En 1692, en la aldea de Salem, situada muy cerca de Boston, se desató una situación de locura colectiva que arrancó cuando Abigail Williams y su prima Betty Parris, de once y nueve años de edad respectivamente, se despertaron entre espasmos y convulsiones.
Fue a visitarlas un médico que, al no ser capaz de explicar la causa del extraño comportamiento de las niñas, concluyó que era cosa de brujería. Y, efectivamente, las primas acusaron a una esclava de la familia, Tituba, de haberlas embrujado a través de un pastel cocinado con misteriosas raíces, mezcladas con la propia orina de las niñas. A la vez, acusaron a otras dos mujeres del pueblo de estar en connivencia con Tituba. Y se desencadenó la locura.
Aquellas mujeres fueron detenidas, juzgadas por brujería y condenadas a muerte, comenzando de esa manera uno de los episodios más oscuros de la historia de los Estados Unidos. Porque, en el ínterin, otras niñas de Salem y de pueblos de los alrededores empezaron a despertar con los mismos síntomas. Y ellas también denunciaron a otras personas de la comunidad, que iban siendo igualmente encarceladas.
Al final de aquel terrible episodio, en el que llegó a haber entre 200 y 300 acusados, 19 mujeres habían sido ejecutadas en la horca, condenadas por brujería.
Años después de los ignominiosos juicios de Salem, algunos de los jurados que dictaron sentencias condenatorias a muerte, confesaron haberlo hecho atenazados por el miedo e influidos por la histeria colectiva que se desató en el pueblo tras las primeras acusaciones.
Y es que en Salem, una vez comprobado el efecto que provocaban en la comunidad aquellas denuncias y a la vista de la reacción de los vecinos, comenzó un ajuste de cuentas basado en exageraciones, mentiras, falsas acusaciones, delaciones interesadas, etcétera. Bastaba con que una de las niñas acusara a cualquier persona para que ésta fuera públicamente vilipendiada, detenida y juzgada, en un enrarecido y febril ambiente de insania colectiva. Y si alguien osaba defenderla, era acusado de cómplice.
A mitad del siglo pasado, el senador McCarthy desencadenó una nueva ola masiva de delaciones, esta vez, contra supuestos comunistas norteamericanos. Otro triste episodio poblado de listas negras, denuncias falsas y procesos irregulares que llevó al dramaturgo Arthur Miller a escribir una alegórica obra de teatro titulada “Las brujas de Salem”. Qué tiempos tan lejanos, ¿verdad?
Jesús Lens