No sé si estoy a favor o en contra. Y les confieso que es una cuestión que me inquieta y a la que he dedicado tiempo, esfuerzo, dedicación y recursos. Quiero decir con ello que no me resulta indiferente, aunque haya veces que me canse.
En realidad, me gustaría que la cuestión me resbalara para poder pasar de ella, enarcando una ceja y mirándola de soslayo, sin prestarle más atención. Por desgracia, no es así.
He leído los argumentos de unos y los de otros. Después, me he centrado en las críticas de los otros a los argumentos de los unos. Y viceversa. Y no puedo sino concluir que ambos tienen su parte de razón. En la misma proporción que no la tienen.
Fíjense si el tema en cuestión me interesa y me preocupa que he escuchado tertulias de radio y televisión, buscando puntos de vista diferentes y originales; y he leído un par de ensayos sobre la materia, a ver si profundizando de forma honda y sesuda, terminaba por determinar si estoy a favor. O en contra.
Pero sigo sin conseguirlo. Aunque no he cejado en el empeño y sigo perseverando. He cambiado de enfoque y de perspectiva. He mudado de piel, como las sepientes, para ver si así. Y nada. He visto varios documentales y, además, he conversado en persona, por teléfono y a través de correo electrónico, con especialistas en la cuestión.
Eran tan, tan especialistas, que he conseguido deconstruir el asunto, separándolo en bloques, para ver si, a través de la fragmentación, me llegaba la lucidez necesaria para determinar de una maldita si estoy a favor o en contra. Pero no hay manera.
Eso sí: ahora soy una eminencia en el tema. Lo que podríamos llamar un experto, una voz autorizada. Pero sigo sin ponerme de acuerdo conmigo mismo, incapaz siquiera de llegar a un acuerdo de mínimos, con las líneas rojas tan bien trazadas que me resulta imposible llegar a un principio de consenso.
Los lunes, los miércoles y los viernes; estoy a favor. Martes, jueves y sábados; en contra. —¿Y los domingos?— Los domingos, de resaca. Porque llega el lunes y, misteriosamente, me encuentro otra vez posicionado. Pero en contra, esta vez.
¿Y usted, amable lector? ¿Me echaría una mano y sería tan amable de decirme si está usted a favor o en contra?
Jesús Lens