Enhorabuena a Comisiones Obreras por ese diccionario que, a través de 27 términos de uso cada vez más corriente, desenmascara la trampas que oculta un lenguaje bonito, suavón, moderno y molón.
Tomemos, por ejemplo, la proactividad, uno de los palabros más usados en el lenguaje corporativo y empresarial para encorajinar a los trabajadores, ya que “implica la toma de iniciativa de la persona trabajadora en el desarrollo de acciones creativas y audaces para generar mejoras productivas”… de acuerdo con ese lenguaje cool al que alude el sindicato.
La realidad, sin embargo, es más prosaica, menos bonita y elegante: “realizar sacrificios personales y profesionales que redunden en beneficio de la empresa, por ejemplo, en forma de tiempo extra no pagado”, según la Precaripedia presentada por Ricardo Flores y Clara Castarnado, secretario general y responsable de empleo de CCOO, respectivamente.
Siempre mola ser proactivo. Lo contrario, suena fatal. ¿Conocen a alguien que se defina a sí mismo como “propasivo”? Seguramente no. Y, sin embargo, tiene que ser envidiable eso de poder currar tus horas y dedicar tu tiempo libre a actividades tan poco proactivas, empresarial y económicamente mente hablando, como ver cine, pasear, charlar o tumbarse en el campo a ver la hierba crecer.
Pero no. El entorno nos anima a ser proactivos y a estar continuamente dándole vueltas al bolín, pensando en cómo mejorar la empresa y sus procesos para la consecución de mejores resultados. Lo que estaría muy bien si luego, la empresa, se lo recompensara al trabajador. Pero no suele ser el caso.
La Precaripedia hace un completo repaso a términos como Minijob, trabacaciones, coaching, microworker, job sharing o el inefable y venerado outsourcing por el que se cambia a los trabajadores de empresa… para rebajar salarios y cercenar derechos laborales.
Y es que, como les tengo tan advertidos, el lenguaje no es inocente. Por ejemplo, cuando escucho la palabra “sinergias”, inmediatamente me echo la mano a la cartera, que ese concepto cuesta dinero.
Y no les digo nada cuando oigo el mantra de los últimos años: optimización. Ojito con ella: solo es óptima… para hacer crecer las colas del paro. La optimización suele ir de la mano de otro proceso imparable: digitalización, amplísimo paraguas bajo el que se cobijan muchas cosas buenas, sin duda, pero que también termina conduciendo a cientos de miles de trabajadores al SEPE, antiguo INEM.
Jesús Lens