Era de lo poco que no había leído de Fernando Marías. (Aquí, enlazamos cosas de Fernando…)
“Invasor”.
La edición que acabo de devorar es la publicada por Imagine Ediciones y que, en la portada, presenta los rostros de la versión fílmica que vamos a ir a ver el próximo viernes 7, a las 21.30, al Cinema 2000 de Neptuno para, después, tomar unas cañas en un nuevo local, El Secreto, que acaba de abrir las puertas en el centro comercial, mientras mantenemos una conversación cinéfila que, estoy seguro, resultará apasionante.
Y, si el cuerpo aguanta, ultimaremos la velada en el Rembrandt, sin movernos de Neptuno, que actúa Amandla Afrojazz, una fusión afro-caribeña que promete ser explosiva.
¿Te vienes?
Que esto del Internet, las Redes Sociales, Blogs, Mails y demás está muy bien, pero que no hay nada como compartir unas Alhambras bien frías al calor de los amigos. ¿Y qué mejor excusa que ir al cine, a ver una de las películas españolas más esperadas del año?
Pero no adelantemos acontecimientos. Porque al principio fue el verbo. El verbo surgido de la fértil imaginación de Fernando Marías y de su turbadora capacidad para generar tensión y desasosiego en el lector que, enfrentado a sus narraciones, siempre bascula en un terreno indefinido entre la realidad y la fantasía, entre la verdad y la mentira, entre lo ordinario y lo extraordinario, entre lo familiar y lo fantasmagórico.
“Invasor” es una de esas novelas atrapadoras que te condicionan la agenda: hasta que no terminas de leerla y llegas a su enigmático final, que no se resuelve hasta la última palabra de la última línea de la última página del último capítulo; no quieres quedar con nadie para hacer nada.
Solo quieres leer.
Me vais a disculpar si no entro en el “de qué va”. Sobre todo, porque lo vamos a descubrir, juntos, el viernes. En el cine. Pero te recomiendo que, antes, leas la novela. Ardo por comprobar cómo voy a reaccionar en la sala al ver en pantalla lo que acabo de terminar de leer y me he representado en la mente, en tan estrecho lapso de tiempo.
Y ardo por hablar con Fernando Marías para que me cuente esas mismas sensaciones, desde el punto de vista del autor de la novela que, además, en un cinéfilo empedernido y una enciclopedia cinematográfica andante.
¿Os parece que, a la salida de la película, al calor de las Alhambras, consensuemos cinco preguntas para Fernando Marías, en el convencimiento de que serán debidamente contestadas a través del correo electrónico?
Para la presentación en Madrid de “Café-Bar Cinema”, Fernando Marías (cuya excepcional «Todo el amor y casi toda la muerte» ya está en bolsillo) nos sugirió a Javier Márquez y a mí que rindiéramos homenaje a los protagonistas de “Abierto hasta el amanecer”, una de las grandes películas familiares de la historia del cine, de visión obligatoria todas las Navidades, incluso por delante de “Qué bello es vivir”.
Con nuestros trajes negros, camisa blanca y gafas de sol; éramos los trasuntos perfectos de George Clooney y el psicópata de Quentin Tarantino.
Dado que la experiencia salió bien, decidimos que, en Semana Negra, haríamos una presentación parecida, aunque cambiamos el traje negro y la camisa blanca por un híbrido adaptado al verano gijonés y al desenfado semanero: camisa rigurosamente negra y, por supuesto, las imprescindibles gafas de sol oscuras, marca de la fábrica.
Y en esas estábamos, preparando las presentaciones cruzadas tanto de “Café-Bar Cinema” como de la última novela de Márquez, la genial e imprescindible “Letal como un solo de Charlie Parker”, viendo qué golpes de efecto podíamos dar; cuando Internet transmitió la mala noticia: había muerto Ernest Borgnine.
Feo como él solo, duro como solo la cara de algunos políticos puede serla, Borgnine fue uno de esos secundarios de lujo que, cuando tuvo un rol principal en “Marty”, ganó el Oscar por un papel paradójicamente tierno y vulnerable.
Él, el gran Ernest peleón y pendenciero que le buscaba las cosquillas a Spencer Tracy en “Conspiración de silencio”.
Él, ese Borgnine que, con Warren Oates, William Holden y Ben Johnson, conformaba aquel memorable cuarteto de “Grupo salvaje”, del que era el último superviviente de la memorable y reverenciada película de Peckinpah, al que igualmente idolatramos.
Él, el (pen)último hombre vivo, acaba de dejarnos.
Fernando, Javier y yo convinimos en que nuestras presentaciones ya no podían tener nada de humorístico o simpático, sino que teníamos que convertirlas en un encendido y sincero homenaje al genial actor, uno de nuestros ídolos.
Cuando los asistentes a la presentación de “Letal como un solo de Charlie Parker” se encontraron con las dos estampas siguientes, no entendían nada.
¿Por qué, tres vasos de leche sobre la mesa?
¿Por qué, tres tipos de metro noventa de altura vestían de luto?
¿Por qué, uno de ellos (yo, en este caso) se mantenía serio, mudo y en actitud reverencial?
Lo del vaso de leche lo desvelaríamos más adelante, en la presentación de “Café-Bar Cinema”. La razón de mi mudez e impavidez, sin embargo, sí fue explicada en ese momento: estaba representando a un minuto de silencio viviente. Un minuto de silencio que se prolongó durante todo el tiempo que duró la fantástica conversación entre Javier y Fernando. Un minuto de silencio viviente que fue igualmente representado por Javier mientras Fernando y yo hablábamos de cine y de bares, cafés, clubes, cantinas y… saloones.
¡Ay, el saloon y el western! ¡Cómo se bebían los rudos vaqueros aquellos whiskeys, de un solo trago…! Sin embargo, hay una película en la que uno de los personajes, uno de esos pistoleros duros y aguerridos, no bebía whiskey. Ni tequila. Ni siquiera cerveza. Siempre pedía una bebida tan improbable, en un saloon, como un vaso de leche. Pero es que “Viena’s” no era un local en absoluto convencional.
Ni que decir tiene que el bebedor de leche era Ernest Borgnine y que la película, “Johnny Guitar”, ocupa un hueco muy especial entre los locales de “Café-Bar Cinema”.
Nuestro sentido homenaje a Ernest Borgnine culminaría a la caída de la tarde, frente al Cantábrico, con una íntima interpretación por parte de la versión de cámara de Rock and Books (Javier Márquez y Paco Gómez Escribano, a falta de Pedro de Paz) de la canción “La golondrina”, que sonaba en una de las escenas más sublimes y melancólicas de la historia del cine, cuando los componentes del Grupo Salvaje abandonan el pueblo mexicano que les ha cobijado y parten sobre sus caballos, al paso, despidiéndose de sus anfitriones y dirigiéndose a una muerte segura, con aplomo, dignidad y entereza.
No fuimos muchos, apenas una decena, los afortunados que tuvimos la oportunidad de ver a la golondrina que nos sobrevolaba y partía hacia el interior del mar, llevándose con ella los aplausos y el mensaje: “¡Va por ti, Ernest!”, que restalló aquel lunes, cuando el día ya tocaba a su fin…
Jesús borgniano Lens
PD.- Nos señala Fernando Marías, en su muro, que es necesario tener cuidado con los Diez Negritos, por cuenta de esa penúltima foto, sombreros al viento:
El acto menos multidinario de la Semana Negra fue protagonizado por una golondrina invisible que, sin embargo, todos los presentes supimos ver: Juan Guinot, Fernando Marías, Pablo Batalla, Juan Miguel Aguilera, Martin Roberts, Santiago Gamboa, Marcelo Luján, Paco Gómez Escribano, una dama cuya identidad acaso nunca conoceremos, Javier Márquez Sánchez y Jesús Lens (foto, claro está, de Laura Muñoz). El número de los presentes, exactamente diez excluyendo a la dama, la fotógrafa y la golondrina, permite comprendernos como la versión viva de una de las más famosas novelas criminales. Y me pregunto: si ahora comenzáramos a morir uno a uno de formas misteriosas… ¿Quién de nosotros sería el asesino?
¡Ahí queda eso!
Veamos los 19 de julio de 2008, 2009, 2010 y 2011 lo que publicamos en este vuestro Blog…
Si yo, hoy, estuviera en Avilés, seguramente estaría muerto. Porque tras los excesos cometidos en SN25, haber prolongado la escapada asturiana habría sido letal.
Y, sin embargo, me encantaría estar allí.
Porque ya ha comenzado la primera edición de un nuevo Festival, el Celsius 232, dedicado a las literaturas fantásticas y terroríficas y con un invitado de excepción: R.R. Martin, la materia gris que subyace tras el fenómeno de “Juego de Tronos”. Y departiendo con él, en público, Enrique Muñoz de Luna, la bestia que se esconde tras la prodigiosa selección de series de Canal + y con quién estuvimos charlando en la última Feria del Libro de Granada, en aquella memorable mesa con Alejo Cuervo…
Además, nuestro querido, admirado y reverenciado Fernando Marías estará con sus Hijos de Mary Shelley, evocando el arte de narrar, inventar y crear.
Y Juan Ramón Biedma y su inquietante y corrupta visión del mundo.
Y Steve Redwood y su humor cuasimarciano.
Y más, más gente, claro. (Aquí, el programa completo)
En Avilés, una ciudad modélica, a decir de quiénes la conocen. Atractiva, hermosa y excitante, con un casco antiguo muy bien conservado y esa joya, el centro Niemeyer.
Pero no podía ser.
Ya fue complicado organizarse para la Semana Negra así que… ¡larga vida al Celsius 232 y que ustedes lo disfruten bien!
Lo seguiremos a través de la Red y de las narraciones y las imágenes de los amigos hasta allí desplazados.
Teníamos una asignatura pendiente: presentar «Café-Bar Cinema» en Madrid. En Madrid tenemos muchos y buenos amigos y Fernando Marías, Javier Márquez y un servidor queríamos que la presentación del libro sirviera para reunirnos, charlar, brindar, reír y todas esas cosas que hacen los amigos cuando se encuentran.
Porque ése era el objetivo de «Café-Bar Cinema». Reivindicar el espíritu festivo, alegre, creativo y loco de los buenos garitos, bares, cafés y clubes por los que transcurre nuestra vida.
Y, para ello, nada mejor que presentar el libro en uno de esos locales con alma, con estilo y con carisma: el Ernie’s Station, a quiénes tengo que agradecer la complicidad y las facilidades que nos han dado para convertir la presentación madrileña de «Café-Bar Cinema» en un fiestón al que, por supuesto, estáis invitados.
Gracias, también, a los buenos amigos de Almed, que colaboran a que nos tomemos una buenas birras bien frías en Madrid. Y a José Manuel Vargas, autor del cartel y de otra de las sorpresillas que os podréis llevar el próximo día 7/6/12, si venís al Ernie’s…
¿Nos vemos?
Jesús roading Lens
PD.- Por supuesto, habrá libros a la venta y serán firmados y dedicados con todo cariño. ¡Faltaría más! 😉