Durante la celebración de la primera edición de Granada Noir se planteó una interesante tertulia entre los autores y el público presente, con cuestiones como las siguientes: ¿Puede la novela negra contemporánea dejar de lado la crisis? Escribir novelas apegadas a la realidad del momento ¿les pone fecha de caducidad? ¿Es necesario tomar distancia para escribir y dejar pasar el tiempo?
Y es que escribir sobre el aquí y el ahora más feroces conlleva el riesgo de convertir las novelas en panfletos y, por tanto, de que la calidad literaria de los textos se vea mermada.
Personalmente sigo insistiendo en que una crisis que nos atenaza desde hace ya siete años no puede ser ajena al género negro, si lo consideramos como el género realista por excelencia. La gente que ahora tiene 25 años lleva viviendo entre penurias y penumbras desde que cumplió la mayoría de edad. Así las cosas, ¿se va a creer cualquier cosa que lea, si la historia no se integra en un contexto como el que estamos sufriendo?
Sirva esta larga introducción para señalar que Siempre pagan los mismos, la nueva novela de Carlos Bassas (del que ya hablamos sobre su sensacional «El honor es una mortaja» )publicada por la editorial Alrevés, sí toca el tema de la crisis. Y lo hace, precisamente, justo como yo creo que debe hacerse: introduciéndola como el escenario en el que se desarrollan los hechos que nos cuenta el autor.
La pregunta es: ¿por qué he tardado tanto en leer El honor es una mortaja, de Carlos Bassas, ganadora del VII Premio Internacional de Novela Negra Ciudad de Carmona y publicada por la editorial Almuzara en su extraordinaria colección Tapa Negra?
Solo la portada, ya es una pura gozada, abierta a múltiples interpretaciones. ¡Menos es más! Sobre todo cuando ese rojo lunar tiene tantas connotaciones. Una de ellas queda inmediatamente expuesta al leer el prefacio de la novela, que nos retrotrae al Japón de 1701 y a la histórica leyenda de los 47 Ronin y al arte marcial del Iaido.
No tardaremos, sin embargo, en estar en la España contemporánea. Esa España de hoy en la que las que grupos criminales provenientes del Este de Europa se han enseñoreado de negocios turbios como el de la prostitución, por ejemplo. Y, así, tipos como Pavel Ilianescu, gordo, sucio, fofo y bastante repugnante; trata de lavar los platos en el fregadero de la sucia cocina de su sucia casa, antes de irse a trabajar.
De repente, Pavel recibirá una visita. Inesperada. Una visita, además, extraña. Muy extraña. La visita de un tipo anodino. Un medianías. Uno de esos sujetos con los que puedes estar hablando un rato y, a los cinco minutos, olvidar que lo has conocido. La particularidad es que el individuo, además de tratar de dispararle con un arma corta, le mete una paliza con un bate de béisbol.
Todo esto ocurre en las primeras cuatro o cinco páginas de una narración que, a partir de ese punto, ya no soltará al lector.
El escritor catalán Carlos Bassas del Rey ha sido el ganador del VII Premio Internacional de Novela Negra Ciudad de Carmona con su obra El honor es una mortaja, un galardón que recibirá hoy vienes a las 20:30 horas en la antigua Capilla de la Residencia de San Pedro de Carmona de manos del Alcalde de la ciudad, Juan Manuel Ávila Gutiérrez, y de Manuel Pimentel Siles, presidente de la editorial Almuzara.
El honor es una mortaja es una novela de lenguaje descarnado y diálogos punzantes y ágiles. Una narración trepidante por la que discurre un elenco de personajes que remite al más clásico género negro: policías de diferentes pelajes y generaciones, asesinos profesionales, matarifes novatos, un detective de oscuro pasado, mujeres que pagan por los pecados de sus maridos y un turbio empresario del crimen. Pero es también un recorrido por distintas formas de entender la venganza, el honor y el deber en dos culturas muy lejanas, pero quizá no tan distintas.
Para su autor se trata de una historia de venganza a la que se le ha eliminado todo el componente emocional.
“Me interesaba explorar la posibilidad de un personaje que decide acometer una venganza sin odio, sin que sus sentimientos jueguen un papel en su motivación, sino por simple sentido del deber, como un supuesto samurái clásico. Por una cuestión de obligación. Ver si ese hecho anula el propio concepto de venganza tal y como lo entendemos en occidente; si la venganza, para ser comprendida como tal, necesita de esos mimbres o no. Así es la pena de muerte, por ejemplo: una venganza fría, institucionalizada y mecanizada en la que se aplica un deber sin que los sentimientos jueguen un papel en ello”.
La historia comienza cuando un rumano es asesinado con el cubo de una fregona; un inmigrante muerto que no importa a nadie, salvo al hombre que ha querido arrebatarle la vida y al policía que habrá de ocuparse del caso. Al primer cadáver le seguirá el de un cómplice, ambos crímenes unidos en apariencia por el mismo asesino, torpe pero resuelto.
El inspector Herodoto Corominas tira del hilo hasta relacionar estos crímenes con un atraco ocurrido dos años atrás en el que muere una mujer y su hijo, cuyo padre amnésico está condenado a olvidar quién fue el asesino. ¿Por qué iba alguien a vengar la muerte de dos completos extraños, a los que no recordará jamás?
El honor es una mortaja es una novela que entronca ejemplarmente con los cánones clásicos del noir, un ámbito literario en el que la tradición de los Chandler, Hammett y compañía pesa lo suyo y ha ejercido desde siempre un notable influjo entre los incondicionales del género. Bassas ha urdido una trama en la que la venganza juega un rol esencial, y en la que los diálogos, chispeantes y cargados de sarcasmo e ironía, constituyen una baza ganadora de primer orden.
“Me gusta el género negro porque, más allá de las tramas policiales, detectivescas, criminales, es un género social muy apegado al terreno, al día a día. De un realismo a veces doloroso, otras irónico, otras mordaz. Al menos el género negro que a mí me gusta, el que parió Manuel Vázquez Montalban y el que practican Camilleri y Petros Márkaris, otros dos grandes referentes; y el que nos regalan escritores como Guillermo Orsi, Lorenzo Silva, Fred Vargas, Leonardo Padura o Amir Valle: compromiso con la realidad, crítica social, personajes de la calle, que uno se encuentra por la vida. Es la novela negra que inició Hammett”, comenta el autor.
Carlos Bassas del Rey (Barcelona, 1974) es Doctor en Ciencias de la Información por la Universidad de Navarra. Completó su formación como guionista con seminarios internacionales impartidos por maestros como Richard Walter o Linda Seger y es escritor audiovisual de diversas productoras, labor que compagina con la docencia en la Universidad Pública de Navarra y en la Escuela de Imagen y Sonido de Pamplona.
Ha escrito cortometrajes, documentales, largometrajes, videoclips y spots publicitarios para empresas nacionales y multinacionales. También ha dirigido e impartido numerosos cursos de escritura creativa y narrativa audiovisual, ciclos de cine y conferencias sobre el séptimo arte, además de ser comisario de dos exposiciones («De Altamira al cinematógrafo: una odisea de la imagen» y «Navarra y el cine»).
En 2007 fue galardonado con el Premio Plácido al Mejor Guión de Largometraje en el IX Festival Internacional de Cine Negro de Manresa, y su guión Malinche fue subvencionado por el ICAA en las Ayudas al Desarrollo de Guión de Largometraje. Ha desempeñado labores como director de fotografía y montador, además de ejercer la crítica de cine en diversos medios y ser jurado en certámenes de cortometraje (Peralta, Bidasoa, Pamplona).
En 2009 fue coordinador del libro Tasio 25, editado por el Gobierno de Navarra con motivo del aniversario de la película de Montxo Armendáriz, y es Vocal de Cine del Ateneo Navarro.