He flipado. Mucho. No sé si he flipado en colores o en blanco y negro, pero ha sido alucinante leer la cascada de adversativas con las que los socialistas más o menos orgánicos, más o menos simpatizantes, han tratado de nadar y guardar la ropa tras la sentencia de los ERE.
Que Susana Díaz estuviera obligada a hacerlo era lógico y normal. Pero lo de los otros, los que voluntariamente se han posicionado a favor de la gran familia, me sorprende mucho más. Para ellos será una cuestión moral apoyar a los suyos. Para quienes estamos fuera, sin embargo, es la enésima muestra de que determinados políticos viven en un universo paralelo, en un mundo aparte que les impide ver la realidad tal y como es.
Una sentencia judicial de la Audiencia de Sevilla emite durísimas y severísimas condenas que afectan a dos ex-presidentes de la Junta de Andalucía y a decenas de ex-altos cargos de la administración socialista y lo que leemos de algunos supuestos pata negra del entorno del PSOE es que lo de los ERE no era para tanto. Que los condenados no se han enriquecido personalmente. Que son honrados a carta cabal. Buenos chicos. Majos. De moral intachable. Que lo de los otros era peor. Que no se puede comparar. Y así.
Luego se quejan de que les llamen casta y no entienden la desafección política que lleva a cientos de miles de votantes a quedarse en sus casas o, como en las últimas andaluzas y generales, a apoyar masivamente opciones políticas que apelan al voto de castigo.
Se les llena la boca hablando de separación de poderes y de respeto a las decisiones judiciales, pero cuando les son adversas, tiran de adversativas para hacer infames juegos florales que intentan justificar lo injustificable.
Los ERE se gestionaron en tardes interminables de gintónics y rayas de coca, en bares y cafeterías perdidas, mientras los de la moqueta roja levitaban en su serena y grandiosa majestuosidad, sin enterarse de nada, contemplando con displicencia a esa gente que, años después, les botó votando a Vox. Otros, siguen sin coscarse.
Jesús Lens