Petado estaba ayer el centro de Granada a mediodía. Hasta las trancas, teniendo en cuenta que no hay (apenas) turismo. Y por la mañana, también. Encontrar mesa libre en una terraza donde celebrar el Día Internacional de la Croqueta era misión imposible. Y los interiores tampoco estaban precisamente vacíos. Podríamos decir, tras un profundo y sesudo análisis sobre el terreno, que los consejos del presidente de la Junta de Andalucía de quedarnos en casa y salir únicamente para lo imprescindible han caído en saco roto.
El pasado miércoles, tras escuchar a Juanma Moreno solicitando el confinamiento domiciliario al Gobierno central, entré en pánico. Cancelé la Olla de San Antón que tenía prevista y decidí encerrarme. Después de oírle en directo el viernes y comprobar el alcance de las medidas tomadas, ayer me eché a las calles, desayuné en una terraza al sol, compré unos tebeos y me fui de cañas croqueteras. No quería sentirme como un pringado.
En Derecho Penal hay un principio basado en la lógica: el que quiere lo más, quiere lo menos. El que intenta matar a una persona debe asumir el alcance de las lesiones que le provoca, aunque fracase en su intento homicida. A la vista de la gravedad de la petición de Moreno a Illa, pensé que adoptaría las mismas medidas que dictó para Granada en el mes de noviembre. ¡Qué menos, después de solicitar el confinamiento domiciliario! Pero no. Mientras no alcancemos los 1000 contagiados por cada 100.000 habitantes, podemos seguir a nuestro aire, entrando y saliendo sin mayor contratiempo.
En el otro extremo, pero con idéntica actitud pasivo-contemplativa, se encuentra Illa, el impávido ministro-candidato que, sin rubor, sostiene que llegamos a vencer a la segunda ola de la pandemia cuando el consenso de los expertos es que de eso nada, monada. Y para más inri, Simón nos regaña por haberlo pasado demasiado bien en Navidades y reconoce que el Gobierno sabía que esto iba a pasar. ¡Ele!
Por desgracia, nuestros políticos se siguen comportando en la gestión de la pandemia como las cabras choconas de los documentales de Félix Rodríguez de la Fuente: a coscorrón limpio. Con sus exigencias, prohibiciones y medidas, juegan a desgastar al rival. Y los perjudicados somos los ciudadanos de a pie. Porque, como reza la ancestral sabiduría africana, cuando los elefantes pelean, la hierba sufre.
Jesús Lens