No sé si serán ustedes seguidores de las historias de zombis que nos revuelven las tripas a quienes nos tomamos la Vida en Serie, pero yo acabo de ver el tercer episodio de Fear the Walking Dead 2, titulado Ouroboros. Se lo recomiendo.
Ignoro si Robert Kirkman, el creador de la serie, está al tanto de la situación de los inmigrantes y refugiados que vagan por el Mediterráneo. Pero lo ha clavado. Como si quisiera celebrar con nosotros el Día de Europa, en clave zombi.
Ouroboros comienza con una chica asiática que, tras un accidente de avión, consigue subirse a una balsa neumática que flota en el mar. Con ella, un hombre herido. Tras varios avatares, consiguen llegar al barco en que navegan los protagonistas de la serie. El Abigail es una nave extraordinaria. Un pedazo de yate. Y solo está ocupado por los siete personajes principales de la historia.
Como en todas las series contemporáneas, el grupo de protagonistas es heterogéneo, multirracial y tan diferente como complementario. Los hay más solidarios y más individualistas. Más avispados y más inocentones. Más decididos y más apocados. Pero, por encima de todos, está el líder. En este caso, Strand, un tipo frío y calculador, muy bueno con la estrategia. Y letal en la ejecución. Que, además, es el dueño del barco.
Strand no quiere que los náufragos suban a bordo. Considera que siete viajeros ya son suficientes. Da igual que los demás insistan en que dos personas más caben perfectamente. Que tienen comida, agua y recursos suficientes para todos. Strand solo consiente en darles unas provisiones y arrastrar la balsa con un cabo, hasta que lleguen a algún punto habitado de la costa en que pueda soltarlos.
Sin embargo, durante la travesía y en mitad del océano, Strand coge un machete, se acerca a la popa del Abigail y corta el cabo que une a la balsa con el yate, dejando abandonados y a su suerte a los náufragos.
¿Les resulta familiar, en esta Europa que rechaza y expulsa a inmigrantes y refugiados? Recordemos que el Ouroboros es un símbolo mitológico representado por una serpiente que se come su propia cola. Y que, además de simbolizar el eterno retorno y lo que no tiene ni principio ni fin, también es sinónimo del esfuerzo inútil y condenado al fracaso.
Jesús Lens