Microrrelato(s) fantástico(s) y de Ciencia Ficción

Me despertó un sonido extraño, monótono y amenazador. Salí de la cama y me acerqué a la ventana. Descorrí la cortina y levanté la persiana. El cristal estaba todo salpicado.

Cerré la ventana de inmediato y bajé la persiana. Volví a la cama y, refugiado bajo el nórdico, encendí el iPad.

Allí estaba el titular, cinco columnas para una sola y enigmática palabra:

“Llueve”

Este relato tiene una versión reducida y absolutamente minimalista, que rezaría simple y obviamente:

“Llueve”

Y, además, hemos escrito una variación sobre el mismo tema:

“Al despertar, me asomé a la ventana y, viendo que llovía, rompí a llorar.”

Jesús secano Lens

¿Qué subimos a esta bitácora los 14 de enero de 2009, 2010 y 2011?

Segundo plano

El país entero quedó paralizado cuando, primero en Internet y después en la radio y la televisión, se hizo público el asesinato del candidato a la presidencia del gobierno.

Dos tiros a bocajarro, después de matar a su escolta.

Los periódicos, al día siguiente, además de hacer profundos análisis sobre las causas, los posibles móviles y la identidad del asesino –se había confirmado que fue una sola persona la que ejecutó el crimen, con la profesionalidad y la sangre fría de un avezado sicario –publicaron portadas con grandes titulares y una enorme y nítida fotografía del cadáver ensangrentado, obtenida con un iPhone por un vecino y vendida, a precio de oro, a una agencia de noticias.

Federico compró un ejemplar de todos y cada uno de dichos periódicos. Un máximo de dos por quiosco, para no levantar suspicacias. Pagaba con monedas o, a lo sumo, con un billete de cinco euros. E iba a otro punto de venta, con sus gafas de sol y su gorra con visera que, durante aquel tórrido Veranillo de San Martín, en absoluto desentonaban.

Subió a casa, cogió unas tijeras y empezó a hacer recortes con las hojas de los diarios.

Lo que más tiempo le llevó fue revisar todas y cada una de las páginas, buscando la escueta y escasa información que, en realidad, el asesinato había generado. De hecho, solo había fotos en dos de los periódicos. Y que se le distinguiera realmente bien, únicamente en uno.

El texto más largo que fue capaz de encontrar sobre su víctima fue el siguiente: “Antonio Pérez Fernández, de 32 años de edad, era escolta del candidato a la presidencia del gobierno desde hacía nada más que dos meses. Murió instantánea y heroicamente, al recibir cuatro disparos a bocajarro.”

Sobre el otro, sin embargo, páginas y más páginas. Hasta en la muerte, la vida es injusta y desproporcionada.

Jesús Lens

La vecina BBTs

Cuando me asomé a la terraza y vi que mi nueva vecina salía del portal y se abrazaba al árbol, pensé que era una chica diferente.

Desde luego, la chica tenía buen ojo: se trataba de un majestuoso castaño del que todo el barrio nos sentimos especialmente orgullosos.

Ya me imaginaba el percal: olor a incienso y campanitas sonando en la terraza, mecidas por el viento. Alimentación macrobiótica y música de relajación. Conexión con la naturaleza urbana, formar parte de la madre tierra, sentir la fuerza de la vida palpitante en los elementos…

Zen, mucho zen.

Y, seguramente, Tai Chi al amanecer y Yoga a la caída de la tarde.

“Una vecina rarita”, pensé.

“Para variar”, seguí pensando, mientras recordaba a la colombiana desahuciada dos años atrás por no pagar la renta y a aquella otra pájara, detenida por malversación de fondos. Por no hablar de la aulladora…

“Rarita, sí, pero pacífica y tranquila”, me consolé. “La típica Jipi-Piji que consumía productos biológicos y bebía infusiones mañana, tarde y noche. El prototipo de Chica-BBTs, tan sana como insulsa y aburrida”, concluí felizmente mis pensamientos.

A la mañana siguiente, al despertar, me asomé por el ventanal de casa, como solía hacer nada más levantarme.

Me encantan esos amaneceres tranquilos y soleados de principios de otoño en los que el verano no termina de marcharse.

Y cuando me encontré muerto al viejo árbol; seco y consumido hasta el tuétano, como si hubiera sido fulminado aquella noche por un rayo inaudible e invisible, ya no supe qué pensar.

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.

La tónica habitual

Pues sí amigos. “Café-Bar Cinema” ya ha salido del horno y está enfriándose, antes de ser servido a las librerías.

¡Hip, hip… hurra!

Lo quiero celebrar con un cuentito, un microrrelato ultracorto, que nos va al pelo… y nos dejará resaca 😉

Dedicado a mis amigos Colin y Pepe.

De hecho, fue hablando con éste que se me ocurrió el cuento.

 

En esa ocasión, no le sirvió la tónica habitual.

Le sirvió otra diferente, especial, única.

Una tónica aderezada con estricnina.

Ya no podía soportar que aquel pijo con pretensiones, cada noche, le diera la murga después de haberle pedido el Gin Tonic.

¡Cómo si él no fuera uno de los barman más reputados de Barcelona y necesitase la asesoría o los consejos de aquel petimetre!

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.