Escuchar más, hablar menos

Ayer me llamaron “persona emprendedora” y sufrí un sobresalto. “¿Seré yo, Señor, seré yo?” Sí. Era a mí. Y a otro centenar de personas que nos juntamos para celebrar los Premios Andalucía Emprende, del CADE.

Estaba pensando en mí mismo como emprendedor, algo que nunca había hecho antes, cuando el delegado de Economía, Innovación, Ciencia y Empleo de la Junta de Andalucía tomó la palabra para pronunciar un encendido discurso, de unos 5 minutos de duración, sobre la importancia del emprendimiento y el impulso que recibe del gobierno.

Llegó el momento cumbre de la jornada: la presentación de los 10 proyectos finalistas de los Premios Andalucía Emprende. Y una modalidad muy exigente de exposición: cada emprendedor disponía de… ¡1 minuto para contarnos su proyecto!

Conste que el jurado de los Premios ya se había reunido anteriormente para examinar a los finalistas con lupa. Y vaya por delante que me gusta eso de las presentaciones exprés, comprimidas en un mínimo lapso de tiempo. Pero… ¿1 minuto? Y lo peor era que, si el ponente se pasaba un segundo, sonaba una inquietante campana…

Escuché las 10 presentaciones y admiré a todas y cada una de aquellas personas, esforzándose por resumir un proyecto empresarial en el que han invertido horas, días, semanas, meses y hasta años de sus vidas… en 1 minuto.

Justo después de que se anunciaran los ganadores, tuve que salir por piernas, que esto de ser autónomo y emprendedor es un sinvivir, siempre a la carrera, pero según me comentaron fuentes bien informadas, Sandra García, la delegada de la Junta en Granada, invirtió 5 minutos en la clausura del acto.

5 minutos de discurso, para los estándares de un político, vienen a ser lo que un aperitivo antes de un Menú Degustación. Aun así, el reparto de tiempos entre los emprendedores y los representantes institucionales no fue proporcional.

Cuando los políticos cobren conciencia de que deberían escuchar más y hablar menos en actos como el de ayer, en el que tanto tenían que aprender, los ciudadanos les tendremos en más y mejor estima.

Jesús Lens

UN, DOS, TRES… ¡A INNOVAR!

Además de esta primera Biografía Fingida, y de esta Cita en que les espero a todos ustedes, hablamos de la columna de hoy viernes de IDEAL, relacionado con aquel famoso artículo: «Innovación. Una actitud para el cambio». A ver si les sugiere comentarios y generamos polémica y discusión, pudiendo participar en la ENCUESTA SOBRE INNOVACIÓN que tienen en la Margen Derecha de este Blog.

 

Hasta el hartazgo se lo hemos escuchado proclamar al Presidente del Gobierno, a sus ministros, gurúes y corifeos: hay que cambiar de modelo productivo. Que si economía sostenible por aquí; que si desarrollo tecnológico, energías renovables, investigación y desarrollo por allá… en pocas palabras: ¡innovación!

 

Ha llegado el momento. Contra la crisis, innovación. ¿No han recibido ustedes a través de su correo electrónico esos mails con Einstein alabando las bondades de la crisis ya que son precisamente éstas las que nos hacen agudizar el ingenio, cambiar de parámetros y superar un modelo caduco de sociedad?

 

Pues en esas estamos. Justo ahora. Dichosos, felices y contentos deberíamos sentirnos por tener la oportunidad de vivir tiempos tan interesantes. ¡El final de una época y comienzo de la siguiente, nada menos! Estamos haciendo historia, en fin.

 

Lo que pasa es que resulta muy complicado acostarse por la noche ahítos de cigalas, con un cochazo de impresionante cilindrada en el garaje, viviendo en una burbuja inmobiliaria que, sin pegar golpe, cada día nos hace más ricos y despertarse por la mañana siendo éticos, solidarios, emprendedores sostenibles y, además, innovadores.

 

Toda la vida, nuestras madres pidiendo por un trabajo seguro, a ser posible de funcionario, sin preocupaciones ni sobresaltos, poniéndole velas a San Trienio, para ahora, de repente, pedirnos que nos pongamos a emprender e innovar. De golpe y porrazo. Por decreto. ¿Cómo lo ven?

 

A priori, parece chocar con la esencia de una sociedad en que la costumbre ancestral es que, con el primer sueldo, los jóvenes se compren un coche y, recién pasados a fijos en la empresa, ya menos jóvenes, se compren una vivienda con hipoteca a treinta años, soñando con jubilarse en el trabajo de toda la vida, insignia laboral bañada en oro incluida. Dicho planteamiento vital no parece casar con el riesgo y la actitud valiente y decidida que se le presuponen al emprendimiento y a la innovación. Por ejemplo, ¿a cuántas personas conocen que estarían dispuestas a ligar voluntariamente sus emolumentos a la productividad de su trabajo? 

 

Pero la pregunta es, más allá de cacarearlo a través de todos los altavoces oficiales y oficiosos, ¿se fomenta realmente la innovación en los colegios, los institutos, la universidad y la empresa? Porque, en general, en el mundo laboral sigue primando más el estar que el producir. Aún en los tiempos de Internet y la telefonía móvil, se sigue valorando, y mucho, el que te vean, el figurar, el famoso presencialismo. Lo importante es estar.

 

Ronda por Internet otra frase que ha hecho fortuna, como la de Einstein. En este caso, se trata de una máxima del célebre filósofo Simpson, Homer Simpson: «Hijos, lo intentasteis al máximo y fracasasteis. La lección es: no intentarlo nunca.» Parece una broma, pero como todo lo que tiene que ver con Homer, hay en ella un enorme y profundo poso de verdad.

Como ésta otra: «Hijo, si realmente quieres algo en esta vida, tienes que luchar por ello. ¡Ahora silencio! Van a anunciar los números de la lotería.»

 

Jesús Lens Espinosa de los Monteros