fastidia!

Porque, de haberlo hecho, habría utilizado el mal tiempo para justifica mi mal tiempo.

Y es que la carrera me ha ido fatal.

A ver. Con matices.

Terminar una Media Maratón tiene mérito. Que conste. Y la de Granada, con sus cuestas en el Camino de las Vacas y el letal Camino Bajo de Huétor, que no deja de picar para lo alto a dos kilómetros de meta; más aún.

Venía yo de entrenar fuerte durante el verano, habiéndome dejado 7 u 8 kilos desde mi apoteosis gijonesa de fabada, sidras y escalopines al cabrales en Semana Negra. Venía yo de hacer una aceptable 1 hora y 47 minutos en la durísima Media Maratón del Melocotón, en Guadix.

Y punto.

Llegando a meta. Foto de González Molero, de IDEAL

Porque, desde mitad de septiembre, apenas si hecho entrenamientos de más de 11 kilómetros. Y a ritmos perrunos. Y así, ¡no!

Lo que me gusta de las Medias Maratones es que son duras y exigentes. La diferencia con las carreras de 15 o 16 kilómetros son los últimos cinco. Y esto no es una perogrullada. Viendo mis parciales hasta el kilómetro 10, donde Silvia y David estaban al pie del cañón, son aceptables, todos por debajo de los cinco minutos.

La subida tampoco fue mal. Cuatro o cinco kilómetros a poco más de 5 minutos el kilómetro.

La Media, cuando iba entera. Foto de González Molero en IDEAL

Pero después… ¡ay, después! Después, cuando el terreno es teóricamente favorable, comenzó un infierno en el que los segundos se te clavan en las piernas como puñales.

Lo que hace grande una Media Maratón son esos últimos cinco kilómetros que, o los entrenas a conciencia, o te hunden.

A mí, me han hundido, como pueden dar fe mi hermano Jose, apostado en el Puente. O Irene, frente a las Angustias. O José Carlos y su mujer, también por la Carrera de la Virgen. O Ana, en el Paseo del Salón. O el colega del básket de Arabial. Lo mismo conseguí engañar a Paco, el Compadre, cuando enfilaba el Parque Almunia. O la fiel Paqui, ya a la llegada. Pero no.

Una Media es algo muy serio. ¡Y así tiene que seguir siendo!

Al final, me ha salido una hora y cincuenta minutos, en tiempo oficial. Algo menos, según mi Sr. G. (que ahora está cachondeándose de mí y de mis entrenamientos literarios, esos en los que, en vez de correr, voy pensando en mis relatos, mis artículos y mis cuentos. En el enlace, los parciales y el recorrido completo)

Pero el caso es que, si bien había descartado asaltar mi mejor marca, de hace cuatro años (1 hora 37 minutos y pico) y también había descartado bajar de la hora y cuarenta; me hubiera gustado rondar ese 1.45.00 que supone correr a 5 minutos el kilómetro.

¡Ni de coña!

 

Las Medias Maratones, para quién las entrena. Con seriedad. Los demás, con terminarlas, podemos darnos por contentos. Ejemplo de Flor, la Gacela, que lesionada en una pierna, ha hecho la hora y cuarenta y cinco. Y ya imagino los brutales tiempos de Edu, José Miguel, Manuel Puertas, Daniel, mi Álter Flores; de Javi, Antonio, Onio, Txomin y demás Verdes. O Luis y Jesús, esos Triatletas.

AQUÍ, todos los resultados e imágenes de la Media Maratón de Granada. AQUÍ las Galerías de imágenes de IDEAL, de los grandiosos González Molero y Ramón L. Pérez.

A mí me acaba de llegar mi resultado provisional: el 1.426 clasificado. Ea. Si el límite de inscritos estaba en 3.000, hemos quedado por debajo de la Media 😉

Media Maratón de Granada. Fotos González Molero

El puesto da igual. Lo importante es acabar. Y la lucha individual contra el crono, los kilómetros y el cansancio. Y esa vocecilla que te pide que te pares. Y los puñales en las piernas.

Ahora quedan los músculos cansados, la espalda destrozada, las piernas de cemento y un cierto atontolinamiento. Más de lo normal.

Ahora queda disfrutar de un merecido descanso, de una Alhambra Especial bien fría y de una buena película.

Ahora, como nos pasa a los adictos a esto del correr, nos queda empezar a pensar en la próxima.

Jesús mediomaratoniano Lens

¿Y los 4 de noviembre de 2008, 2009, 2010 y 2011?

Paisaje después de la batalla

Aquí, el resumen de mi participación en la 25 edición del Gran Premio de Fondo de la Diputación de Granada.

 

Unas zapatillas rotas(*) y un dorsal baqueteado.

¡Seguimos!

Jesús trotamundos Lens

Ahora, a ver los 28 de octubre de 2008, 2009, 2010 y 2011

(*) Con estas zapas, me queda por hacer la Media Maratón de Granada, el próximo domingo. Y ya, solo para los días de lluvia. Es curioso. El pasado viernes hice los peores parciales en mucho tiempo. Lo contábamos en este «Date la vuelta» más relacionado con la vida y las actitudes que con el correr. Si es que hay diferencias…

Hoy, en Santa Fe, me ha salido una carrera excelente, todos los kilómetros claramente por debajo de los 5 minutos. ¡Lo que cambia el cuento! Pero debemos insistir: lo importante es correr. Hoy comencé de los últimos. Y eso, en un colectivo de unos 1.200 corredores, se nota. Aun así, fuimos adelantando gente, saludando a amigos y marcando buenos kilómetros. ¡Eso es lo que importa! Y lo que nos gusta. Una mañana de tiempo excepcional y un ambiente inmejorable. Un recorrido con algunas pegas, pero muy rápido. Y, una vez más, una organización cada vez mejor.

Además, los compañeros de Diputación no paran y ya están inventando nuevas historias, retos, iniciativas y convocatorias. ¡Me encanta ese espíritu y esa actitud!

Ya falta menos para la edición 26. Y en siete días, la Media de Granada. ¡A ver qué tal nos sale!

Besos y abrazos, Gente.

Sin vuelta atrás

Esta ha sido una semana dura, complicada, exigente y rebosante de sinsabores. Una semana de ansiedad y nervios, de poco dormir y de mucho cansancio.

Aun así, salí a correr.

Y mira que el cielo amenazaba lluvia, gris plomizo, las nubes cargadas de agua.

En realidad, salí pensando en darme pronto la vuelta, sin cumplimentar ninguno de mis recorridos habituales. ¡Ni el más corto, el de 12 kilómetros!

Y lo tuve más claro aún cuando empecé un suave trotecillo y las rodillas y los tobillos me recordaron la paliza que les dí el pasado miércoles, jugando al baloncesto.

Cuando llevaba dos o tres kilómetros, con el resuello perdido y unos parciales horripilantes, pensé que aquello era absurdo. Hacía frío, no cogía un ritmo ni medio digno y todos los pensamientos que me cruzaban por la mente parecían teñidos del ambiente hostil de este mediodía.

Date la vuelta…

Date la vuelta…

Date la vuelta…

Al llegar al kilómetro cinco, donde los senderos empiezan a estrecharse e introducirse en el bosque, sí que estuve realmente a punto de volverme: me iba a llenar las zapatillas de barro y a meterme en todos los charcos habidos y por haber. Además, había empezado a chispear.

Date la vuelta…

Date la vuelta…

Date la vuelta…

Llegué al kilómetro seis, donde los senderos se bifurcan y el límite de mi recorrido corto. Creo que nunca había tardado tanto en llegar hasta allí.

Inicié el regreso.

Un par de cuestecillas me volvieron a cortar el resuello e hicieron crujir las rodillas, al bajar, con especial saña.

Y volvió el runrún a la cabeza:

Date la vuelta…

Date la vuelta…

Date la vuelta…

Fue entonces cuando reparé en aquel absurdo: ya no cabía darse la vuelta. Era imposible. Una vez alcanzado aquel punto, pensar en darse la vuelta carecía de toda lógica o sentido.

Ya que estaba volviendo, solo me quedaba una solución: apretar los dientes y cumplimentar el recorrido de la forma menos lesiva posible.

Al no caber la opción de darme la vuelta, me sentí liberado de aquella estúpida presión autoimpuesta en la primera mitad del recorrido. Y apreté el paso. No mucho, claro. Seguía teniendo los músculos cargados y el cuerpo cansado. Pero empecé a pensar en la comida, en la ducha y en la siesta. Volví a perder el resuello.

Claro que podría haberme parado y haber empezado a caminar, pero eso no haría sino alargar la vuelta a casa y era mejor seguir trotando. Es lo que siempre he hecho y lo que se me da mejor. ¡Jamás me he parado en mitad de una carrera, por cansado que estuviera, para ir andando! ¡Ni en la agónica Maratón de Sevilla, con la pierna izquierda cascada desde el kilómetro 25!

No iba a empezar hoy…

También habría podido salir a la carretera para tratar de que alguien me llevara. De hecho, había empezado a llover de verdad. Pero no me apetecía. Había salido a correr y volvería a casa corriendo. O al trote. Aunque fuera arrastrándome. Ni iba a tomar atajos ni me iba a rendir, por mucho que hiciera frío y que estuviera empapado. Y exhausto. Por mucho que la única recompensa, al terminar, fueran la ducha y un plato de macarrones.

Y la siesta, claro.

Jesús sin-vuelta Lens

A ver los 26 de octubre de 2008, 2009, 2010 y 2011