Uno de los efectos colaterales del cambio de año es la ansiedad que provocan los recopilatorios del ejercicio en fuga, haciéndonos conscientes de todo lo que nos hemos perdido y a todo lo que no le hemos prestado la atención necesaria.
Hacerse mayor es asumir, por fin, que no vas a poder estar en todos lados a la vez, que no vas a llegar a todas las citas y convocatorias a las que te gustaría atender… y no sufrir por ello, dejándote de comer la cabeza a la hora de cuadrar la agenda.
Por eso, cada vez le pedimos menos cosas al año que llega, marcándonos objetivos mesurados y racionales. Aunque no me resistiré a compartir con ustedes, el próximo día 2, algunos de mis propósitos más concretos, quiero despedir el 2017 con uno genérico: que seamos más conscientes de las realidades que nos rodean, único camino para ser más empáticos y luchadores.
En ese sentido, me quito el sombrero ante la elección de “Aporofobia» como la palabra del año por parte de Fundéu. Me llamó la atención verla, hace unos días, entre las decenas de palabras aprobadas por la RAE en su última actualización, pero acabé prestándole más atención a buenismo, postureo y a los palabros de origen anglosajón o relacionados con la jerga tecnológica; mucho más agradecidos y vistosos.
Y precisamente por eso me ha parecido tan bien traída la Aporofobia, permitiéndole ocupar titulares y propiciar artículos de opinión entre tanta Tabarnia, matraca, investidura, secesionismo, exilio -figurado o por figurar-, etcétera, etcétera.
Como bien señala Adela Cortina, la filósofa que acuñó el neologismo, identificar una patología y saber cómo se llama nos facilita el tomar conciencia sobre la misma y tratar de erradicarla.
De ahí, también, y a sensu contrario, que el machismo más recalcitrante se muestre feliz y alborozado con el uso indiscriminado de un insulto como Feminazi, una palabreja vomitiva que tantas connotaciones tiene.
Lo he escrito muchas veces: el lenguaje no es neutro. Por eso, aprender a leer es tan importante. A leer… bien. Es lo que nos permite comprender lo que se esconde detrás de las palabras, sumas de letras que pueden parecernos inocentes, divertidas, sonoras y curiosas. Pero que son más, mucho más que eso.
Seamos más conscientes, pues, de la aporofobia, una de las execrables lacras que nos cercan y nos rodean.
Jesús Lens