Llevo todo el día echándoles en falta. A los insultos, me refiero. Tras dos jornadas de hemiciclo plagadas de imprecaciones más o menos originales, imaginativas, hirientes y descalificadoras; la paz de ayer jueves me resultó insulsa, sosa y aburrida.
Y es que el debate de investidura, trocado en embestidura, estuvo repleto de alusiones personales a través de las que nuestros representantes públicos se arrojaron cal viva a los ojos y se tacharon de bluf, corrupto, traidor, fraude, bochorno, tapón, falangista y un largo etcétera.
Y luego estaba el eco de sus corifeos, en las Redes Sociales. Eso sí que resulta aburrido, leer a los afines repitiendo las mismas consignas, una y otra vez.
¡Un poquito de originalidad, por favor! Si sabemos por anticipado y de antemano todo lo que vas a decir, ¿para qué vamos a molestarnos en leerte o escucharte? Una cosa es reírles alguna gracia de vez en cuando y otra muy diferente, asumir como propias todas y cada una de las posturas de los líderes supremos, dándoles difusión a través del altavoz de las Redes.
Si la disciplina de partido ya era complicada de asumir en las épocas del prietas las filas, impasible el ademán y quién se mueva no sale en la foto; en los tiempos de las Redes Sociales resulta empachosa e indigesta. Da igual que sea simpatizante de los tradicionales PP y PSOE o que pertenezca a los partidos del cambio: un militante activo con Twitter y Facebook tiene más peligro que Pablo Iglesias acercándose para saludarte con afecto.
¿No echan ustedes en falta los lapsus de Rajoy y las manos tendidas a Sánchez? Tendidas… y extendidas para zurrarle la badana, obviamente. Dos días, en fin, cuyos insultos y fétidos juegos florales han eclipsado lo de SuperTrump y el Súpermartes y, más alarmante aún, lo del doble dígito del 100.000 / 1.000.000.
100.000 parados en Granada y 1.000.000 en Andalucía. Que se dice pronto. Dramático y espeluznante. Pero son cifras a las que, por desgracia, ya nos hemos acostumbrado, como si fueran el sonsonete de la lotería de Navidad cantada por los Niños de San Ildefonso.
Y así llegamos al debate sobre el Estado de la Comunidad andaluza. Que ya ha pasado. Sin hacer ruido. Nada. Ni mijita. ¡Ni mititilla! Claro, como todos estábamos tan entretenidos, comentando y reproduciendo los insultos y chascarrillos de San Jerónimo…
Jesús Lens