Haya sido como conductor, como pasajero o como peatón, todos hemos sufrido momentos en los que, con los nervios erizados y el labio superior temblando de rabia e indignación, nos hemos tenido que morder la lengua para no ciscarnos en la concha de la madre de alguien.

 

Sensación de impotencia parecida a la que te invade cuando has de tratar con un teleoperador o con un humano que, aun estando tras un grueso cristal, te tiene bien agarrado por las pelotas, al trabajar en algún tipo de administración o ente burocrático que controla tu vida y ante el que te sientes indefenso, impotente, desnudo y desprotegido.

 

¿Quién no se ha imaginado alguna vez, arremetiendo contra los representantes de ese entorno kafkiano que nos rodea? ¿A quién no le habría gustado, de vez en cuando, pararle los pies a ese matón que, por circular sobre cuatro ruedas, se permite todo tipo de tropelías? ¿Quién no ha estado, en mil y una ocasiones, harto de la justicia poética y le hubiera gustado cobrársela, no ya en prosa, sino en mayúsculas?

 

Pues todo eso y más es “Relatos salvajes”, la película argentina producida por los Almodóvar y que, escrita y dirigida por el joven y airado Damián Szifrón, representará a los ché en los próximos Óscar. Obviamente no ganará, dado que el contenido de algunos de sus relatos puede provocar el infarto de los académicos más sensibles. Pero, ¿te imaginas que…? (Sigue leyendo la reseña en el Espacio Lensanity, que es de lo más jugosa 😉 )

Jesús Lens