Ayer, la ¿casualidad? volvía a vincular dos noticias en la portada de IDEAL que nos invitan a reflexionar sobre los tiempos que nos han tocado vivir. Por un lado, ocupando buena parte de la primera plana, un enorme titular: “La mitad de los contratos firmados en Granada en 2016 no llegaban al mes”. Y, debajo, más pequeño, pero igualmente destacado: “Los 30 estibadores del Puerto de Motril defienden que no son unos privilegiados”. Y de ello hablo hoy en IDEAL.
Hasta hace unos días, si alguien me hubiera hablado de los estibadores, yo habría pensado en Marlon Brando, armado con un gancho y delatando a los mafiosos que controlaban el puerto de Nueva York en “La ley del silencio”. Ahora, sin embargo, si hacemos caso a la campaña de desprestigio iniciada contra ellos, podríamos concluir que son un atajo de vividores que llevan chupándonos la sangre desde hace generaciones.
Tan es así que el pasado fin de semana leía en las páginas color salmón de un periódico nacional una invectiva contra la estiba que, hablando de su origen gremial, destacaba su enraizamiento en los tiempos más oscuros de la mismísima Edad Media. Era un artículo tan apocalíptico que a su autor le faltaba identificar a los estibadores con los mismísimos autores de los protocolos de los sabios de Sion.
Sin embargo, atendamos a un estibador del Puerto de Motril, hablando de su sueldo: “La media, aquí, es de 45.000 euros anuales. El 70% de nuestro salario son incentivos por rendimiento, si ganamos más es porque trabajamos a destajo”. Trabajo a destajo en una actividad de alto riesgo en la que los accidentes son frecuentes, con disponibilidad las 24 horas del día, los 7 días de la semana; como bien refleja el completo e ilustrativo reportaje de Mercedes Navarrete que ustedes deberían leer, íntegramente, para estar informados sobre este contencioso.
Y es José Manuel Principal, estibador desde hace treinta años, quien pone el dedo en la llaga al señalar: “Nosotros no ganamos mucho, la pena es que otros trabajadores en este país ganan muy poco”. Lo que nos lleva, de nuevo, a esa inestabilidad en el empleo propiciada por una reforma laboral que ha condenado a la precariedad a millones de trabajadores españoles que ahora miran, entre la envidia y el recelo, a la estiba. No caigamos en el enfrentamiento. El “Y tú menos” nos perjudica a todos.
Jesús Lens