Hoy, en IDEAL, uno de esos artículos que surgen cuando te paras y echas la vista atrás. O adelante…
Todo empieza cuando te encuentras hablando de determinados programas de televisión que viste, casualmente, mientras hacías zapping. O cuando te descubres estando de acuerdo con ciertos columnistas de opinión a los que antes jamás habrías leído y con las opiniones de algunos contertulios de radio a los que ni siquiera sabes desde cuándo escuchas.
La sintomatología crece cuando de tu boca brotan las prestaciones de ese BMW cuya compra no pudiste evitar, dada la oferta que te hicieron en el concesionario, merced a la mediación de un compañero de trabajo. ¡Y mira que tú buscabas una moto! Pero ocasiones como ésa son únicas… Por cierto, ¿no fue el mismo compañero que te animó a vender el piso de la ciudad y a dejar el barrio para irte a la urbanización de las afueras, mucho más tranquila y recogida?
Esa noche estás con los amigos, cenando en ese restaurante de grandes platos cuadrados del que todo el mundo habla. Que tú hubieras preferido la taberna de toda la vida, pero que Margarita consiguió una mesa en el reservado. Solo para vosotros. Los amigos. Los de verdad. Con los que te fuiste a aquel resort del Caribe en vacaciones, aunque el cuerpo te pedía irte de mochilero a Nueva Zelanda…
Esos amigos con los que comentas lo del colegio privado para el pequeño Jorgito. Y la posibilidad de mandar a Ana a la Pontificia. No porque tú seas religioso ni comulgues con determinadas confesiones sino porque los mejores expedientes y las mejores oportunidades surgen de esos centros. Y, ya se sabe, con la educación de los hijos ni se juega, ni se especula ni, mucho menos, se escatima. Y más, en los tiempos del PISA…
Como con la salud. Que no están las cosas como para hacer tonterías con algo tan importante como la salud. Que siempre has sido un gran defensor de la sanidad pública, pero que para ciertas cosas es mejor estar cubierto por un seguro privado. ¡Dónde va a parar, la atención, en según qué consultas y para según qué especialidades! Eso sí: para las cosas realmente graves (toquemos madera), no hay que desdeñar, de momento, a los profesionales y los recursos de la Seguridad Social. De momento…
A la hora de pagar, Andrés se hace cargo de la cuenta. De la factura, más bien, que la puede desgravar. Los demás le dais el dinero en efectivo. Doscientos euros por barba, redondeando, que Andrés es muy detalloso y siempre paga las copas en el Club.
Esa misma noche, cansado y ojeroso, al entrar en el coche, sufres un sobresalto: miras por el retrovisor y, con la guardia baja, tu propia imagen te pilla de improviso. Ahí estás tú, mirándote de frente y dándote cuenta de que, en realidad, no tienes nada que decirte. Nada de lo que hablar. Porque, poco a poco, te has convertido en un gran desconocido para ti mismo.
Jesús Lens