Siempre pagan los mismos

Durante la celebración de la primera edición de Granada Noir se planteó una interesante tertulia entre los autores y el público presente, con cuestiones como las siguientes: ¿Puede la novela negra contemporánea dejar de lado la crisis? Escribir novelas apegadas a la realidad del momento ¿les pone fecha de caducidad? ¿Es necesario tomar distancia para escribir y dejar pasar el tiempo?

siempre pagan los mismos

Y es que escribir sobre el aquí y el ahora más feroces conlleva el riesgo de convertir las novelas en panfletos y, por tanto, de que la calidad literaria de los textos se vea mermada.

Personalmente sigo insistiendo en que una crisis que nos atenaza desde hace ya siete años no puede ser ajena al género negro, si lo consideramos como el género realista por excelencia. La gente que ahora tiene 25 años lleva viviendo entre penurias y penumbras  desde que cumplió la mayoría de edad. Así las cosas, ¿se va a creer cualquier cosa que lea, si la historia no se integra en un contexto como el que estamos sufriendo?

Carlos bassas negra y criminal

Sirva esta larga introducción para señalar que Siempre pagan los mismos, la nueva novela de Carlos Bassas (del que ya hablamos sobre su sensacional «El honor es una mortaja» )publicada por la editorial Alrevés, sí toca el tema de la crisis. Y lo hace, precisamente, justo como yo creo que debe hacerse: introduciéndola como el escenario en el que se desarrollan los hechos que nos cuenta el autor.

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Jesús Lens

Las flores no sangran

Ya está en la calle.

La nueva novela de Alexis Ravelo.

Las flores no sangran, publicada por ese lujazo de editorial, negra y criminal, que es Alrevés, cuyo catálogo está reuniendo a buena parte de lo mejor de lo más nuevo de un género que, estos años, está viviendo una edad dorada en España. Porque los clásicos siguen en una forma excelente y, a la vez, una estupenda nueva hornada de talento policíaco-literario empieza a descollar y a consolidarse en lo más alto.

 Las flores no sangran

Y, entre ellos, Alexis Ravelo, por supuesto.

El nombre de este escritor canario, sobre todo tras la consecución del Premio Hammett de Semana Negra de Gijón, está en boca de todos. Sus últimas novelas, La estrategia del pequinés ,  La última tumba y la maravillosamente bastarda El viento y la sangre, han cosechado los parabienes y los elogios de los más exigentes lectores negro-criminales, por su excelente mezcla de intriga policíaca, violencia y denuncia social; tres de las patas fundamentales en las que se asienta el género.

Y con la llegada del 2015, aparece en las librerías Las flores no sangran, una novela larga, elaborada y de cocción lenta. Una novela trabajada que representa un importante tour de force literario, por la cantidad de personajes, voces y recursos literarios que atesora.

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Jesús Lens

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Manos sucias

Si la cara es el espejo del alma, una portada debería ser el reflejo de la novela. Y, en el caso de “Manos sucias”, la más reciente novela de Carlos Quílez; así es.

 Manos Sucias

¡Pedazo de portada, la de esta subversiva novela, publicada por la combativa e imprescindible editorial Alrevés! Editorial a la que le debemos joyas como “Te quiero porque me das de comer” o “La fragilidad del neón”, ya reseñadas y comentadas en este Blog.

Alguien que conozca la trayectoria profesional y literaria de Carlos Quílez, al leer lo de “novela subversiva”, podría pensar que se ha pasado al otro lado. Que es posible. No lo sé. Hace ya dos o tres años que no hablo con él. Pero no lo digo por eso. Lo digo porque “Manos sucias” cuenta y habla de la realidad. De esa realidad que nos mancha los dedos todos los días, cuando leemos el periódico. Y que no por la tinta fresca, precisamente.

 Manos sucias Carles Quílez

Y es que, como bien nos recordaba Juan Madrid hace unos meses, parafraseando a Engels, contar la realidad es ya un acto revolucionario en sí mismo.

Pero vamos a concretar. ¿Quién es uno de los personajes secundarios de “Manos Sucias”? Pues ni más ni menos que el contable y tesorero del partido político del gobierno. Un tipo llamado Cérdenas. En la novela.

¿Y quiénes son los protagonistas?

Pues algunos de esos personajes que nunca salen identificados en las noticias: los Mossos d’Escuadra, los comisarios de Policía o sargentos de Guardia Civil que luchan contra el crimen organizado y las mafias que corrompen la sociedad. Esos tipos anónimos que, tirando del hilito, conectan el chalé de un concejal de urbanismo con una contrata a una multinacional rusa. O que descubren al práctico del puerto de Valencia, cediendo uno de sus yates a un conocido gángster, para que celebre su cumpleaños.

“Manos sucias” cuenta lo que está más allá de los titulares de los periódicos y de los cinco párrafos con los que despachamos la mayoría de las noticias. Porque las otras dos grandes protagonistas de la novela son dos aguerridas chicas periodistas, Patricia y Elsa. ¡Y ellas sí que nos pueden dar clases de ética periodística! (Ya las conocimos en esta anterior novela de Quílez, “La soledad de Patricia”, precisamente)

Bares, restaurantes, reservados, conversaciones, filtraciones, interrogatorios, redadas… ¡Cómo se nota que, además de ser un excelente narrador, Carlos Quílez sabe de lo que habla! No por casualidad fue el responsable de Tribunales y Sucesos de la Cadena SER en Barcelona y, después, pasó a trabajar en Anticorrupción.

 Manos sucias

Hace unos meses hablábamos de «RG», un tebeo que podría describirse como el “The Wire” de los cómics. Pues la novela de Quílez sería su equivalente novelesco. ¿Quieres saber cómo se desarrolla una investigación, cómo funcionan determinados protocolos?

Lee “Manos sucias”.

¿Quieres entender, de la forma más clara, adictiva y atractiva posible; cómo funciona esa corrupción que amenaza con ahogarnos?

Lee “Manos sucias”.

Lo vas a flipar.

Jesús Lens

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Te quiero porque me das de comer

Reseña dedicada a Ricardo Bosque.

¡El puto amo!

 

Oiga. ¿Qué? Que vaya novela… ¿No le ha gustado? No. Me ha enganchado. Como la heroína. Me ha tenido imantado a la lectura desde las primeras palabras del primer capítulo: “El asesino en serie carece de empatía: el asesino en serie acostumbra a cosificar a sus víctimas: las concibe como objetos, nunca como personas: jamás se arrepiente de sus crímenes e incluso, cuando la policía lo detiene, confiesa haber cometido más crímenes de los que realmente cometió”. Pero, ¿gustarme? Yo creo que no.

 Te quiero porque me das de comer

¿Cómo va a gustarme una novela cuya lectura me hizo, a veces, apartar los ojos de sus páginas? Pues como pasa con las películas de terror. Ya, pero esto es un libro. Y los libros no deberían salpicar.

¿Ah, no?

Oiga. ¿Qué? Que lo mismo, si lo pienso bien, sí que me ha gustado. Igual que me gustan las patatas bravas, muy bravas. Esas bravas que pican al entrar, pero que pican más aún al salir. ¿Es posible?

Un médico. Reputado. Que vive en un barrio en constante deterioro: Carabanchel. Pero que aún tiene alma: “En muchas ocasiones se nota que el barrio de Carabanchel (antes de convertirse en lo que es) fue un pueblo: (los domingos) todavía a mucha gente la despierta el altavoz del colchonero lanero (que cambia tres viejos colchones de lana por uno de espuma o de Flex), la interminable o del chatarreroooooooo, el melódico chiflo del afilador y el órgano que pone música al más difícil todavía de la cabra”.

 Te quiero porque me das de comer Carabanchel

Un médico especial. Muy especial. Un médico cuya compleja personalidad comenzó a forjarse en las aulas de la Facultad. Como está mandado. Un médico excepcional, por otra parte. El médico que se disputarían los mejores hospitales del mundo entero. Pero que opera en Carabanchel, el barrio en el que también reside. Un barrio con tanta personalidad como el propio doctor. Solo que de otra manera. Porque Carabanchel ha sido tomado por hordas de yonquis que lo están haciendo cambiar. A marchas forzadas.

Oiga ahora usted, señor lector. Dígame. Que qué le parecen los personajes de “Te quiero porque me das de comer”. ¿A mí? No, a mi prima la de Burgos. Pues me han impresionado. ¿Cuáles, además del médico? Todos. Y cada uno. Al principio me costaba cogerle el aire a la lectura, con esa forma que tiene el autor, David Llorente, de contar sus historias. Pero luego me enganché. Habla usted como si el libro fuera droga, tanto enganche y adicción. Es que lo es. Droga dura. No sé si me convence esa descripción… Pues debería.

 Te quiero porque me das de comer autor

Por cierto. ¿Sí? ¿Qué le parece a usted si, a la hora de definir el libro, dijera que es como si Hannibal Lecter o Jack el Destripador vivieran y mataran en la España de El Vaquilla y El Torete? Pues que sería demasiado simplificar: en esa ecuación no entra, por ejemplo, Casimiro Balcells. Es cierto, pero es que es muy difícil tratar de meter a todos los personajes de una novela coral como “Te quiero porque me das de comer” en una definición. ¿Y quién le ha pedido que lo haga? No, si ya… si yo era por clarificar. Pues no se meta usted en nada. El que quiera y se atreva, que se enfrente a la lectura de la novela de forma desprejuiciada, libre y liberado de aprioris y etiquetas.

Pues sí. Ese sería el mejor de los consejos. Sumergirse en “Te quiero porque me das de comer”, de la editorial Alrevés, y dejarse atrapar en la tela de araña que David Llorente ha tejido e uno de los artefactos literarios más potentes de los últimos tiempos.

Razón: Jesús Lens

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La fragilidad del neón

Puedo confesar y confieso que el hecho de que un autor al que no conoces y del que previamente no has leído nada, te mande su libro para que lo leas y, después, si quieres, lo presentes en Granada… es algo que da miedo. Mucho miedo.

 La fragilidad del neón Alrevés

Lo primero que piensas es… ¿y si no me gusta?

Y, de inmediato… ¡joder, joder, joder! ¡Qué compromiso!

También puedo confesar y confieso que lo que me ha ocurrido con “La fragilidad del neón” no ha sido exactamente así. Porque, en el caso de la novela de Juan Laborda, hubo un celestineo previo que me permitió anticipar que las horas que le iba a dedicar no iban a ser horas malgastadas.

 La fragilidad del neón Juan

No sé si tú estás o no en Facebook, pero el hecho de ver que Juan es habitual en las cuadrillas, presentaciones y parrandas de alguien tan solvente como la Señorita Julia, ya me infundió tranquilidad.

Y saber que fue Pepo quién le propuso a Juan que yo presentara el libro, además de tranquilidad, me produjo orgullo y satisfacción. Y saber que Ana también estaba en el ajo terminó por provocar unas ganas brutales de que llegara el libro, para hincarle el diente.

Y llegó. Y lo abrí. Y, junto a una cariñosa dedicatoria, la solapa me presentó a un tipo joven. Insultantemente joven que, además de ser doctor en Historia Moderna por la Universidad Complutense de Madrid, es máster en Historia y Estética de la Cinematografía, crítico literario y profesor.

¡¡¡Toma ya!!!

Y no lo pude evitar y, aunque no suelo hacerlo, me fui a la contraportada, en la que se mezclan el París de los primeros 60, un exiliado español, la guerra de Argelia, el FLN y la OAS.

Todo ello aderezado con la llegada a la ciudad de la luz de una estrella de cine norteamericana: Linda Darnell.

Como fácilmente podrás comprender, al tener la suerte de haber recibido el libro al principio de un fin de semana, no tardé ni dos días en leerlo. Y disfrutarlo. De cabo a rabo.

Llegados a este punto, no voy a decir nada más. Porque, si quieres profundizar en la novela y tener la oportunidad de charlar con Juan, además de llevarte su libro, firmado y dedicado; tienes una oportunidad de oro de hacerlo el próximo sábado, a las 12 de la mañana, en la Librería Babel de Granada.

La fragilidad del neón maxi

Allí estaremos, teniendo el gusto, el placer y el orgullo de presentar una novela que, puedes creerme… ¡te va a gustar! Y, por lo poco que he hablado con Juan, creo que lo vamos a pasar bien, pero que muy bien, charlando de cine, literatura y novela histórico-policial.

Sí diré, por si alguien piensa que hay muchos ingredientes en la coctelera literaria de Juan, que el libro cuadra a la perfección al historiador con el escritor y con el cinéfilo empedernido.

La fragilidad del neón

¡Y ni una palabra más!

Jesús Lens

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