Lo bueno de algunas series de televisión es que te llevan de nuevo al cine. Me ha pasado con ‘Dark’, cuya primera temporada me gustó, aunque ya daba demasiadas vueltas sobre sí misma, de ahí que la bautizara como serie-peonza.
Con la segunda temporada empecé a aburrirme bastante, pero como organizador de Gravite, un festival sobre viajes en el tiempo, me sentí en la obligación moral de continuar. Más que nada, porque la serie alemana tenía una legión de fans rendida a sus pies. Mal que bien, aguanté la segunda andanada de episodios. Y llegó la tercera temporada. Y se convirtió en un despropósito de tal calibre que me juré que, hasta que no se me pasara el cabreo, solo iba a ver películas.
Y ahí es donde entra Filmin en juego. ¿Qué habría sido del 2020 del confinamiento sin Filmin? No quiero ni pensarlo. Antes de verano vi ‘La zona muerta’, adaptación de una novela de Stephen King dirigida por David Cronenberg en 1983 y protagonizada por el siempre inquietante y desasosegante Christopher Walken. En ella, el protagonista sufre un accidente que le mantiene sumido en un coma del que despierta cuatro años después. En principio, no parece arrostrar secuela alguna, sin embargo, cuando toca a las personas, presiente lo que les va a pasar en el futuro.
Con esa premisa, la trama se centra en una de los temas centrales de la cultura popular estadounidense: los magnicidios. Los asesinatos de los Kennedy y el de Martin Luther King marcaron de tal manera a los norteamericanos que han convertido al magnicidio en un género en sí mismo.
Al volver a la paz y a la tranquilidad de Filmin, tras un verano muy movido, la primera película que vi fue ‘Scanners’, otra de Cronenberg. Rodada en 1981, responde más a la pura esencia del cine y la filosofía del cineasta canadiense, a ese llamado ‘body horror’ con el cuerpo humano sometido a diferentes tipos de sevicias, alteraciones, mutilaciones y violaciones. Ojo: no es gore. Se trata de fusionar la carne con la tecnología. Lo físico con lo mecánico. Pero impacta de igual forma. Y también están los virus, claro…
En ‘Scanners’, Cronenberg se descubre como un visionario que alerta sobre las oscuras maniobras de la manipulación genética y las transnacionales farmacéuticas, pero también sobre el supremacismo y los sistemas de vigilancia global, adelantándose a lo que después serían los programas de la NSA, las cámaras por doquier y el control de Internet.
Y todo ello a través de una narración trepidante repleta de secuencias de acción. Me encantó, en especial, la visita del protagonista al estudio de un artista-loco redimido por su arte. Me parece espléndido el momento en que, para hablar de sus cosas, se meten dentro de una gigantesca escultura con forma de cabeza humana construida por el artista y habilitada como estancia, con sus pufs y sus sillones. Y está el final, ese final que anticipa el tema central de otra de sus grandes obras maestras: la perturbadora ‘Inseparables’.
Como no hay dos sin tres, este maratón de Cronenberg clásico continuó con ‘Videodrome’, posiblemente la película más visceral del cineasta, literalmente hablando. En este caso, el director se adelanta al movimiento transhumanista y plantea la duda de si vivir fuera del cuerpo humano es más excitante que mantenerse constreñido por los estrechos límites de una existencia convencional.
Al principio, con las veleidades sadomasoquistas de la pareja protagonista, la cosa se pone muy física. La conturbación de la carne afecta al espíritu. Y a la libido. Pero no es más que un espejismo. Lo importante es trascender el cuerpo. Y para ello, el visionado obsesivo y compulsivo de imágenes violentas, resulta determinante.
Uno de los secundarios plantea una tesis tan inquietante como nuevamente profética: Brian O’Blivion está convencido de que la televisión suplantará la vida real en un futuro no muy lejano. Al final no ha sido la televisión, pero sí las pantallas. En este mundo digital en el que se ha impuesto el imperio de las redes sociales, la tiranía del postureo le ha dado la razón a O’Blivion: somos lo que aparentamos ser en Instagram, Twitter o Facebook. Vales tanto como tu último baile en TikTok. Lo demás, a nadie le importa. Protagonizada por un sublime James Woods, ‘Videodrome’ es una película tan perturbadora como hipnótica. Y profética, debo insistir.
Llegados a este punto, dudo si volver a ver ‘Vinieron de dentro de’, ‘La mosca’, ‘Inseparables’ o ‘Crash’ o si entregarme a algunas de las películas de Cronenberg que no vi en su momento: ‘El almuerzo desnudo’ y las más modernas ‘Cosmopolis’ o ‘Maps to the stars’. Cintas que, sobre el papel, me atraen menos.
Lo que sí tengo claro es que este invierno volveré a ver, con mucha atención, sus películas más puramente noir: ‘Una historia de violencia’ y ‘Promesas del Este’, dos joyas del cine negro contemporáneo que, en el momento de su estreno, me fascinaron. Y con las series, como con la bebida: moderación. Mucha moderación.
Jesús Lens