Le pregunto a dos amigos que trabajan en el sector inmobiliario de Granada y me confirman que sí, que la gente está cambiando de residencia. Que hay movimiento de la ciudad a las zonas residenciales. Que la peña busca balcones, luz, jardín, patio y/o huerto. Piscina, incluso.
Cambiar de residencia es una de las decisiones más comprometidas en nuestra vida personal, familiar, social y profesional. No es solo la mudanza, es todo lo que conlleva: cambio de ambiente, vecinos, costumbres, desplazamientos y rutinas… Sin embargo, cada vez más gente se muda, voluntaria o forzosamente.
Es uno de los efectos de la pandemia. Los urbanitas salían por las puertas por la mañana temprano y solo volvían para ver Netflix antes de acostarse. La conectividad total del siglo XXI favorecía el currar en la oficina, comer en la calle, rematar la jornada ¿laboral? entre cafés o gintónics de autor, ir al gimnasio, al cine o a la peña de baloncesto, echar una caña y, ya si eso, encerrarse en casa.
Cuando nos vimos confinados entre cuatro paredes de un día para otro, quienes habíamos convertido en nuestra oficina móvil la calle, las terrazas de los cafés, las barras de los bares, la orilla del mar, la sombra de una higuera, el asiento del autobús o la habitación del hotel; nos sentimos estupefactos. ¡El teletrabajo no era esto! Tocaba reinventarse. Otra vez.
Cafeteras, tostadoras, elípticas, robots de cocina, bicis estáticas, tutoriales deportivos y gastronómicos, Smart TV, tablets, portátiles… De repente, la vida personal, familiar y profesional se hacía en apenas un puñado de metros cuadrados. Las empresas informáticas que ofrecían la instalación de sistemas de teletrabajo hicieron su agosto y, de paso, le abrieron los ojos al personal. ¿Y si esto de ‘no ir’ fuera para siempre?
La pandemia y la digitalización pueden haberse convertido en las mejores aliadas para la repoblación de la España vaciada. En la excusa para la desestacionalización de la vida en la costa o en la montaña, que podrían ganar vecinos y no depender tanto de los turistas.
La famosa vuelta a la naturaleza y a una vida más humana y sencilla de la que escriben filosóficamente los llamados ‘nature writers’ es una opción vital para muchas personas hartas de pagar alquileres prohibitivos en las grandes ciudades y de vivir esclavizadas por el estrés y los horarios imposibles.
A ver si, en el futuro, 2020 marca un antes y un después también en esto.
Jesús Lens