Desencuentros

Llegó tarde porque, dijo, creía que habíamos quedado en el otro local y no en ese. Como nunca sé de qué humor va a estar, en vez de los típicos besos en las mejillas, le tendí la mano. Se quedó cortada.

Nos sentamos. Como íbamos con prisa, ya había pedido los entrantes, pero ella apenas picó ni el steak tartar ni el ibérico: creía haber dejado claro que, en esta ocasión, nada de carne. El vino tinto, con mucho cuerpo, ya estaba oxigenándose en el decantador.

Ella, con el arroz, pidió Barbadillo.

– ¿Y cómo es que vienes en manga corta, con el frío que hace? – me dijo mientras pelaba una gamba.

– Porque te entendí que hacía calor, esta tarde.

– ¡Anda, como la vez en que llegué empapada porque creí que dijiste que ya escampaba!

Cuando le refería El Mundo, ella entendía El País. Si comentábamos el fútbol, ella pensaba en baloncesto y cuando ella me hablaba de comidas, yo me iba a las cenas.

Mezclamos el té con el café, el azúcar con la sacarina, la ginebra con el vodka y la tónica con el limón.

A la hora de pagar, me tocaba invitar a mí. Saqué la tarjeta, pero no tenían datáfono. El efectivo lo llevaba ella.

Al salir y despedirnos, cuando yo iba a besarla, ella me detuvo alargando el brazo para darme la mano.

Sonreímos ambos.

Y quedamos en hablar. O vernos de nuevo. La semana siguiente. O el mes próximo.

Jesús Lens

ByE-3: ¡Marchando una de cine!

Os tenéis que enganchar a «Barras y Estrellas». Aquí empezaba esta historia y esta es la segunda entrega.

Ahora entramos en el tercer capítulo…

– ¿Qué vas a poner hoy, Estrellita?

– ¿Tú qué crees?

– ¡Qué se yo! Con lo rarito que eres a la hora de elegir películas, ¡cualquiera sabe a qué atenerse! Todavía tiemblo, acordándome de aquel coñazo griego, ¿o era yugoslavo?, que nos endilgaste hace unas semanas.

– Jodido ignorante… pero, tranquilo, que hoy vamos a celebrar el Goya que le han dado a Enrique Urbizu.

Estrellita y Antonio hablaban en un lado de la barra mientras que Luis, alejado, leía el periódico, como siempre.

– Querrás decir los Goya, ¿no? – dijo Luis, saliendo de su mutismo.

– ¡Anda! Pero si el ave solitaria y nocturna tiene voz y hasta se digna hablar con otras personas.

– Es que estoy hasta los cojones de que, en esto del cine, solo se reconozca la labor de los actores y de los directores. ¿Y qué pasa con nosotros, los escritores? ¿Es qué nadie se da cuenta de que, sin un guion, no hay película?

En el “Café-Bar Cinema” de Enrique Castro, conocido como el Estrellita, había un recodo, justo al lado de los servicios, que hacía las veces de microsala de proyecciones. Apenas cabían quince o veinte sillas, apelotonadas, frente a una pared sobre la que se desplegaba una pantalla.

Una cosa tenía clara Estrellita cuando abrió su local: nada de tele.

Si algo detestaba, como cliente y como cocinero antes de fraile, era entrar a un bar a tomar algo con alguien, y darse de bruces con el run rún de la tele: le provocaba tal desazón que, sobre la marcha, se daba la vuelta, salía y nunca volvía.

No entendía, Estrellita, aquella costumbre. Que una cosa podía ser poner un partido de fútbol, de vez en cuando. Y otra muy distinta, convertir un bar en la sala de estar de una casa cualquiera, rancia, vulgar, añeja, gris y mediocre.

Otra cosa era, sin embargo, convertir una pared desnuda en un espacio de proyección, para disfrutar de algunos eventos concretos o, sencillamente, para ver películas, cuando las circunstancias así lo permitían: a mitad de la jornada vespertina, cuando es tarde para tomar un café, pero temprano para tomar una caña. O, los fines de semana, entre la hora del desayuno y la de las cañas. O, por supuesto, a última hora de la noche, cuando todos los gatos son pardos y una persiana a medio bajar era una invitación a prolongar la velada, hasta bien entrada la madrugada.

PD.- Continuará, pero antes, a ver qué blogueamos otros 6 de marzo: 2008, 2009, 2010 y 2011

¿Quieres ser mi amigo?

Me sonó la cara de una de las solicitudes de amistad que tenía pendientes de aceptar en el Facebook.

Me sonó… ¡y mucho!

Aún con la gorra calada hasta los ojos, creí reconocerle. Pero no daba con él.

Hasta que, al día siguiente, leyendo IDEAL, caí en la cuenta: era el asesino de un padre y su hijo quién quería ser mi amigo.

Jesús Lens

¿Y los anteriores 2 de marzo? 2008, 2009, 2010 y 2011

ByC. Estrellita Castro tiene un bar

Hoy, 29 de febrero, un día singular, y de la mano de “Café-Bar Cinema”, presentamos en sociedad un nuevo proyecto que, espero, tendrá larga vida.

Se llama “Barras y Estrellas” y su primer capítulo se titula «Estrellita Castro tiene un bar».

Espero que os guste y ser capaz de darle continuidad.

– Oye, Estrellita, ¿un bar se llama bar porque tiene barra o la barra se llama así por estar en un bar?

Cuando un cliente, por buen cliente que sea, te hace esa pregunta, es que ha llegado el momento de ponerlo de patitas en la calle.

– Antonio, creo que va a ser mejor que llamemos a un taxi que te lleve a casa.

– ¿A casa? ¿A casa has dicho? Joder, Estrellita, ¿tú has escuchado algo de lo que te he contado esta noche?

Era una cuestión interesante. La diferencia entre oír y escuchar. Como buen camarero, el bueno de Enrique Castro, apodado y conocido como Estrellita, siempre oía a sus clientes. Ahora bien, escucharles, lo que se dice escucharles y prestarles atención…

– Sí hombre sí. Pues claro que te he escuchado. Pero en algún sitio tendrás que dormir la mona, ¿no? Que estás cocido. Cocido como un piojo.

En realidad, algo había escuchado. Que si la hipoteca, que si los estudios del niño, que si las broncas con la parienta y que si la crisis, por supuesto.

Ella.

La crisis.

La cosa.

Estrellita añoraba los tiempos en que el fútbol era el tema recurrente en las conversaciones de sus clientes. Que si el Madrid, que si el Barcelona, que si los pupas del Atleti… ¡Joder! Es que ni el ascenso a Primera del Granada había podido ser realmente paladeado por los buenos aficionados, asfixiados por la tiranía de los mercados y amenazados, de muerte, por la hija de puta esa de la Prima de Riesgo.

Hacía poco leyó que en otro bar de Granada habían colgado un gran cartel con la leyenda “Prohibido hablar de la COSA”, así, en mayúsculas. Y llegó a plantearse el poner uno parecido en la puerta de su local. Pero luego pensó que, en realidad, un cartel como éste lo único que hacía era convocarla, en silencio, a la crisis. Y lo dejó correr.

– Aunque la mona se duerma entre sedas, mona se queda.

– Sin duda, sin duda. Aunque para mono, el resacón que vas a tener mañana.

– Anda, explícame lo de la barra y no me echo ni la Arrancaílla. Me voy sobre la marcha.

– Se llaman bar por la barra. Pero no me hagas explicártelo ahora. Total, no ibas a acordar. Te apunto lo de hoy y si mañana me liquidas la mitad de tu cuenta, y tienes cuerpo, te cuento la historia. ¡Ah! Y no pegues un portazo al salir, bonico.

 

Jesús Lens

Bloqueo creativo

A ver. Escribir, escribo. Reseñas, columnas, notas y un montón más de cosas. Pero cuando toca ponerse a escribir un cuento, un relato, las ideas no llegan. O se escapan. No fluyen. Y se evaporan. Y escribir sin ideas…

Ya empezó a pasarme con el cuento de navidad de este año. Pensé que, como era algo tan especial y tasado, no tendría importancia.

Me he pasado las Navidades currando como un demente en un nuevo proyecto, que está quedando bien, pero que no requiere de emplear grandes dosis de ficción.

La alarma saltó al leer esta convocatoria, que parece hecha pensando en alguien que se ha despachado un libro sobre bares de cine y al que le encantan los cuentos: relatos de cerveza ficción.

Me encanta el manifiesto sobre lo que es, y debe ser la Cerveza Ficción. Y lo comparto radicalmente.

Pero no soy capaz de construir nada que se parezca a un buen relato de Cerveza Ficción.

¡Estoy bloqueado!

Veía el otro día uno de los primeros episodios de la serie “Alcatraz”, lo más nuevo, lo ultimísimo de J.J. Abrams. Una joven inspectora que anda buscando a un fugado intenta “meterse” en su piel. Y para ello se encierra en su celda, sola, en compañía tan solo de los utensilios y efectos personales del preso. Y pasa allí la noche.

¿Hasta dónde hay que llegar la romper un bloqueo creativo? ¿Qué se puede/debe hacer y qué línea no se puede/debe cruzar?

En fin.

Que se busca una (buena) idea para un relato de cerveza ficción.

Se recompensará.

Jesús bloqueado Lens

¿Y otros 30 de enero? 2009, 2010 y 2011.