Llevo tiempo dilatando esta columna porque me daba un no sé qué volver a criticar la alarmante situación del tejido cultural granadino. Ocurre como con todo lo que tiene que ver con La Cosa, de las vacunaciones a las fiestas clandestinas, los excesos de aforo, botellones y desenmascarados: cansa. Cansa leerlo un día tras otro. Cansa hablar de ello con cualquier persona que te encuentres. Cansa escribirlo, sea en columna, tuit o post. Y, sin embargo, hay que seguir haciéndolo.
Estos días, dos cartas han copado la actualidad sobre el mundillo cultural de Granada, ambas remitidas por la Dirección de dos espacios que deberían ser emblemáticos. Paco Barranco se despachó con una larga misiva en la que detallaba las fallas, faltas y carencias del Palacio de Congresos, que dirige desde final de 2019. Y no son pocas.
Sara Navarro, por su parte, también detalló, negro sobre blanco, las necesidades del Centro Lorca, del que esta semana hemos sabido que se encuentra sin archivero, sin bibliotecario y con escasez de operarios, por lo que se aconseja mantener un horario reducido de apertura al público. (Leer AQUÍ la información completa)
Resulta doloroso escuchar la cantinela del 2031 y la candidatura de Granada a la capitalidad cultural europea y, a la vez, enterarse de esas cosillas. Que el Legado de Lorca por el que tanto se luchó esté sin bibliotecario y sin archivero dice tanto, tantísimo del estado de la cultura de esta ciudad…
Qué fácil es llenarse la boca con la palabra Cultura y hacerse la foto. Qué triste, sin embargo, constatar que todo es de cara a la galería. Que lo importante son las tablas de Excel cargadas de datos y cifras, siempre en números rojos cuando se trata de cuestiones culturales.
Hace un par de semanas, Remedios Sánchez, la directora del Festival de Poesía, hablaba de la sensación de mendicidad que nos embarga a quienes nos dedicamos a la gestión cultural en Granada. ¡Qué bien lo describió!
Los informes emitidos por las direcciones del Palacio de Congresos y el Centro Lorca no son sino una muestra más de la absoluta y lamentable precariedad cultural en que vive esta ciudad. Si no fuera por la UGR y la Diputación, esto sería un erial, más allá de los estragos del pandemia.
Cansa escribir otra vez de esto igual que usted estará cansado de leerlo. En mi cabeza chocan el lamento por la cultura con la cultura del lamento. Y resulta desesperante.
Jesús Lens