Hará un año, me desperté crujido de dolor. Como ya había sufrido un cólico nefrítico antes, sabía de qué se trataba. Aguanté la noche a base de Buscapina y, al amanecer, pedí cita con el médico. El programa me la dio para esa misma mañana, el facultativo me encargó unas pruebas y salí del centro de salud pensando en lo bien que funcionaba la sanidad. Si me hubieran pasado una encuesta de satisfacción, le hubiera dado un 10.
Una de las pruebas era una ecografía. Más de un año después, sigo esperando que el SAS se acuerde de mi riñón. Si a aquella arenilla le hubiera dado por solidificarse, ahora mismo podría estar albergando un meteorito en mi interior, completamente invisible para el sistema. Una vergüenza. ¡Qué suspenso les daría!
Hace meses, un insoportable dolor en un pie me dejó cojo. Volví a comprobar que, dando citas, atendiendo al paciente en primera instancia y realizando radiografías a una velocidad vertiginosa, el SAS es insuperable. Que el médico que vio la radiografía ni siquiera se dignara mirar -y no digamos palpar- mi pie, limitándose a recomendarme antiinflamatorios y reposo, me tocó la moral. Imagino que el riesgo de que la consulta oliera a Cabrales el resto de la tarde era demasiado grande. El caso es que tenía un edema óseo, pero eso no sale en una radiografía.
Dependiendo de cuándo me hubieran preguntado, la sanidad andaluza y sus facultativos hubieran sido la joya de la corona de la que presume el gobierno autonómico, pero también la hez denunciada en redes sociales.
Es el problema de juzgarlo todo de acuerdo a nuestra experiencia personal: careciendo de perspectiva y dependiendo de cómo nos haya ido la feria, extraemos conclusiones que elevamos a generales… con grave riesgo de equivocarnos.
Ahí tienen a los terraplanistas, el ejemplo más reciente de que el ser humano camina irremediablemente hacia la extinción: como ellos, por mucho que anden y por lejos que miren, no alcanzan a percibir la curvatura del planeta, concluyen que tiene que ser necesariamente plano. ¡Y que se jodan miles de años de historia de la ciencia! ¡A ellos, informados y sesudos librepensadores, van a ir la NASA y otros vendidos pelagatos a decirles cómo pensar!
Los terraplanistas, como los antivacunas, son prueba incontestable de los peligros del egocentrismo exacerbado y de la tiranía del Yo.
Jesús Lens