Ayer publiqué este artículo en IDEAL. A ver qué os parece. Pero así, 2013 será soportable y llevadero. Incluso. Creo. Lo titulamos: Nadie lo hará por ti, pero sí contigo. Y dice así:
Lo del Milenio, además de todo lo que ya se ha escrito, es síntoma de algo que me he hartado de decir, pero que no me canso de repetir: nada volverá a ser lo mismo cuando termine la crisis. Y cuanto antes lo asumamos, antes estaremos en condiciones de enfrentarnos a ella. A la crisis. Para derrotarla. Posiblemente, con sus mismas armas.
Igual que el Milenio no va a arrancar a Granada de su subdesarrollo secular en cuanto a infraestructuras ni va a contribuir a forjar un proyecto consensuado de ciudad del futuro; ningún partido, entidad o institución va a sacar adelante ninguno de tus proyectos, ideas, esperanzas, sueños, anhelos e ilusiones.
¡Hay que asumirlo!
Una vez desvelado el secreto, puedes enfadarte, cabrearte, jurar en arameo y darte cabezazos contra la pared. O asumirlo y darle la vuelta a la tortilla. Es decir, hacerlo tú mismo. ¡El célebre Do it yourself, que nos sonaba tan peliculero, yanqui y extraño y que ahora tenemos que hacer nuestro!
Si te gusta el baloncesto, tendrás que montar tu equipo y, cuánto más serio y profesional lo quieras hacer, más tendrás que pringar. Si te gusta la música, a pasar por taquilla y a pagar por los conciertos. O por las copas en los garitos que programan música en directo. Y si te gusta leer… ¡a pagar, aunque sea por los cuentos y los relatos! Si no, las canchas se agrietarán, los garitos chaparán y las editoriales quebrarán. Y nuestra vida será más pobre, más triste, más miserable.
Es verdad que, en lo más crudo de la crisis, tener que pagar por muchas cosas que antes eran gratis o extremadamente asequibles, resulta doblemente doloroso. Pero pensemos que, a sensu contrario, la gente empezará a valorar todo lo que tú hagas y pongas en marcha. Todas esas iniciativas de las que antes hablábamos y a las que apenas dábamos valor alguno.
Ahora que el invierno, más que acercarse, ha llegado con toda su crudeza y, dado que no hay exceso de leña con la que hacer fuego para calentarnos, nos toca acercarnos los unos a los otros, apoyarnos, viajar juntos y compartir todo lo que está por venir. Igual que los pingüinos soportan las gélidas ventiscas antárticas y los gansos viajan miles de kilómetros en formación de V. Porque nadie va a hacer las cosas por ti, pero sí que te van a ayudar a que tú mismo puedas sacarlas adelante. Con esfuerzo y con trabajo. Pero con orgullo y pasión.
Si un amigo tiene un amigo que da un concierto, vayamos con él. Compremos su disco. Y la camiseta del club de atletismo del hijo del compañero de trabajo. Y el libro del vecino del cuarto. Veamos cine español. Por lo legal. Y vayamos al teatro. Una vez, manque sea. No dejemos de tomar unas cañas, de vez en cuando, en ese bar que tanto nos gusta y cuya camarera siempre ha sido tan simpática y se ha portado tan bien con nosotros, aguantando nuestras chorradas sin dejar de sonreír. Si alguien te dice que ha leído un buen artículo en el periódico, no lo busques en Internet: ¡cómpralo en el quiosco, aunque sea alguna vez, si no puede ser a diario! Y el café. Ese café que, en barra, siempre sabe mejor. Y pasa por las tiendas, por las librerías, por las galerías. Entra. Mira. Lo mismo encuentras algo tan bonito como asequible.
Y, por supuesto, hay que contarlo. Estaremos en crisis, pero jamás hemos tenido a nuestra disposición tanta chismología tecnológica para descubrir, compartir y comunicar. Para ponernos mutuamente en la pista de todo lo bueno y mucho que se hace a nuestro alrededor.
¡Consigamos que 2013, a falta de grandes fastos y magnas celebraciones, esté repleto de pequeños gestos que nos hagan la vida más agradable, soportable y llevadera! Una justa combinación de imaginación, unión y acción nos permitirá sortear los sinsabores de un año que no vamos a consentir que sea tan nefasto como los agoreros pronostican. ¿A que no? Será juntos, paso a paso, como sortearemos 2013. Y lo tendremos que hacer nosotros. De mutuo acuerdo y de forma autogestionaria e independiente. Lo demás, solo son discursos. Y cuentos. De los malos. Sin final feliz. Sin final, de hecho.
Jesús Lens