La Guardia Civil denunció hace unos días al propietario de un barco pesquero malagueño que estaba faenando en el espacio protegido de Maro-Cerro Gordo, utilizando pesca de arrastre, la más destructiva y lesiva para los fondos marinos.
Maro-Cerro Gordo es uno de los enclaves más singulares de nuestra geografía y está considerado como Zona Especialmente Protegida de Importancia para el Mediterráneo. Y allí estaba el pesquero boquerón, echando sus malas artes a las aguas, con total descaro, caradura y, lo que es peor, con absoluta impunidad.
Porque lo más indignante de este asunto es que al mencionado pesquero le constan la nada desdeñable cantidad de ¡25 denuncias previas! 15 de ellas por el propio Servicio Marítimo de Motril, con un par.
¡Qué tolerancia hay en este país con los delitos ecológicos y qué barato sale esquilmar el medio ambiente! Casi la misma que hay con los delitos por corrupción y el saqueo de las arcas públicas. Y es que, en el imaginario colectivo de demasiada gente, lo que es de todos no tiene dueño, no es de nadie. ¿Para qué cuidarlo, por tanto? ¿Para qué respetarlo?
A un conductor de coche o de camión al que pillaran conduciendo con 25 denuncias previas, además de haberle retirado el carné de conducir -que tendría menos puntos que la credibilidad de las propuestas electorales de los partidos políticos en campaña- le habrían inmovilizado el vehículo y estaría durmiendo entre rejas.
Sin embargo, ahí tenemos al pesquero malacitano, faenando a plena luz del día, con más antecedentes en su hoja de ruta que giros y quiebros en la carrera política de Luis Salvador.
Y haciéndonos una especial faena con la pesca de arrastre. El arrastre es enormemente lesivo, una forma de pesca invasiva que no discrimina lo que se lleva a su paso. Utilizar dicho método en una Zona Especialmente Protegida de Importancia para el Mediterráneo es, digámoslo suavemente, una canallada.
La pregunta sería: ¿qué púa le caerá al dueño del pesquero por esta tropelía? ¿Qué multas ha pagado por las 25 denuncias anteriores? ¿Cómo se sancionan estos comportamientos? Y, sobre todo, ¿no hay forma de dejar varado en tierra a un pesquero que utiliza tan malas artes en su faena?
Jesús Lens