A TOCAPELOTA´S CUESTION

Ahora que estamos todos eufóricos con la Academia Española del Cine, con los Goya y hasta con esa entelequia llamada genéricamente «cine español», permitidme una sencilla pregunta en modo tocapelotas…

 

Si la crítica la puesto (casi) unánimemente a parir…

 

Si en taquilla ha sido un batacazo monumental…

 

Si los propios académicos no le han concedido ni un pícaro Goya…

 

¿Por qué mandó la Academia a los Oscar «El baile de la victoria»?

Con todo cariño por un Fernando Trueba al que reverenciamos y de quién estamos locos por ver su peli de jazz y dibujos animados hecha con Mariscal.

 

Jesús Lens, touching balls.

NIÑO JOSELE

Anoche estuvimos en el teatro Alhambra, disfrutando del portentoso concierto de Niño Josele en la serie Flamenco viene del Sur.

 

Aprovecho para rescatar estas notas, escritas muchos meses ha, sobre un disco que me sigue entusiasmando: «Paz». Además, aqui podéis escuchar alguna de su música pacífica.

 

Hace unos días hablábamos del contradictorio reencuentro entre Tomatito y Michel Camilo, que se saldó con una buena discusión acerca de los méritos y logros de una fusión tan complicada como la de la guitarra y el piano.

 

Por cierto que ya se anuncia para noviembre (ahí es nada) la presencia de Camilo y Tomatito en Jaén.

 

El caso es que apenas unos días después del «Spain again» le hemos echado mano a otro ¿experimento? musical, protagonizado por una guitarra y un piano. Resulta que, según se cuenta en el indispensable folleto que acompaña al disco (algo que los usuarios del Manta y la Mula nunca ponderan suficientemente a la hora de ejercer la bucanería musical) tras la llegada de Jerry García a España y gracias al acercamiento que jazz y flamenco hicieron durante las madrugadas madrileñas del Café Central, el Niño Josele, uno de esos jóvenes prodigiosos de larga vista y amplios horizontes, comenzó a enamorarse de los acordes y las notas del pianista Bill Evans, hasta el punto de atreverse a reinterpretarlas… con su guitarra.

 

El resultado, excitante, caliente, cadencioso e íntimo ya lo tenemos en forma de disco: «Paz», subtitulado como «Cartas de amor de Niño Josele a Bill Evans», producido por esa factoría musical en que se ha transformado el binomio Fernando Trueba & Javier Limón.

 

Con el diseño gráfico del estudio Mariscal y todo el excelente marketing que Trueba y Limón saben poner en marcha, este «Paz», como el propio «Calle 54» o «Lágrimas negras» es un magnífico disco para quiénes, como yo, tenemos una cultura musical trasversal, gustándonos de picotear en diversos géneros, sin profundizar en exceso, disfrutando con las mezclas y los mestizajes más aparentemente extraños y contradictorios, mestizajes que incluyen guitarras y pianos, jazz y flamenco, música de la tierra y de las pistas de baile, imágenes, estáticas y en movimiento, con sonidos y palabras… en todo lo que Trueba y Limón se han convertido en auténticos maestros.

 

A mí, cada día me gusta más el jazz y cada día disfruto más con la World Music y, por eso, un disco como el del Niño Josele me parece un regalo para los oídos. Aún no sé qué es el jazz, me falta ir a sus orígenes y beber de las fuentes. Pero sigo funcionando a base de impulsos. En cuanto a flamenco… pez. Me gusta Morente, precisamente, por su capacidad de trasgresión, su osadía y su desparpajo. Pero, de flamenco, poco más.

 

Y aquí estoy, de madrugada, bien temprano, escuchando un disco de jazz clásico interpretado por un joven prodigio de la guitarra flamenca, dejándome llevar por la sosegada batería de Horacio «el Negro» Hernández, al que conozco por sus desmelenes con el Michel Camilo más latin, dejándome mecer por el íntimo susurrar de la trompeta ensordinada de Jerry González… aprendiendo, disfrutando, escuchando, soñando, durmiendo, despertando, imaginando, describiendo… en paz.

 

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.

MICHEL CAMILO: LA BESTIA

Esta entrada, esta música, está dedicada a cuatro buenos amigos: Julia y Panchi; Álvaro y Pepe. Que me hicieron volver a abrir las puertas de una casa que llevaba mucho, demasiado tiempo cerrada. ¡Gran velada!

 

No hay otro igual. Como las figuras del toreo, no deja indiferente. O se le ama, incondicionalmente, o se le aborrece, por sus excesos, sus florituras y su exuberante salvajismo en directo. ¿Saben que en su último concierto en Granada, el teclado del piano que usó Michel Camilo quedó  ensangrentado?

 

No les extrañará, si además de escuchar, han visto esa «Descarga para Tito» de ahí arriba.

 

Pinchen este vídeo y, además de conectar los altavoces y subirles al máximo el sonido, sigan las manos del pianista. O inténtenlo. Porque sus dedos son más rápidos que la vista.

 

Yo puedo escuchar a Camilo durante horas, sin cansarme.

 

Desde que lo descubrí en «Calle 54», la magistral película de Fernando Trueba, esta canción, «From within», está entre mis favoritas.

 

Su primer disco con Tomatito me apasiona.

 

Y, como nos decía Michael Mossman hace unos meses, ver a Camilo al mando de una Big Band hace que un viaje a los Estados Unidos ya tenga todo el sentido del mundo. Y si no se lo creen, atentos a las dos partes de este inenarrable «Caribe».

 

Cuando escribo esto llevo cinco horas seguidas de música, escritura, libros y películas. Una gran, una grandiosa tarde, créanme. La pulsión ha vuelto. Del todo.

 

Jesús Lens.