Próxima B y el bus urbano

Reconozco, en un alarde de absoluto egocentrismo, que lo que más me fastidia de las noticias científicas sobre descubrimientos espaciales es que empieza a pasárseme el arroz y, por ejemplo, ya no me veo camino de Proxima B. Y a este tema dedico mi artículo de hoy, en IDEAL.

Próxima B

Sí. Sé que, hoy por hoy y con la tecnología disponible, una nave espacial que pudiera llevarme hasta allí tardaría unos 40.000 años en llegar. Pero yo no pierdo la esperanza de visitar ese nuevo planeta, recién descubierto, que tendría características muy parecidas a las de la Tierra.

Por eso, lo primero que haré la próxima vez que baje a La Chucha y si la noche está despejada, es sacar el viejo telescopio de mi padre y bajar a la playa a otear el firmamento. Espero que me acompañen mis sobrinas, que ellas tienen toda la vida por delante. Si Stephen Hawking cree que hay nanonaves que podrían llegar a Alfa Centauri en un viaje de veinte años, ¿quién sabe lo que nos deparará el futuro, en cuestión de movilidad espacial?

¡Alegrón, al saber que en el descubrimiento de Proxima B ha estado involucrado un astrofísico granadino! Para mí, hombre de letras, disciplinas como la astrofísica resultan arcanos indescifrables. Pero, como fabulador nato, me encantan.

Hace años, viajando por Chile, me quedé fascinado con el proyecto ALMA (Atacama Large Millimeter/submillimeter Array). Entren en su web y alucinarán. De hecho, pensé quedarme por el desierto de Atacama para documentarme sobre una historia negra y criminal de celor personales y profesionales entre astrofísicos.

alma cHILE

El caso es que, desde entonces, las noticias sobre el espacio me provocan una especial atracción. Ha querido la casualidad, además, que el descubrimiento de Proxima B me encontrara leyendo “El universo o nada”, de Elena Poniatowska, una historia de la astronomía mexicana protagonizada por Guillermo Haro, un hombre de izquierdas que, mirando a las estrellas, nunca dejó de tener los pies bien asentados en el suelo.

Para mucha gente, estos descubrimientos científicos son una pérdida de tiempo y de dinero; un desperdicio de talento, esfuerzos y recursos. Y es verdad que, a veces, cuesta trabajo entender cómo es posible que sea más rápido llegar a Alfa Centauri en nave espacial que ir del Zaidín a la Chana en autobús. ¿Podrían los astrofísicos echar una mano con este otro misterio cósmico?

¿Servirá el Bonobús para ir a Alfa Centauri?
¿Servirá el Bonobús para ir a Alfa Centauri?

A la espera de la remodelación del sistema de transporte urbano prometido por Raquel Ruz, nos contentaremos con volver a leer las “Crónicas Marcianas” de Bradbury, soñando despiertos bajo el cielo estrellado de la noche.

Jesús Lens

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Leonora

Pateando el Mundo se suma hoy a la celebración y la felicidad por la consecución del Premio Cervantes por parte de Elena Poniatowska hablando de uno de sus grandes libros. Uno de esos libros que si no has leído, deberías leer.

 Leonora Elena Poniatowska

Me gusta tomar notas en los libros que leo, cuando alguna parte del texto me llama la atención. Y suelo hacerlo en las dos o tres páginas en blanco que traen los libros generosamente y bien editados. Ahí anoto la página en que he encontrado algo especialmente reseñable o, directamente, escribo la referencia que quiero recordar.

Posiblemente ha sido “Leonora”, de la autora mexicana Elena Poniatowska, el libro al que más notas le he tomado en los últimos años. Una cosa hasta abusiva, me atrevería a confesar.

 Leonora

Empecemos, antes de nada, por una referencia obligada. Un tren llega a Huston y Renato quiere tomarse una cerveza bien fría. “Yo soy un hombre de café y cantina”, se define.

¿Puede haber una definición más clara, concisa y certera de uno mismo que ésta? Lástima que “apenas entran, el mesero se acerca a decirles que las mujeres tienen prohibida la entrada y que a él no le pueden servir porque es mexicano. “No dogs and Mexicans allowed”, se lee en la puerta de otro restaurante. Leonora no entiende nada.”

Le ocurrirá en más ocasiones. Porque la vida de Leonora es algo tan, tan grande, que tendrá tiempo de no entender muchas, demasiadas cosas. Pero también de terminar comprendiéndolas. Y amándolas. Porque Leonora es así, un universo en sí mismo, un volcán que provoca terremotos, con esos ojos que “echan lumbre”.

Porque Leonora ve el mundo como otro lo pintó y sostiene, en prodigio filosófico, que “la finalidad de la vida no es prosperar sino transformarse”.

 leonora carrington pinturas

Pero ¿quién es esta Leonora de la que hablamos y que, solo con su nombre, es capaz de titular esta excepcional novela? Se trata de Leonora Carrington, una de esas mujeres batalladoras y luchadoras que se salieron de la senda trazada que la vida le había marcado, como hija de un rico industrial, y que convirtió su vida en un monumento a la libertad y la individualidad, el inconformismo y la rebeldía.

Fue una de las surrealistas, estuvo internada en un psiquiátrico y, huyendo de la Europa en guerra, se refugió en un México al principio hostil y árido que, después, transformó en su hogar. Puso a sus pies el Nueva York de Peggy Guggenhein y fue amante de Max Ernst. Se codeó con Dalí, Duchamp y Picasso y fue capaz de romper tantas veces con su vida como de volver a construir e inventar nuevas existencias.

 Leonora Carrington caricatura

Leonora fue fuego, fue aguas turbulentas y vientos desatados. Tiene momentos sublimes, como cuando escribe cartas imposibles: “Si tú no vienes antes de que escriba cuatro líneas más, saldré a embriagarme. Tristemente, enteramente, dignamente sola”.

Una mujer decidida y de acción. “En la vida uno debe hacer lo que le da la gana porque la frase que comienza con “hubiera querido” vale para una chingada”. Una mujer que viaja porque “salir afuera es salir de ti mismo”. Una mujer a la que, como ella misma dice, “las cosas le suceden”.

¡Vaya si le suceden!

Y Elena Poniatowska bien sabe cómo contarlo, con ritmo, con complicidad, con inteligencia y con la pasión que se merece uno de los personajes capitales del siglo XX. Una Leonora pintora, escritora y luchadora que falleció al poco de publicarse el libro de Poniatowska. Y es que, además de intensa, su vida fue increíblemente larga: casi cien años, de 1917 a 2011. Una Leonora a la que Elena le dedicó este precioso Obituario, que resume infinitamente mejor su vida de lo que yo podría hacerlo en un millón de años, escribiendo esta reseña.

 leonora carrington

Si queréis descubrir la vida excepcional de una persona excepcional, a través de la excepcional novela de una periodista excepcional, ya tardáis en haceros como “Leonora”, de Elena Poniatowska.

Y punto.

Jesús Lens

@Jesus_Lens