(Relato negro y criminal, en primera persona. Autobiográfico, o sea)
Llevaba tiempo perdiéndola, pero no me daba cuenta.
Y no podré decir que no me había ido dando avisos, sobre todo, desde que cumplí los cuarenta.
Fue la crisis, de hecho, lo que usé como excusa para seguir sin prestarle atención a las señales que me mandaba, hasta que un mal día me desperté por la noche y constaté que, definitivamente, se había ido.
La había perdido, total y absolutamente.
Entonces sí reaccioné, poniendo el caso en manos de un especialista, de un profesional.
Tras una primera entrevista, comenzó sus investigaciones.
Su forma de encarar el caso me resultó muy tranquilizadora. Me daba confianza. No me garantizó que pudiéramos recuperarla, pero al menos, me daría pista de su paradero.
No tardó mucho en volver a llamarme.
Tampoco le había costado mucho trabajo encontrarla, la verdad.
Lo peor fue asumir que la muy perra se había escapado de la mano de dos buenos amigos. Bueno, de un amigo y una amiga, para ser rigurosos, que se habían confabulado, a mis espaldas, para apuñalarme de forma aviesa y taimada.
¡Traicionado por ese par de amigos en los que tanto confiaba!
¿Podía ser cierto?
Sí.
Lo era.
Y ahora, me tocaba a mí mover ficha, si quería recuperarla.
Estaba entre la espada y la pared.
Tenía que tomar una decisión.
Elegir.
O ella, o ellos.
Si quería recuperarla, tenía que darles la espalda, de una vez por todas.
Y no era fácil: me han acompañado (casi) desde que tengo uso de razón. Y con esos amigos he pasado algunos de los mejores momentos de mi vida.
Vale.
Me la han jugado y, ambos, terminaron por robármela.
¡Y claro que la quiero recuperar!
Pero, ¿al precio de perderlos?
Esa es la cuestión. Siempre una y la misma, a lo largo de la historia.
¿Ella o ellos?
Jesús Perdedor Lens
Estos últimos tres años, también hemos blogueado, tal día como hoy. Un día, en concreto, cayó la del pulpo, con una columna en IDEAL sobre el PP y sus ramalazos falangistas. ¡Más de sesenta comentarios!
Y, bueno, si has tenido la paciencia de llegar hasta aquí, tienes derecho a conocer a los protagonistas del cuentito negro y criminal, talmente autobiográfico.
A fin de cuentas, como siempre he dicho, si hay que perder la salud, que sea bebiendo cerveza y jugando al baloncesto, ¿no?
😉
Espero que la bromilla, manque sea, te haya arrancado una sonrisa.