FAIR PLAY

Mucho se ha escrito sobre el Fair Play.

 

Hoy podemos verlo. Colin Bertholet, cuya Otra Mirada sigue siendo única única y singular, nos pone en la pista de este corto vídeo.

 

Un jugador del Ajax de Ámsterdam estaba tirado en el suelo tras recibir una falta. Un jugador del equipo contrario saca la pelota del campo para  que puedan asistir al adversario, como se suele hacer. Al reiniciarse el juego, el jugador del Ajax, en su intento de devolver la pelota al equipo contrario… marca un golazo por toda la escuadra.

 

No dejen de fijarse en la cara de estupefacción del pobre hombre. De hecho, nadie celebra el gol, aunque el árbitro lo tiene que dar por bueno.  

Lo que pasa a continuación es la definición más perfecta que existe sobre qué es el Fair Play.

 

Impecable lección.

BASKET: OTROS VALORES DEL DEPORTE

Quiero dedicar hoy este artículo de José Luis Larrea, que podríamos incardinar dentro del Proyecto Florens, a mi amigo Migue Ríos, cuyo alucinante triple desde el centro del campo, en el último segundo, nos sirvió para ganar un partido casi perdido, lo que viene a acreditar que siempre, siempre, siempre hay que intentarlo.

 

Migue… ¡Un crack y un ejemplo a seguir!

Como el que nos muestra este excelente, emocionante y prometedor cortometraje: Básket Bronx, de Martín Rosete, un chaval que dará mucho que hablar y que nuestro Gran Peter Man nos localizó a través de Internet.. 

 

El mundo del deporte se ha utilizado muchas veces como elemento evocador para hablar de los problemas de las empresas y las organizaciones. Los juegos deportivos han servido para reflexionar sobre los equipos, el liderazgo, los valores, incluso las relaciones familiares. El potencial que tiene el deporte, a la hora de reflejar estos conceptos, es que lleva al límite situaciones y circunstancias que en la vida empresarial transcurren a un ritmo muy diferente.

Sin embargo, el poder evocador del juego, y en especial del baloncesto como sistema de innovación, nos permite proyectar otras cuestiones de gran relevancia. Su gran virtualidad radica en ser un sistema de innovación tremendamente tensionado en el espacio y en el tiempo, lo que supone contar con un laboratorio en el que observar, a modo de microcosmos, qué es lo que pasa con un sistema de innovación puesto al límite, ahí en donde la excusa del espacio y del tiempo no existe. Un espacio y un tiempo que pone a los componentes del sistema de innovación frente a sus propias responsabilidades y retos, sin excusas. La innovación tiene en el baloncesto un buen código para intentar descifrarla. De los aspectos que se ponen de manifiesto, me gustaría destacar tres: el papel de los prejuicios, el papel del tiempo y el papel del azar.

El principal reto para empezar a innovar tiene que ver con superar los prejuicios. Enfrentarnos a las rutinas derivadas de nuestros prejuicios, que amenazan con configurar contextos llenos de verdades inmutables, es fundamental para innovar. Pero el reto no acaba en nosotros mismos, nos lleva también a convertir la amenaza de los prejuicios en oportunidad, pues «los prejuicios de los demás son nuestra mejor oportunidad para innovar».

Esto nos enseña también el juego del baloncesto. Dos equipos frente a frente, con sus sistemas, sus capacidades y sus emociones, y la necesidad imperiosa de sorprender para innovar. La clave para sorprender está en analizar el comportamiento del equipo contrario, ponernos en su lugar para evaluar su actitud hacia nosotros, sus prejuicios. Prejuicios que nos respetan o que nos infravaloran, prejuicios que debemos volver en su contra. Cuando piensen que no corremos, volaremos; cuando crean que correremos, pararemos; cuando nos esperen en el sistema A, usaremos el B, y así jugada tras jugada, sorprendiendo.

Otra lección importante que podemos aprender del juego del baloncesto es la importancia del tiempo. El dominio del tiempo es uno de los desafíos de la innovación y es el principal desafío del juego. El equipo juega con ese sexto jugador que es el cronómetro. Si no lo tienes en cuenta, fallará, por eso hay que integrarlo como un jugador más. Tiempo para pasar de campo, para hacer una jugada, para poner el balón en juego, para estar en la zona… tiempo muerto… Para descifrar el enigma de la innovación, el baloncesto nos dice que incorporemos al tiempo a la mesa de nuestras discusiones, que le demos un papel capital en la ejecución de nuestros procesos, que lo escuchemos y lo comprendamos.

Por último, otra lección importante del juego es que en un sistema de innovación el azar, la suerte, es la nueva frontera por descubrir. Es una ley que todavía no comprendemos, pero está ahí. El juego parece que nos llevaría a elevar el azar a la categoría de jugador imprevisible. Sin embargo, el juego nos dice que el azar es la excusa que explica lo que no hemos sido capaces de anticipar. En la última jugada del partido, en el último segundo, el balón vuela hacia el aro y no entra. Hemos perdido el partido y el campeonato. ¡Qué mala suerte!

En realidad no es mala suerte, simplemente no hemos hecho bien nuestro trabajo. En la medida en que un sistema de innovación avanza, cruza nuevas fronteras y cosas que hasta entonces parecían casualidad desvelan sus leyes. El territorio conquistado acorrala las casualidades y las convierte en retos comprensibles y superables. Siempre habrá nuevas fronteras, nuevas leyes por descubrir, nuevos territorios a ganar al azar. El desafío consiste en que mi territorio descubierto, mi espacio de innovación sea más amplio que el de mi competidor. En ese momento, el contacto se produce en un territorio en el que, lo que para mí es conocimiento, para el competidor es azar. ¿Tenemos dudas de quién encestará la canasta?

Estas tres claves, prejuicios, tiempo y azar, son algunas de las lecciones que se desprenden del juego, pero no son las únicas. El balón está en el aire, el partido ha comenzado. Disfrute del juego, es el juego de la innovación.

¡A CORRER!

La columna de hoy viernes de IDEAL, bajo el influjo de los estragos de la Maratón de Sevilla.

 

En la salida de la XXV Maratón Popular de Sevilla, mirando a las pantallas gigantes del Estadio Olímpico, viendo cómo miles de personas dábamos los primeros pasos de la mítica prueba, me dio un subidón. Más, incluso, que al volver al estadio y cruzar la meta, tras sufrir y padecer los rigores de los cuarenta y dos kilómetros y ciento noventa y cinco metros.

 

Miles de personas tomando al asalto las calles de Sevilla para hacer algo tan aparentemente sencillo como correr. Y digo aparentemente sencillo porque esta semana nos hemos desayunado con los resultados de un informe según el cuál, aunque el 98% de los españoles piensan que el deporte es bueno, el 64% no practica ninguno.

 

Demoledor. Sólo dos de cada diez personas hacen deporte con frecuencia, estando a la cola europea, también, en cuanto a disciplina atlética. Y, lo que es peor, a los jóvenes no les gusta sudar la camiseta, por lo que el futuro se presenta poco halagüeño.

 

Lo hemos comentado, los amigos de Las Verdes, cuando vamos a las carreras del Circuito de Fondo de la Diputación granadina: los jóvenes, ni en pintura. Es increíble, pero cuesta encontrar a un veinteañero entre los cientos de corredores que toman la salida en las carreras de Alhama, Loja, Órgiva o Motril.

 

En detalles como éste se demuestra que a España le queda todavía mucho camino por recorrer ya que un país de dejados y perezosos no puede ser líder en nada serio.

 

Decía Albert Camus: «Todo cuanto sé con mayor certeza sobre la moral y las obligaciones de los hombres, se lo debo al fútbol». Y es que aún parece que la intelectualidad esté reñida con el deporte. De hecho, en las empresas, la práctica deportiva llega a estar bajo sospecha, como si fuera un robatiempos inútil, y en prácticamente ninguna se hace nada por alentar a los trabajadores a que lo practiquen.

 

En nuestra peña de baloncesto ha sido prácticamente imposible incorporar a ningún jugador en los últimos años que tuviera ganas de echar unas canastas… con el compromiso de ir todas las semanas. Y mira que se aprende a conocer a los compañeros, viendo sus evoluciones sobre la cancha. Por no hablar de la fraternidad que se genera en esos santificados Terceros Tiempos en que se comentan las jugadas y las carreras, se liman las asperezas surgidas en la pista, se hacen planes de futuro y se forjan amistades indestructibles.

 

Cuando los ministros y consejeros del ramo se conciencien de que la Educación Física no puede ser una maría en la formación de los alumnos, sino que ha de erigirse en piedra angular de la enseñanza de valores como el tesón, el esfuerzo, el espíritu de lucha, la capacidad de sacrificio y superación, el trabajo en equipo y la solidaridad con los compañeros; habremos caminado mucho hacia la consolidación de una sociedad realmente moderna y avanzada.

 

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.