Ayer jueves impartía mi última clase del trimestre a los alumnos de 4º de Práctica Periodística de ESCO. Les insistí en uno de mis temas favoritos: la importancia del lenguaje. El valor de las palabras. Porque ni el lenguaje ni las palabras son neutros o inocentes.
Tomemos como ejemplo una expresión como ‘pin parental’. Así a botepronto, no suena mal: dada la cantidad de amenazas que acechan a los menores en el entorno digital, que los padres tengan un control sobre lo que ven, cómo, cuándo y dónde; no parece una mala idea.
Sin embargo, cuando lo de ‘pin parental’ se aplica a los contenidos lectivos que el alumnado recibe en un aula, la cosa cambia de medio a medio. Que unos padres puedan decidir qué puede o qué no puede explicar un profesor me parece algo terrible y aterrador.
Lo de Baena, por ejemplo, con un profesor denunciado y prestando declaración en un juzgado por proyectar un vídeo sobre Ana Orantes en una actividad escolar para concienciar contra la violencia machista. A la Junta le honra su apoyo al profesor, pero no podemos olvidar que PP y Cs gobiernan en Andalucía con el apoyo de la ultraderecha que cuestiona esa modalidad de violencia contra las mujeres.
Ayer también leíamos que se ha detectado un importante incremento de la violencia machista entre menores. Según datos del Observatorio contra la Violencia de Género, se ha producido un incremento generalizado en denuncias interpuestas, medidas cautelares dictadas y condenas a maltratadores y que, en concreto, destacan las cifras relativas a menores.
Ante una información así podemos hacer dos cosas: cuestionar los datos, la metodología del informe y/o la legitimidad del referido Observatorio o preocuparnos seriamente sobre el tema y trabajar en la consecución de medidas efectivas que contribuyan a revertir la situación.
En este sentido, el trabajo en centros escolares es básico. Y resulta intolerable que, amparándose en una expresión tan aparentemente inocua como ‘pin parental’, los sectores más reaccionarios de la sociedad se sientan legitimados para cuestionar los contenidos que se enseñan en colegios e institutos. Sobre el #Spexit hablamos otro día.
Jesús Lens