Días contados, novela y película

Llevaba 20 o 25 páginas y lo único que podía pensar era: “ya no se escriben novelas así”. Hablo de ‘Días contados’, de Juan Madrid. Así comienza una novela negra como la mala sangre de algunos de sus personajes: “La sensación de calor y bienestar llegó a los pocos segundos. Alfredo la conocía ya. Era una vieja amiga que le transmitía fuerza y le daba seguridad. Picotazos como el que acababa de darse no eran corrientes y él lo sabía. El caballo era de la mejor calidad”.

Nada de circunloquios, introducciones o farfolla. Sigue: “Se puso el calcetín y la Adidas blanca y sonrió a su imagen reflejada en el espejo sucio de azogue y flanqueado por los grafitis. Sacó un bolígrafo de la cazadora de cuero y escribió en la pared del retrete: “JURO QUE SERÉ RICO”. 

He vuelto a leer ‘Días contados’ porque el lunes 11 de noviembre, en el marco de Granada Noir, el festival patrocinado por Cervezas Alhambra, vamos a proyectar su versión cinematográfica en el Cine-Club Universitario, actividad compartida con La Madraza. Centro de Cultura Contemporánea de la UGR y la Academia de Buenas Letras. 

Una película que estuvo nominada a 19 premios Goya y que terminó consiguiendo ocho, incluyendo el de Mejor guion adaptado. Ya hablaremos de la película ese lunes 11 en el Espacio V Centenario de la UGR. Hoy me quiero centrar en la novela, cuya lectura les recomiendo vivamente. Lo primero: en el libro, el protagonista no es un terrorista de ETA camuflado de fotógrafo en el Madrid de comienzos de los años 90. Es un fotógrafo que se debate entre facturar por su trabajo para el papel couché o retratar la sórdida realidad del entorno de la plaza del Dos de Mayo, donde la heroína, la cocaína y las pastillas campaban a sus anchas. 

Antonio conoce a sus dos nuevas vecinas, Charo y Vanesa. Empieza a frecuentarlas y salir con ellas y con sus colegas Lisardo y Ugarte. Y a flirtear peligrosamente con el caballo.

“—Me gustaría hacerte una foto mientras te pinchas. ¿Tienes huevos de hacerlo aquí, en la plaza?— le dijo Antonio a Lisardo.

—Tú págate unos pastelitos y verás los huevos que tengo yo, tío.

—¿En la vena del cuello?

—Donde quieras, julai”. 

Y es que, como les decía, ya no se escriben novelas así. Para mí, las grandes protagonistas, las auténticas heroínas trágicas de ‘Días contador’ son Charo y Vanesa. Y Madrid, claro. Es un tópico decir que la ciudad es más que un escenario en la buena novela negra, casi un protagonista. Un tópico que me oirán repetir mucho en las próximas semanas, por otra parte. 

Hablamos del Madrid posterior a la Movida, tan mitificada. Así lo contaba Juan Madrid en el prólogo a la edición de ‘Días contados’ de 2016, recordando cuándo y cómo la escribió: “En aquella época, yo aún era periodista y andaba viviendo en la calle de la Palma, cerca de la plaza del Dos de Mayo, de modo que todo lo que conté en esta novela lo viví durante más de veinte años en Malasaña. Quise contar facetas desconocidas y terribles del arribo de la modernidad y la posmodernidad de golpe, y al mismo tiempo, en el país. Se ha escrito y se sigue escribiendo sobre la Movida, a lo sociológico, y a veces sin buen tino, siempre desde arriba. Lo quise contar a mi manera, desde abajo, es decir, desde el punto de vista de los explotados, los miserables y las pobres gentes que van por la vida a pie sin futuro ni esperanza. Y no desde la impersonalidad del planeo a vista de pájaro”. 

Jesús Lens

El magisterio de Juan Madrid

No sé la de veces que he recorrido estos días la Carrera de la Virgen asomándome a esas efímeras, pero imprescindibles librerías que han jalonado uno de los paseos más icónicos de Granada. Con más o menos tiempo he bicheado, ojeado, hojeado y comprado. He charlado con Raquel, Lola o Carmen y confirman que esta edición otoñal de la Feria del Libro ha sido un exitazo descomunal.

Como descomunal ha sido el trabajazo que han hecho Mariana, Alfonso y Antonio. Justo antes de la conversación que José Abad y un servidor mantuvimos con Juan Madrid en Condes de Gabia, me acordaba de aquella charla telefónica de un sábado noche, en pleno agosto, con Alfonso Salazar. Estaba cerrando la programación y tenía una nueva idea en mente, además de las que ya habíamos consensuado: la relación entre la narrativa, el cine y la televisión del primer galardonado con el Premio Granada Noir.

Unas semanas después pudimos disfrutar de una charla larga, fructífera y, creo, enriquecedora para los asistentes. Lo decía Natalia, al mando de la parte técnica en el edificio de Diputación: “así da gusto trabajar un sábado por la tarde”.

Juan estuvo expansivo y coloquial. Dialogante y respetuoso a la vez que inflexible en sus ideas, pareceres y opiniones. Hablamos de ‘Días contados’, una obra maestra del cine negro español. O “del cine español, a secas”, como me reconvino Juan. Comentamos ‘Tánger’, dirigida por el propio escritor, que es profesor de guion en la mítica Escuela de San Antonio de los Baños de Cuba, y convinimos en que el acento del protagonista, Jorge Perugorría, saca al espectador de la película.

A ‘Brigada central’ le dedicamos mucho tiempo. Ahora que la serie se puede ver completa en la plataforma de RTVE es un magnífico momento para recordar un proyecto que, años después, fue novelizado por el propio Juan Madrid. “‘Brigada central’ es una novela de 1500 páginas publicada en tres tomos por Alianza Editorial”, nos explicó. No me quedó claro, eso sí, qué pasó con los guiones para esa tercera temporada de la serie que nunca se hizo… en España. Seguiré curioseando.

Charla que te charla, descubrimos secretos de los rodajes, hablamos de guiones perdidos, castings soñados, proyectos malogrados y anécdotas con Gabriel García Márquez. Al acabar, Juan nos dio una sorpresa a los amantes del noir que me hizo saltar de la silla y que aún no sé si compartir con ustedes.

Tras su paso por la caseta de firmas, nos fuimos a cenar al Alegría, parada y fonda en estas noches de feria con más hojas que farolillos, más versos que sevillanas y más cerveza que rebujito. Tras brindar con unas Alhambras heladas, expresa petición de Juan Madrid a la que Abad y yo nos unimos alborozados, seguimos hablando de cine, literatura, historia, política… y Villarejo. Me gustó ver cómo le sonrían los ojos al maestro cuando se enteró de que Mariana Lozano había leído la Odisea en griego. “¡En la Odisea está todo. Como en el Quijote y en Madame Bobary!”, exclamaba. Mi padre habría sonreído al descubrir su enorme admiración por el profesor Adrados.

Al final de la cena me contó más sobre el nuevo proyecto en que está embarcado. Hasta el título provisional me confió. Un título que, como es habitual en Juan Madrid, es todo un microrrelato en sí mismo, cargado de poesía, fatalismo y premonición.

No lo voy a desvelar, por supuesto. Ni siquiera les contaré de qué va la cosa. Será un secreto compartido por las tres docenas de personas que, el sábado pasado, nos acompañaron en la Feria del Libro. Porque ir a los sitios y participar en vivo y en directo del magisterio de Juan Madrid debe reportar pequeñas recompensas, íntimas satisfacciones.

Jesús Lens