Nuevos formatos de lectura Noir

No sé si me pilló blandito, pero me emocioné con uno de los relatos de ‘Algunos cuentos completos’ de Domingo Villar, publicados por Siruela con los linograbados de Carlos Baonza.

Que Domingo me perdone, pero me dejé llevar por un arrebato, fotografié el cuento con el móvil y lo mandé al grupo Uno de los nuestros, el Club de Lectura de Granada Noir. ‘Mabel y el cine sonoro’ es un prodigio de sensibilidad, una reivindicación de la narración oral como una de las Bellas Artes.

Un rato después de cometida la fechoría, hablando con Fernando Marías sobre audiolibros, Storytel y los podcast, pensaba en cómo la vida es circular. Ahora es tendencia que nos cuenten las historias. Lo que se lleva es leer de oído. Colocarnos un auricular y dejar que el propio autor nos lea su obra. Sobre todo en el caso de la autoficción, adquiere unos tintes muy íntimos y diferenciales.

Cada vez escucho más podcast. El culpable de esta nueva adicción fue José Antonio Pérez Ledo, que me enganchó con ‘El gran apagón’. Estos meses escuché ‘Guerra 3’ y ahora estoy con ‘Biotopía’. El siguiente escalón que espero subir son los podcast periodísticos que José Ángel Esteban está implementando a través de Vocento, en colaboración con Podimo.

Cuando hablamos de nuevos formatos de lectura pensamos en tecnología. De hecho, los efectos sonoros de los podcast son algo prodigioso, hasta el punto de que muchas veces me tengo que quitar los auriculares para saber si las sirenas, disparos o explosiones; el ruido del tráfico o las conversaciones susurradas que se escuchan de fondo son ficción o está a punto de atropellarme un camión.

Pero también hay nuevas formas de lectura más introspectivas en las que el autor te lee su obra sin mayores artificios, como si te estuviera contando su vida directamente a ti. Algo de eso tuvo la presentación de ‘Arde este libro’, de Fernando Marías, al calor de unas Cervezas Alhambra bien frías. Fue una confesión íntima sobre un pasado trágico que solo ahora empieza a cerrarse, gracias a la publicación de un libro extraordinario que duele, emociona y trastorna en cada una de sus páginas.

Así ocurrió, también, en el Teatrillo del hotel Alhambra Palace el pasado sábado. Domingo Villar y Alejandro Pedregosa charlaban de Cunqueiro y el mar, las sirenas y el vino de Ribeiro, cuando el gallego comenzó a leer uno de esos cuentos que “pretenden celebrar la vida y la amistad… narraciones orales sin otra intención que celebrar la risa compartida”.

Leyó el relato más negro, el dedicado a Michael ‘Chico’ Cruz. Al terminar, no había ojo sin su correspondiente lágrima entre el respetable. Después leyó ‘El Santo de Bella Unión’ y todo fueron risas. Y firmas de libros, que la librería Picasso se quedó sin existencias.

Con ‘Algunos cuentos completos’, Siruela ha publicado un libro de artista en el que los linograbados de Carlos Baonza resultan imprescindibles. No se entienden los cuentos sin las ilustraciones. Ni viceversa. Como en el jazz, mientras Domingo leía sus cuentos a amigos y familiares, Carlos dibujaba dejándose llevar. Apuntes del natural, frescos y espontáneos, que la técnica del linograbado no permite correcciones.

Le pregunté a Domingo por su futuro como cuentista y me dijo que este libro surgió por la imposibilidad de juntarse durante la pandemia y de compartir esos ratos de intimidad donde surgía la magia de la interacción entre narración y el dibujo. Así pues, salvo que alguien vuelva a comerse un pangolín y armar la mundial, no volveremos a tener más relatos íntimos y festejadores de Domingo Villar. ‘Algunos cuentos completos’ se convierte, por tanto, en un libro más valioso aún, en pieza de coleccionista. ¡No lo dejen escapar!

Jesús Lens

¡Todos a la Biblioteca!

Ha querido el azar que este año inauguremos la séptima edición de Granada Noir en la Biblioteca Francisco Ayala del Zaidín. Será esta tarde a las seis, con la presencia de Fernando Marías, Clara Peñalver y Rosa Masip. Y ya es casualidad que precisamente ayer se celebrara el Día de las Bibliotecas, muy celebrado en Twitter, con decenas de mensajes de apoyo a uno de los espacios culturales más importantes de nuestras ciudades y pueblos. (AQUÍ el programa completo de Granada Noir).

Le pregunto a Fernando Marías por lo que han supuesto las bibliotecas en su vida y me da una de esas respuestas para enmarcar: “Para mí las bibliotecas son, junto a los cines, el primer lugar mágico de mi infancia. Solo que el cine ofrecía una película y la biblioteca tantos libros que no sabías cuál elegir. La excitación por tanta lectura a la vista y al alcance de la mano. Solo hay que ir, dejarse fluir, leer. El lugar sagrado del lector, su paraíso”.

Y lo dice un escritor consagrado con, entre otros, el Premio Nadal, el Primavera, el Biblioteca Breve y el Nacional de Literatura Infantil y Juvenil. ¡Casi nada al aparato!

Las bibliotecas, como casi todo en este siglo XXI, están en pleno proceso de transformación. Además de ser ese templo para los lectores, son centros de dinamización que acogen todo tipo de actividades para atraer y fidelizar a un público con mil y una ofertas de ocio y cultura al alcance de su mano, literalmente hablando, que el móvil es uno de los objetos más poderosos y adictivos jamás inventados.

Las bibliotecas han dado respuesta a los desafíos tecnológicos de estos tiempos vertiginosos. Permiten ‘sacar’ libros electrónicos desde hace tiempo y ahora les toca adaptarse a ese nuevo y pujante formato: el audiolibro. Es la nueva revolución en marcha. Y ya ha llegado. Precisamente de ello hablaremos en Granada Noir, con el ejemplo de Storytel y el maridaje entre ilustraciones, relatos y narración oral.

Las bibliotecas son un imprescindible factor de democratización cultural. Eso sí, para que sigan cumpliendo ese papel es necesario dotarlas de fondos para comprar nuevos libros y organizar esas actividades culturales en torno a los libros que tan importantes son. Conferencias, presentaciones, clubes de lecturas, talleres…

La biblioteca es un espacio de convivencia, integración y desarrollo cultural e intelectual imprescindible en una sociedad democrática, moderna y desarrollada. No lo olviden las autoridades encargadas de cuadrar los presupuestos, que no solo de autovías vive el hombre.

Jesús Lens

Espejito, espejito malagueño

Les confieso que, cuando me llega el salvoconducto para salir de Granada e ir a ciudades como Barcelona o Málaga a trabajar, tengo tentaciones de imprimirlo y, allá donde me han contratado para hablar de cine, música y género negro, pedir que me lo firmen. Que me lo firmen en plan fan. Que me lo firmen como objeto de colección. Que me lo firmen los Carlos Zanón o Marta Robles que organizan las charlas. Que me lo firmen los compañeros con los que comparto escenario. Que me lo firmen como me firman sus libros y sus discos mis escritores y músicos favoritos. Que me lo firmen con una dedicatoria.

Con Fernando Marías y Marta Robles, en La Malagueta

Luego recuerdo que soy un señor mayor de cincuenta años y se me pasan esas veleidades. Tampoco quiero que me tomen por loco. Pero no me digan que, como fetiche, no tendría su gracia.

Málaga. Hacía tiempo que no la pisaba, claro. Hubo una época en que iba a Málaga para ir al cine. Cogía el autobús a primera hora, pasaba por alguno de sus museos por la mañana, comía temprano y me metía en el Albéniz a ver un par de películas en VOS antes de volver a Granada por la noche.

Málaga, la Blancanieves cultural a la que Granada envidia como la Madrastra del cuento, harta de mirarse en el espejo de la Alhambra, convencida de ser la más guapa, la más bonita, la más hermosa… y en la que mejor se tapea.

Fui a Málaga el pasado martes en viaje relámpago, como les decía, a participar en los encuentros de Ruedo Ibérico, un ciclo de conferencias que propiciará más de 20 actividades culturales entre marzo y abril en el nuevo Centro Cultural La Malagueta, impulsado por la Diputación malacitana y situado en los bajos de la Plaza de Toros que, además, cuenta con una sensacional sala de exposiciones. Una inversión de varios millones de euros para darle contenido cultural estable a un espacio tan céntrico y reconocible .

Sala de Exposiciones en La Malagueta

En Granada, allá por 2017, se presentó un proyecto llamado Cultura en la Arena. ¿Han oído hablar de él? Básicamente estaba orientado a organizar visitas turísticas a la Monumental de Frascuelo y conciertos en el coso taurino. El último post de su página de Facebook data de enero de 2018, su web tiene pinta de haber sido hackeada y en el teléfono de contacto no pueden aportar información alguna al no corresponder ya a la concesionaria. ¡Espejito, espejito!

Jesús Lens

La televisión, un mundo implacable

Esta historia comienza con el visionado de ‘Los tres días del cóndor’ la semana pasada. Durante las elecciones norteamericanas y su proceloso proceso de escrutinio, estuve viendo películas de temática electoral como ‘El disputado voto del señor Cayo’ o ‘Jarrapellejos’. En mitad de la panaroia y las conspiraciones, aproveché para ver el clásico de Sidney Pollack interpretado por Robert Redford y Faye Dunaway.

Siempre al quite, Fernando Marías me escribió para comentar que, si bien el plano final de la película era majestuoso, le parecía indignante e incomprensible el papel de nuestra adorada Faye, metido con calzador para que hubiera una historia de amor en mitad de la trama de espionaje. Sobre todo porque la actriz venía de filmar una obra maestra del calibre de ‘Chinatown’ y, al año siguiente, protagonizaría ‘Network, un mundo implacable’. Dos papeles soberbios e incontestables.

Si son ustedes usuarios de las redes sociales, les aconsejo que estén muy atentos al Instagram de Fernando Marías, que hace directos sobre cine que, después, se quedan grabados en la plataforma. Vean por ejemplo el de ‘Network’: al calor de aquella conversación, el pasado sábado veíamos la película y, por la tarde, hablábamos de ella y la comentábamos en vivo y en directo.

Quiso la casualidad, que siempre tiene mucho de causal, que viéramos una película sobre los excesos de la televisión y la obsesión por la audiencia a toda costa precisamente cuando las grandes cadenas de televisión norteamericanas silenciaron un discurso de Trump lleno de falsedades e incongruencias. ¡Hasta la Fox, que había sido su mejor altavoz antes y durante su polémico mandato, practicó el ‘mute’ presidencial!

No. No pienso que las cosas hayan mejorado en el universo catódico, por mucho que las teles ya sean planas y estén conectadas a internet. Era lo primero que comentaba Marías en su intervención: filmada en 1976, ‘Network, un mundo implacable’ no ha perdido un ápice de actualidad. De hecho, vista en la España de aquellos entonces, parecía ciencia ficción distópica. Hoy, es el pan nuestro de cada día.

Diremos de forma muy escueta que la película de Sidney Lumet cuenta la historia de Howard Beale, un veterano presentador de informativos al que, dados sus bajos índices de audiencia, van a retirar del programa. Al saberlo, en antena y en directo, anuncia que se suicidará frente a las cámaras. El revuelo es enorme. De repente, el encargado de dar las noticias se convierte él mismo en noticia. Paradójicamente, los índices de audiencia suben. Es lo que estaba esperando Diana Christensen, productora de programas sensacionalistas, para hacerse con los informativos, arrebatándoselos al veterano Max Schumacher.

La película, de una tensión brutal, cuenta la guerra abierta entre los financieros que solo buscan beneficios y los puristas del periodismo que no quieren injerencias en su trabajo. La dialéctica entre información y entretenimiento, entendiendo como tal una sección específica dedicada a secuestros, asesinatos y suicidios. ‘Network’ habla, en fin, del peligro de crear monstruos mediáticos que canalizan la rabia de la gente y se terminan convirtiendo en inmanejables (sic), como la criatura de Frankenstein. Los riesgos del mesianismo, y tal.

Una película que habla, también, del paso del tiempo, del ocaso vital y profesional y de las contradicciones e inconsistencias en las que todos incurrimos en nuestra vida.

El guion, prodigioso, es de Paddy Chayefsky, que también fue productor de la película. Un guion que debería estudiarse en las escuelas de cine… y en las de periodismo. En 2005, fue votado por el Sindicato de Guionistas de Estados Unidos como el octavo mejor guion cinematográfico de todos los tiempos. En su momento, además, ganó tanto el Oscar como el Globo de Oro.

‘Network, un mundo implacable’ es una cruel y despiadada sátira de la realidad de los medios de comunicación de masas que se sustenta en las prodigiosas interpretaciones de sus actores, protagonistas y secundarios. Peter Finch, que murió antes de recoger su Oscar al mejor actor principal. Faye Dunaway, que se llevó la estatuilla por su papel de productora sin escrúpulos y masculinas hechuras en su forma de ser y trabajar. Beatrice Straight, mejor actriz de reparto en su condición de sufridora esposa que ve cómo se derrumba su matrimonio sin poder hacer nada por evitarlo.

Como bien nos recordaba Fernando Marías, William Holden llegó a decir que, si Finch no hubiera fallecido justo después de la filmación de la película, el Oscar al mejor actor habría sido suyo, que también estaba nominado.

Recién terminada de ver y como buen coleccionista que soy, ya estoy buscando el DVD con la edición del 30 aniversario de ‘Network, un mundo implacable’ que incluye un documental de Lauren Bouzereau de 2006, dos horas sobre el making of de una película considerada “cultural, histórica y estéticamente significativa” por la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos y seleccionada para su preservación en el National Film Registry. Un título imprescindible que, en 1976, anticipaba muchas de las cosas que terminaron pasando en el mundo del periodismo y la televisión.

Jesús Lens

Una casa que vale un Eisner

Hace unos días se hicieron públicos los Eisner de este año, los premios más importante del mundo del cómic. Entre los ganadores, Paco Roca, por ‘La casa’, un tebeo publicado originalmente en el año 2016 en España y que ya recibió en su momento varios galardones.

Nada como quedarse solo en casa durante el fin de semana de la Operación Salida para disfrutar de unas horas de lectura tranquila y sosegada de maravillosos tebeos como este.

La historia es sencilla: tres hermanos vuelven a la casa de verano de sus padres, un año después del fallecimiento del patriarca. Esa segunda residencia en la que pasaron buena parte de sus vacaciones, siendo niños y adolescentes. Han decidido ponerla a la venta, pero antes quieren hacerle unos arreglos y lavarle la cara para que presente mejor aspecto. A partir de ahí, los recuerdos. Las vivencias. Y los secretos. Esos secretos que anidan en todas las familias.

No se preocupen. Esto no es un tebeo noruego, sueco o danés en el que sufre hasta el apuntador, feroz crítica a la castradora institución familiar. ‘La casa’ es, más bien, una serena reflexión sobre el paso del tiempo y la fugacidad de la vida. Sobre la prisa y la aceleración. Sobre nuestra incapacidad para detenernos a mirar, ver y escuchar lo que pasa a nuestro alrededor.

Lo escribe magistralmente Fernando Marías, el I Viajero en el Tiempo del Festival Gravite, en el epílogo del tebeo: “A medida que envejezco siento que único tema de la literatura -y probablemente de todo lo demás- es el paso del Tiempo. Y ‘La casa’, que es el libro que un chico quiso dibujar para su padre muerto, es también el libro que ha permitido a Paco Roca dibujar el Tiempo que se va, o que se fue, o que se irá”.

‘La casa’ son recuerdos que hilvanan el pasado con el presente y nos hacen reflexionar sobre el futuro. Es un cómic en el que Paco Roca nos habla de su padre a la vez que nos invita a pensar en el nuestro. Las sencillas y tiernas anécdotas que rememora en este prodigioso tebeo harán que, cada poco, el lector interrumpa su lectura para sumergirse en sus propios recuerdos, dejando vagar la memoria por una tarde de verano, un viaje, una comida, una charla, una celebración. Por los proyectos inacabados que, quizá, todavía estemos a tiempo de culminar.

Jesús Lens