Hablábamos hace unos días sobre los efectos económicos que tiene el exilio cultural en esta columna publicada en IDEAL: al costarte un pastizal las salidas culturales a Málaga o Sevilla, cuando vuelves a casa te conviertes en fervoroso seguidor de la Cofradía del Puño Cerrado, tendiendo a no gastar ni en pipas. Hoy vuelvo sobre ello, en el periódico.
Pero es que, además, una oferta cultural que invita al peregrinaje a otras ciudades tiene unos efectos psicológicos nefastos para los amantes del arte y melómanos, cinéfilos y letraheridos que se mostrarán cada vez más ajenos a lo bueno que ocurre en su entorno.
Por ejemplo, estando de viaje, hacemos esfuerzos sobrehumanos por ver el mayor número de monumentos posible, tratando de llegar a todas las iglesias, retablos, almenas y torreones a nuestro alcance. Al volver a casa, sin embargo, nos relajamos tanto que, en ocasiones, es necesario que venga algún familiar o amigo para animarnos a comprobar cómo ha quedado el Palacio de Dar al-horra tras la rehabilitación. O aprovecharemos la presentación de un libro para descubrir esa joya que es el Cuarto Real de Santo Domingo.
Así, si te has visto tres películas en un fin de semana, en Sevilla; has disfrutado de un par de exposiciones potentes en Málaga o te has emocionado en la ópera, el ballet o en en un musical, en Madrid; cuando vuelves a casa tienes una placentera sensación de deber cumplido. Has saciado tu ansia cultureta y, lo que te pide el cuerpo, es sofá, mantita, un buen libro, repasar el catálogo de la exposición recién disfrutada, gozar de la versión extendida de un clásico en DVD o pegarte un maratón de series en Netflix.
De esa manera, un buen día te encuentras con que el periódico dice que está a punto de terminar la muestra “Abstracción Andaluza. 1957-1982”, en el Centro Lorca o que la exposición con las fotografías de Louis Faurer en el Centro Guerrero ha sido un éxito. Y tú, que te has visto todos los Murillos de Sevilla y has vuelto loco al GPS tratando de llegar a una recóndita galería de arte malagueña para ver a un prometedor artista local; te las has perdido.
Que no pasa nada, pero que es otro efecto colateral de un exilio cultural que, por desgracia, nos lleva a estar mucho más pendientes de lo que pasa por ahí fuera que en casa.
Jesús Lens