Leo que los talibanes vuelven a estar a las puertas de Kabul y les confieso que no entiendo nada. ¿Cómo es posible que el fruto de 20 años de intervención multinacional liderada por los Estados Unidos en Afganistán se haya desmoronado en apenas unas semanas como un castillo de naipes? ¿En qué ha quedado una inversión de billones y billones de dólares sostenida en el tiempo? Y, sobre todo, ¿qué pasará a partir de ahora? Asistimos a la evacuación de las embajadas con la mandíbula descolgada, preocupados por los nuestros. ¿Y ellos? ¿Y ellas, sobre todo? ¿Qué pasa con la (mala) suerte de las mujeres afganas?
Como les digo, no entiendo nada ni soy capaz de procesar la magnitud del desastre, lo que pueda suponer como factor de desestabilización mundial y de impulso a los califatos y a los grupos terroristas internacionales.
Si antes estábamos demasiado preocupados con nuestras cosillas, focalizados en nuestras peleíllas intestinas, la pandemia ha hecho que desaparezca del radar buena parte de la información internacional. Solo le prestamos atención a lo que pasa en lugares que nos permiten enarbolar nuestras banderas ideológicas, de Venezuela a Palestina o Cuba.
¿Sabe alguien lo que pasa en Siria, Túnez, Libia o Egipto, por ejemplo? Hace unos días, una banda de islamistas radicales asesinó a 50 personas en el Malí. ¿Han visto ustedes que cualquiera de los que hablan sin desmayo del ‘pueblo’ venezolano, cubano o palestino haya dicho esta boca es mía sobre el tema?
No podemos llevar sobre nuestros hombros el peso de todos los conflictos mundiales, pero lo que está pasando en Afganistán es buena prueba de que estamos completamente desconectados de lo que ocurre, en realidad, en lugares que vienen condicionado la geopolítica mundial desde hace décadas.
La Unión Soviética fracasó allí estrepitosamente —recuerden que ‘Rambo III’ estaba dedicada “a los bravos luchadores muyaidines de Afganistán”— y ahora es Estados Unidos quien se ha marcado un Vietnam de libro. Solo que las consecuencias que pueda tener la vuelta de los talibanes al poder resultan completamente imprevisibles. Al margen de las previsibles, de las que no tardaremos en tener desgraciadas noticias.
En esta columna debería escribir hoy del tema de la vivienda en Granada, muy interesante, o de las buenas noticias sobre la UGR y el ranking de Shanghai, pero no podemos hacer oídos sordos a lo que pasa más allá de nuestras fronteras. Y lo de los talibanes hace que salten todas nuestras alarmas.
Jesús Lens